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Cubículo Estratégico
Milenio

Segunda. Este no es un problema del peso. Ayer prácticamente todas las mesas en las corredurías escapaban de cualquier activo denominado en monedas que no fueran dólares y se apresuraban a comprar bonos del tesoro estadunidense. El euro también sufrió una intensa y nerviosa jornada, pero las monedas de países emergentes están en el centro de la venta masiva que prefiere al dólar.
Tercera. El margen del Banco de México parece ser estrecho. Si bien Agustín Carstens ha fortalecido la posición cambiaria del país, y tenemos reservas récord de 136 mil millones de dólares, ese dinero serviría para contener una jornada de ataque especulativo contra el peso, lo cual no está ocurriendo. El peso es víctima de la concatenación global de variables adversas que apuntan a que el único refugio seguro es el dólar. Banxico podría intervenir el mercado si quisiera, pero sólo para contener una escalada mayor, no para equilibrar totalmente la paridad cambiaria.
Cuarta. Esta crisis viene de Europa. No importa cuán desarrollados estén, los europeos con sus deudas soberanas viven en un Frankenstein económico: una realidad de economías muy diferentes pegadas a la fuerza con cinta adhesiva. Su modelo de unión monetaria fracasó. El problema es que al ser tan grande su economía la repercusión en el planeta es mayúscula. Es como si el pulmón o el hígado se afectan, y al rato el paciente se duele también del bazo o la vesícula biliar.
Quinta. La economía mexicana es un fragmentito del mundo. Nunca dimos el “brinco” en estos 11 años de democracia, tiempo en el que sí lo dieron Brasil, India o China. Somos el país periférico entre los emergentes, y aunque hemos sido muy disciplinados en las finanzas públicas, nuestro mercado interno sigue siendo de minúscula importancia frente a la economía global.
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