Excélsior
En realidad, el discurso del Presidente es una suerte de “mea culpa” del panista más encumbrado, y del nuevo siglo.

Más aún, que ese tipo de mensaje lo haya dicho el presidente Felipe Calderón —acaso el político que mejor conoce las entrañas de Acción Nacional, y el segundo mandatario surgido de sus filas— tiene una carga histórica, sobre todo cuando el PAN cumple 72 años de vida, está cerca de terminar su segundo sexenio en el poder presidencial y, en especial, cuando el partido cumple 20 años de gestión en gobiernos estatales, como es el caso de Guanajuato.
En realidad el discurso de Calderón es una suerte de “mea culpa” del panista más encumbrado y del nuevo siglo. Pero también un poderoso proyectil expansivo que tiene muchos destinatarios —del pasado, del presente y futuros líderes y gobernantes—, además de que el panismo está plagado de ejemplos de malas gestiones, de oportunistas que se valieron del PAN para acceder al poder y de gobernantes que han resultado pillos consumados.
Pero, a pesar de la crudeza del discurso, no todos parecieron quedar convencidos de la necesaria “congruencia” entre el mensaje presidencial y los hechos políticos surgidos, precisamente del ejercicio del poder, desde la casa presidencial.
Y ese fue el caso del consejero Juan José Rodríguez Prats, quien, de manera abierta y “sin pelos en la lengua”, le dijo al Presidente —palabras más o menos— que la realidad tiene que corresponder al discurso. ¿Y eso qué significa? Que el mensaje autocrítico está perfecto, que la imagen que se vende a la gente con ese mensaje es impecable, pero que la realidad es diferente, si hablamos de la contienda presidencial. ¿Por qué? Porque la realidad es terca en mostrar que la casa presidencial pretende imponer a su preferido, con todo lo que eso significa para el resto de los adversarios. Pero vamos a las partes.
Felipe Calderón dijo a los consejeros panistas que es urgente recuperar la ética y la moral partidista de líderes, políticos y militantes, para sobrevivir y ganarle al autoritarismo. En pocas palabras, que hoy el PAN es todo aquello que criticó cuando era oposición. Pero, además, Calderón alertó sobre una peligrosa crisis de identidad que vive el panismo: tara que aquí y en muchos otros espacios se ha señalado, pero que los azules parecen no querer ver ni escuchar.
El Presidente también propuso recuperar la credibilidad y la confianza perdidas en un partido que, frente a muchos ciudadanos, es igual o peor que la confianza que se le tiene al PRI o al PRD. En pocas palabras, Calderón reconoció que el PRI puede regresar al poder, no por sus dotes, sino por el fracaso cultural del PAN. ¿Por qué? Porque el apostolado panista fue traicionado y porque la cultura del PRI se metió al PAN.
El PAN, dijo Calderón, “debe renovarse o morir”. Y precisamente luego de ese eslogan efectivista, el Presidente ofreció la parte medular de su discurso, al referirse a su papel en la selección del candidato presidencial por el PAN. Dijo que no interferirá en la contienda por la candidatura presidencial y afirmó que “ni remotamente haré a otros lo que quizá algunos pretendieron hacer conmigo”. ¿Qué quiso decir con eso?
Lo que muchos creyeron escuchar, ver y entender, es que Calderón les dijo a los consejeros del PAN que él, en tanto Presidente, no será igual que Vicente Fox; que no pretenderá imponer a su preferido. Y aquí es donde algunos respingaron la nariz, fruncieron el seño y hasta soltaron una sonrisa de reproche. ¿Por qué? Porque si Ernesto Cordero no es el delfín de Calderón, ¡cómo se le parece! Y si existen dudas, basta ver la cargada del pasado viernes, al más puro estilo del PRI.
Y es que si Cordero tiene cola de pato, pico de pato, plumas de pato y grazna como pato, los azules tienen derecho a suponer que se trata de un pato. Por eso Calderón deberá hacer mucho más que un discurso, para que el panismo y, los ciudadanos en general, le crean. Al tiempo.
EN EL CAMINO.
El destape que hizo el Partido Verde de Enrique Peña Nieto en realidad es un descontón del mexiquense a Manlio Fabio Beltrones. ¿Y ahora quién va a creer que es seria la elección interna del PRI, con los dados cargados?... Y, a propósito, débil el músculo mostrado por Peña Nieto en su primera incursión en la capital del país. En el DF, su preferida, Beatriz Paredes, tendrá que remar mucho y a contracorriente.
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