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La Razón
En todo caso expresa el nerviosismo del presidente de Repsol, Antonio Brufau y sus amigos que se benefician de su cargo.
Pemex sólo sube de 4.8 a 9.8 su participación en Repsol y logra mayoría al establecer una alianza con la constructora Sacyr, que tiene el 20 por ciento de las acciones. Esa es una empresa española, no finlandesa ni noruega. ¿Cuál pérdida de españolidad?
Los “consejeros independientes”, salvo uno, brasileño, no tienen más ligas con la industria petrolera que su participación en Repsol. Están ahí por su lucrativa cercanía con Brufau.
Uno de esos consejeros de Repsol es el notario de Brufau en Barcelona. Otro, su amigo de la infancia y negociante de sopas instantáneas. El otro fue compañero de Brufau en el corporativo de La Caixa.
Felipe González, el otro que ha puesto el grito en el cielo por la “pérdida de españolidad de Repsol”, es consejero de Gas Natural, de la que Repsol es dueña en un 30 por ciento, y fue puesto ahí por Brufau, y donde gana carretadas de dinero por el puesto que ocupa.
La legalidad de la operación está fuera de toda duda, como lo expresó el Ministro de Industria, a quien El País regañó en su editorial del jueves 1 de este mes.
Entonces, ¿qué defienden?
Por lo visto, defienden privilegios, cotos de poder y de dinero.
¿Por qué Pemex se alió con Sacyr, una constructora sin relación con la industria del petróleo?
Parece obvio: porque tiene el 20 por ciento de Repsol y junto a ella hace mayoría.
Y Sacyr buscó a Pemex como el aliado petrolero que necesitaba dentro de la compañía. Es decir, ganar-ganar.
Se nos quiere presentar a Sacyr como una constructora equis, y no es así.
Si bien su presidente, Luis del Rivero, es un hombre polémico, Sacyr es la empresa que está construyendo el nuevo Canal de Panamá.
También construye el puente colgante más grande del mundo, que unirá a Sicilia con el resto de Italia.
Y Pemex entra a esa alianza con Sacyr para tener mayor peso en las decisiones de Repsol y hacer sinergias con la petrolera española.
En los planes de Repsol, México no existe. Ahora tendrán que escuchar y debatirse propuestas que impliquen ganancias para ambas partes.
Mientras los mexicanos se limitaban a cobrar su cheque y no opinaban por falta de peso accionario, todo perfecto.
Pero si van a tener un asiento en el Consejo de la empresa, duro contra ellos.
¿Por qué? Porque su alianza táctica con Sacyr le puede alterar el modus vivendi a un grupo de poder político y económico en España.
Y nada se defiende tanto como un privilegio. Entre cierto tipo de personas, claro está.
Ahora bien, ¿conviene o no conviene a Pemex aumentar su participación en Repsol?
La respuesta es sí. De los 10 mil millones de dólares que Pemex tiene en caja y no puede utilizar en inversión en México, hará una inversión en acciones de Repsol por apenas el cinco por ciento de ese monto que tiene inmovilizado.
En el banco le daría uno o dos por ciento. En Repsol, el seis.
Pero no está ahí la ventaja principal, sino en la posibilidad de sinergias de Pemex con Repsol.
Hasta ahora ni nos miran, pero con voz cantante en el Consejo de la empresa, Repsol puede invertir en México dentro de lo que le permite la ley. Contratos incentivados, petroquímica o comprar refinerías en Estados Unidos, como ya tiene Pemex en Texas con muy buenos resultados.
La operación le conviene a Pemex, y le conviene a Repsol.
Aquí, sin embargo, algunos consejeros de Pemex han manifestado su malestar porque no se les consultó para negociar la operación de alianza con Sacyr.
No era obligación hacerlo en este caso.
Y si se hubiese publicitado antes de concretarse, obviamente el proyecto de alianza con Sacyr se habría caído.
Tampoco era una decisión estratégica en sentido estricto. Pemex tiene casi 30 años en Repsol. No acaba de entrar, sólo aumenta cinco por ciento su participación.
Cuando se decidan proyectos específicos con Repsol, ahí sí la Dirección de Pemex deberá consultar la opinión de los consejeros profesionales.
En síntesis, la operación de Pemex en España fue audaz, benéfica, y levantó ámpula en un mundillo de intereses creados allá y lastimó vanidades acá.
A ver si no son estas últimas, las de acá, las que terminen por bloquear un proyecto cuyo beneficio objetivo nadie ha cuestionado en México.
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