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Códice
La Crónica de Hoy

Hablo, reitero, de indicios. Estamos lejos de contar con datos duros. Después vinieron los videos del grupo vengador que han sido objeto de análisis y, sobre todo, la aceptación oficial por parte del secretario de Gobernación, quien señaló que se aplicará toda la fuerza del Estado contra quienes combaten al crimen al margen de la ley. Al intentar una explicación, Blake Mora advirtió que las debilidades institucionales de las corporaciones policiacas deben ser corregidas de frente y sin disimulo, lo que será una tarea ardua, difícil, un camino largo pero impostergable e ineludible.
La eventual aparición de un grupo paramilitar de matarifes que ejecutan por la libre para no tener que seguir el camino legal, es una noticia pésima para la democracia mexicana, comenzando por las propias instituciones de cuyo seno pudo haber brotado el grupo, ya sean federales, estatales o municipales. De nuevo se plantearon comparaciones con Colombia, donde surgieron grupos paramilitares para combatir al margen de la ley a narcos y guerrilleros, y que a los pocos años se convirtieron en un cáncer similar al de los narcos y guerrilleros. De hecho, hay estudiosos que aseguran que los paramilitares mataron allá a más gente de los propios narcos. Quienes se alegran por los ajusticiamientos extrajudiciales deberían dejar las sonrisas de lado y poner cara de preocupación porque los paramilitares, envalentonados, suelen tomar el lugar de los grupos que despedazan, quedarse con sus causas y sus negocios. Resulta pero el remedio bizarro que la enfermedad original.
El éxito de los Matazetas, guerreros sin rostro que mandan el mensaje de que sus riales no son invencibles, no debe asumirse como un éxito de las instituciones o de la gente, sino como un gran fracaso, como una vía corta al autoritarismo. Es el anuncio de tiempos oscuros, densos, impenetrables. Ahora el Estado y sus fuerzas formales tienen dos tareas: atrapar a Los Zetas y a sus verdugos. Es un acto de cinismo monstruoso pedirle a la sociedad que confíe en ellos. En cualquier momento puede sobrevenir una venganza. Preocupa y mucho que Los Zetas no apunten en contra de sus rivales desconocidos, sino contra la gente indefensa. Escalar la violencia no es ruta a la paz.
Desde luego todas las autoridades han pintado su raya, pero eso es insuficiente. Tienen la obligación de capturar cuanto antes a los Matazetas, comenzando por su aparente líder, el tipo fornido de los videos. Varios analistas han recordado el caso de uno de los municipios conurbados de Monterrey, donde se recurrió a un “grupo rudo”, es uno de los episodios de vergüenza para el Estado en general, para el municipio y para el PAN y los demás partidos. Hay, desde luego, el riesgo de que otras plazas también acosadas por la delincuencia recurran a la misma alternativa: formar un grupo de matones que elimine a los delincuentes sin llevarlos a un juez, o que acabe incluso con los que están purgando una condena.
Las estrategias de comunicación de los paramilitares constituyen otro golpe devastador para la imagen internacional del país, pues como los videos aparecieron en la red, tuvieron difusión global inmediata. En todos los portales del planeta pudo verse al gordo diciendo que ellos eran los responsables de la matanza. Un país que quiere limpiar su imagen internacional no puede contrarrestar los efectos de la aparición de un grupo de vengadores fuera de la ley que anuncia nuevas matanzas. La fragilidad de nuestras instituciones nos puede llevar al callejón sin salida de la violencia autoritaria.
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