Juan José Rodríguez Prats
Excélsior
El sábado me permití expresar al Presidente mi desacuerdo con mucho de lo manifestado en su discurso dirigido al Consejo Nacional.
El PAN surgió a la vida siendo un severo crítico del sistema al que denunció como corrupto y corruptor. Al llegar al poder, como es de explicarse, la congruencia se hizo más difícil. ¿Debe Acción Nacional olvidar ese coraje en la denuncia y esa demanda por vincular política y ética? Desde mi punto de vista, si así fuere, dejaría de ser el PAN.
Esto viene a cuento porque el pasado sábado me permití expresar al Presidente de la República mi desacuerdo con mucho de lo manifestado en su discurso dirigido al Consejo panista. Desafortunadamente, los presidentes Fox y Calderón, en las sesiones de dicho Consejo, escuchan al jefe nacional, se escuchan ellos mismos y se retiran sin atender las voces del órgano calificado por Efraín González Luna como la conciencia reflexiva.
Destaco cinco desacuerdos con el presidente Felipe Calderón:
1. La ética no puede renovarse, reformarse o revolucionarse. Los principios panistas ahí están y son válidos en los momentos actuales; deben ser cumplidos, no cambiados. Deben cambiar las actitudes y conductas que no se corresponden con esos principios. En materia de corrupción y de honestidad, el saldo es negativo. Lo dicen estudios internacionales: en México se ha incrementado la corrupción. La Secretaría de la Función Pública está lejos de haber tenido un buen desempeño.
2. Felipe Calderón impuso a Germán Martínez y a César Nava en la dirigencia panista. Ambos le hicieron el mayor daño al partido en toda su historia. Desde hace meses se venían escuchando los cambios en la Secretaría de Hacienda y los que vendrían en cadena. No hubo sorpresa alguna. La maniobra fue burda y, como bien dice Carlos Marín, a veces el PAN parece un PRI chafa.
3. El Presidente convoca a su partido a seleccionar a los mejores candidatos e inclusive a abrirse a la ciudadanía, pero él conforma un gabinete que, con notables excepciones, es calificado como mediocre. Muchos de sus integrantes ni siquiera son panistas y el trato al panismo es de soberbia, no hay ni por asomo lo pregonado por el PAN desde su origen: el humanismo político.
4. Efectivamente, hemos de cuidar con esmero la macroeconomía y ser responsables en el manejo de las finanzas públicas. Por eso no estoy de acuerdo en que se le permita al secretario de Hacienda, en búsqueda de un anhelo, dejar la dependencia en momentos de tanta turbulencia económica.
5. Desde hace muchos años hay panistas de primera y de segunda. Se dejó atrás la bellísima tradición de la camaradería castrense, del trato solidario al correligionario y de la calidad humana que caracterizó a los fundadores. A estas alturas, no se olvidan los viejos agravios y se sigue actuando con encono y resentimiento, malas señales para enfrentar los retos de 2012.Hay que sumar adeptos, tender puentes, reconciliar, practicar la mejor política.
Celebro que el señor Presidente condene la mentira y la hipocresía, me gustaría que se complementaran con saber escuchar y respetar a quienes nos permitimos discrepar de sus opiniones.
Algunos panistas condenan que fuera de sus órganos colegiados se hagan críticas con todo y que en el panismo se hagan en voz baja y con sigilo.
Sostengo que lo público debe ser tratado públicamente. Las verdades que no se ventilan se tornan venenosas. Manifiesto mi desacuerdo, por la gratitud y la lealtad que le debo al partido.
Felipe Calderón llegó a la presidencia del PAN sosteniendo un lema: “Ganar el gobierno sin perder el partido”. Efectivamente, lo hemos ganado, pero no se ha gobernado conforme a sus principios. Nos queda defender al partido, cuidar que no se deteriore más y pueda ser la mejor opción, como Manuel Gómez Morín la idealizó desde 1939. El PAN ofreció ser distinto y distinguible, jamás permitió la sumisión y el servilismo que tanto han enfermado la política mexicana. La frase es bíblica: “Qué mal podría la verdad ajena quien no comenzase usando la verdad en su daño”.
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