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La aldea global
La Crónica de Hoy

No pretendo con esta columna repasar los logros tecnológicos de Jobs ni la carrera política de Palin, sino acercarnos al pensamiento y vida de ambos personajes, para entender por qué el modelo que propone el primero es la mejor garantía para que EU pueda seguir liderando el mundo durante las próximas décadas, mientras que el modelo que propone la líder (espiritual) del Tea Party es el camino más corto para convertir a EU en un país intolerante, excluyente y mediocre.
Olvídense, pues, de los aparatos tecnológicos que salieron de la mente de Jobs y que han entusiasmado a generaciones enteras; centrémonos en su filosofía de vida, que compartió con los alumnos de la Universidad de Stanford, en junio de 2005, y que se considera ya un discurso mítico.
Steve Jobs recordó ante cientos de estudiantes que él también eligió estudiar en un centro prestigioso, pero tuvo que desistir porque era tan caro que arruinaría a sus padres adoptivos, de clase obrera; destacó, sin embargo, que lo que aprendió durante el breve tiempo que pasó por el elitista Reed College le sirvió años después para diseñar con gran éxito sus computadoras. Anunció a los jóvenes que había sido diagnosticado con cáncer y confesó cómo la noticia le hizo comprender que, si la muerte lo esperaba a la vuelta de la esquina, la mejor herramienta era empezar a vivir según lo que le dictara el corazón; por esto mismo, aconsejó a los jóvenes de Stanford, que ese día se graduaban, que se pusieran como meta encontrar lo que realmente aman, “sin dejarse atrapar por los dogmas” y siempre con hambre de conocimiento, y a ser posible con ese toque de locura que a él lo llevó a tropezar muchas veces, pero también a lograr cosas que hicieron que el mundo fuera “un poco más feliz”, como han repetido estos días sus seguidores e incluso rivales, como Bill Gates.
Rescatemos ahora parte del pensamiento de Palin, que ella misma resumió en su mensaje de despedida. La ex gobernadora anunció que, “después de mucho rezar”, llegó a la conclusión de que era más útil para el Partido Republicano si se mantiene entre bambalinas, desde donde ayudará al futuro candidato a “frenar” la revolución de Obama, y lo ayudará a “restaurar los valores” que, según ella, hicieron una vez grande a Estados Unidos.
Steve Jobs no era político ni tuvo tiempo de escuchar el último discurso de Palin, pero, si lo hubiera hecho, primero habría sonreído ante la ocurrencia de la republicana de tener que consultar a Dios (mediante rezos) sobre su destino; y segundo, se habría preocupado con sus ideas involutivas sobre a dónde tiene que dirigirse Estados Unidos.
¿Qué pretende Palin —podrían haberse preguntado Jobs—: reinstaurar en las escuelas la teoría creacionista, que ella apoya fervorosamente; frenar el progreso y la ciencia en nombre la palabra de Dios; pretende acaso convertir a EU en una república fundamentalista al estilo de Irán, donde el único avance es la tecnología armamentista, mientras prohíbe, por ejemplo, las investigaciones con células madre?
Todo esto es, precisamente, el modelo de vida que repudia Jobs y que aconseja a los estudiantes que no sigan, porque, con tantas prohibiciones que impondrían dogmáticos como Palin, cortarían las alas a su creatividad.
Si EU sigue a la vanguardia mundial en tecnología punta, no es por esos estadunidenses que viven con la Biblia en una mano y el fusil en la otra; que recortan las ayudas a la educación de los que menos tienen y favorecen con sus bajos impuestos el acceso de los más ricos a las universidades más prestigiosas; o que desprecian el mérito académico que pueda aportar un joven inmigrante, si resulta que sus padres son ilegales.
Si Estados Unidos está a la vanguardia de la “nueva economía”, con marcas como Twitter, Google o la propia Apple, es por esos emprendedores como Steve Jobs, que se entusiasmaron con el potencial casi infinito de las nuevas tecnologías y, sobre todo, porque no se vieron “atrapados” en inútiles dogmas.
Este es legado innovador y progresista que nos deja Jobs y que inspiró a tantos otros, como así dijo Marck Zuckemberg, quien aprovechó su página en Facebook para escribirle de manera póstuma: “Gracias por enseñarnos que lo que se crea puede cambiar el mundo”.
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