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La aldea global
La Crónica de Hoy

En el “ring” ocho candidatos, entre ellos Newt Gingrich, quien un día fuera “bestia negra” del presidente Bill Clinton desde su cargo de líder del Congreso; un tal John Huntsman, ex gobernador de Utah y ex embajador de Obama en China, cuyo discurso es, de hecho, más demócrata que el de muchos demócratas que se sientan en el Congreso; o el senador Ron Paul, obsesionado hasta el paroxismo con los inmigrantes, a los que perseguiría e interrogaría para ver si logra expulsarlos de inmediato.
Pero olvídense desde ya de estos políticos, caídos al suelo nada más comenzar la larguísima carrera hacia la Casa Blanca, y céntrense en estos tres otros contendientes, sobre los que corren todas las apuestas. A saber: el ex gobernador de Massachusetts, Mitt Romney, quien lo intenta por segunda vez consecutiva, tras su breve carrera en las primarias de 2008, ganadas por John McCain; la “reina” del Tea Party (con permiso de Sarah Palin), la congresista Michelle Bachmann; y, sobre todo, el gobernador de Texas, Rick Perry, quien hasta ahora había sido noticia, primero, por su afición a ordenar ejecuciones de reos, y hace un mes y medio, por su chocante imagen de telepredicador, rezando con miles de personas para que Dios se apiade de Estados Unidos y libre a su “tierra prometida” de la recesión.
Esta insólita imagen, que escandalizó a la prensa progresista y fue objeto de todo tipo de burlas y críticas, con este burdo intento de imitar a los ayatolás de Irán.
Pues bien, pónganse a temblar: cuando el moderador del debate presentó al público a Perry lo hizo festejado que era el gobernador de Texas que más gente ha ejecutado (ya va por los 232 presos muertos); y lo peor: el público estalló en aplausos y vítores. No queda ahí la cosa. La imagen del “góber piadoso” rezando, como si con ello se fuera a solucionar el problema de la crisis económica, como si diera a entender que con el actual presidente Dios ha abandonado a su suerte a Estados Unidos, lo catapultó a la cima de las preferencias en electorales entre los votantes republicanos.
Después de tanto tiempo observando de cerca la política estadunidense, aún me asombra la capacidad de muchos de ellos de someterse a ese sector más inmovilista de la sociedad estadunidense, ese que rechaza aún la teoría evolutiva y cree que somos hijos de Adán y Eva (que, por su puesto son blancos); ese que niega que esté ocurriendo un cambio climático (y mucho menos causado por el hombre, y muchos menos causado por el país más contaminante del plante: Estados Unidos); ese que cree que ser musulmán es igual a ser terrorista; ese que sospecha de alguien moreno de piel y con aspecto hispano es sospechoso de haber cruzado ilegalmente la frontera (aunque si les interesa lo usa para trabajar el campo, en la construcción, de cocinero o de señora de la limpieza); ese que disfruta comprando todo tipo de armas, pese a que al menos una vez por semana hay un tiroteo de civiles.
Todavía hace cuatro años en las primarias el discurso de los aspirantes republicanos era moderado, al menos más moderado que la gestión del presidente Bush. Entonces no existía el Tea Party ni su discurso radical, copiado de organizaciones de extrema derecha casi clandestinas.
Ahora, lo que vimos hace dos noches en el ruedo fueron ocho aspirantes peleándose por demostrar quién era el más conservador de todos, el más radical. Ganó el “góber piadoso”, el que pidió militarizar la frontera con México. ¡Que Dios nos coja confesados!
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