septiembre 06, 2011

Y ahora, ¿quién podrá renunciarlos?

Carlos Loret de Mola (@CarlosLoret)
Historias de un reportero
El Universal

El entonces gobernador Víctor Manzanilla relataba que al arranque de la administración de Salinas de Gortari fueron convocados todos los mandatarios estatales para la tradicional fotografía con el Presidente. La grilla mexicana —en la que se leen e interpretan hasta las señales que no son señales— elucubró sobre el poderío de los que en esa imagen aparecían más cerca del entonces presidente. Para la mitad del sexenio, se supo: ninguno de los gobernadores que lo rodeaban en la foto seguía en su cargo; Salinas los había hecho renunciar, Manzanilla entre ellos.

El ejercicio del poder absoluto en México por parte del presidente dejaba en sus únicas manos el destino de cualquier gobernador. Era lógico: si llegaban al cargo se la debían al jefe de Los Pinos y por tanto se sometían a sus decisiones.

Al inicio de la democracia en México —con todas sus fallas— ese presidencialismo quedó muy acotado. Ya no todos los gobernadores se la deben al Presidente: a veces están en deuda con sus partidos, un dirigente, un empresario, otro gobernador, incluso a la gente que les votó.

Es lugar común concluir que el poder absoluto del presidencialismo priísta se trasladó a los gobernadores que ejercen desde entonces como caciques feudales, sin contrapesos. ¿Ahora quién les pide la renuncia cuando las cosas se les salen de control? Nadie.

1.- Cuando el priísta Ulises Ruiz tenía a Oaxaca ingobernable, cuando el priísta Mario Marín quedó exhibido en tratos oscuros, el presidente era panista (Fox, Calderón), sin capacidad para llamarlos al orden. Los poderosos priístas de entonces —Beltrones como vicepresidente virtual en el primer tramo del sexenio calderonista, Peña Nieto como el más popular y líder de facto de los gobernadores— optaron por negociar con Los Pinos la permanencia de Ruiz y Marín en lugar de apostar por la limpieza de sus filas.

2.- Para la violencia en que tiene a Michoacán —municipios donde no está claro que se podrán llevar a cabo las elecciones en noviembre—, para cómo integrantes de su familia y el primer círculo de su administración han sido sospechosos y/o están prófugos de la ley, el perredista Leonel Godoy ya no sería gobernador en otros tiempos. Hoy no hay quien lo llame a cuentas: Jesús Ortega, López Obrador, Marcelo Ebrard respaldan, avalan, orquestan hasta con triquiñuelas la evasión de la justicia del medio hermano del mandatario estatal.

3.- El caso más reciente es el del presidente municipal de Monterrey, el panista Fernando Larrazabal. Las sospechas sobre su hermano y sobre su delfín, los videos, el escándalo de los quesos, los billetes y los casinos deberían tenerlo fuera de la alcaldía. ¿Quién se lo va a pedir? ¿El presidente Calderón, que es de su partido? ¿El precandidato Ernesto Cordero, de quien es operador electoral? ¿O seguirá ahí, apostando a que baje la marea?

SACIAMORBOS

Lo “renunció” su jefe para aparentar disueltas sus ligas, pero él mismo lo protegió y ahora lo tiene de orador en mítines.

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