ceciliasotog@gmail.com
Analista política
Excélsior

Con motivo del fallecimiento de Steve Jobs hay numerosas reseñas de especialistas sobre su genio para crear nuevos productos y revolucionar cómo uno usa la computadora, cómo oye música, ve cine, cómo transforma el uso del celular, la fotografía, el periodismo, la lectura, la televisión, la diseminación de los inventos y cuántas cosas más. Pero mi testimonio como consumidora es más sencillo: una vez que se prueba un producto Mac no se vuelve a la marca anterior. La fidelidad y el casi fanatismo por los productos creados por Jobs viene de una experiencia superior como consumidor.
Todo producto es al mismo tiempo la materialización de un conjunto de ideas y una declaración del productor sobre el potencial comprador. De manera tal vez inconsciente, el contacto con un producto excepcional relaciona al consumidor con el trabajo genial que fue capaz de producirlo. En el caso de la revolución que lleva Jobs a Apple, la evolución rápida de ese producto excepcional crea una crisis en el consumidor quien pensó que ese producto era insuperable y le presenta en forma práctica y sensible la evidencia del pensamiento innovador y creativo. Son productos que mejoran al consumidor no sólo por las ventajas prácticas que esos productos traen a su vida sino también porque le dan pruebas palpables del genio humano. Al mismo tiempo, expresan un gran respeto por el consumidor: no mereces que te dé porquerías, mereces lo mejor.
Con todo, de no haber sido por el talento excepcional de Jobs para el mercadeo, los seguidores de sus productos seguiríamos siendo una pequeña cábala de elegidos. ¿Cómo hacer que una parte del 90% del mercado aferrado a Windows conociera Apple y pudiera comparar? La oportunidad llegó cuando Apple comenzó a fabricar sus computadoras con los procesadores Intel. Muchos, muchísimos, cientos de miles o millones de consumidores, no compraban las Mac por temor a un sistema operativo desconocido. Contra todo lo que había predicado, Jobs ofreció entonces computadoras que podían correr con Windows o con su sistema operativo: así el consumidor podía comparar. Ahí comenzó el cambio y éste se tornó en un tsunami de ventas cuando el genio de Cupertino aceptó que su producto más vendido, el iPod, pudiera también usarse con Windows. De hecho, por razones de poder adquisitivo, hay millones de usuarios cuya única experiencia con Mac es a través del iPod. A la fecha hay 320 millones de iPods vendidos y aproximadamente diez mil millones de canciones compradas en iTunes.
Steve Jobs fue otro de los multimillonarios que rechazó la opción de donar la mitad de su fortuna a la filantropía. De hecho, cuando Jobs regresa a Apple en 1997, cierra las iniciativas de filantropía de la compañía. En cambio, dedica todas sus energías a mejorar la vida de los demás a través de compartir la experiencia creativa con millones de personas a partir del uso de productos excepcionalmente bellos, simples y útiles. Steve Jobs mejoró al mundo dándose y no simplemente dando: que su ejemplo se multiplique. Nos vemos en @twitter: ceciliasotog
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