octubre 07, 2011

Palabras de Steve Jobs

Carlos Tello Díaz
ctello@milenio.com
Carta de viaje
Milenio

El 12 de junio de 2005 Steve Jobs habló en la ceremonia de graduación de la Universidad de Stanford. Ese discurso es legendario, pero lo quiero evocar aquí por si hay lectores que aún no lo conocen. “Hoy deseo contarles tres historias de mi vida”, dijo Jobs en Stanford. “Eso es, no gran cosa, sólo tres historias”. Reproduzco la primera de las tres:

“Todo comenzó antes de que yo naciera. Mi madre biológica era joven, estudiante de universidad graduada, soltera, y decidió darme en adopción. Ella creía firmemente que debía ser adoptado por estudiantes graduados. Por lo tanto, todo estaba arreglado para que apenas naciera fuera adoptado por un abogado y su esposa, salvo que cuando nací, ellos decidieron en el último minuto que en realidad deseaban una niña. De ese modo mis padres, que estaban en lista de espera, recibieron una llamada en medio de la noche preguntándoles: Tenemos un niño no deseado, ¿lo quieren? Ellos dijeron: Por supuesto. Posteriormente, mi madre biológica se enteró que mi madre nunca se había graduado de una universidad y que mi padre nunca se había graduado de la enseñanza media. Se negó a firmar los papeles de adopción definitivos. Sólo cambió de parecer unos meses más tarde, cuando mis padres prometieron que algún día yo iría a la universidad.

“Luego a los diecisiete años fui a la universidad. Sin embargo, ingenuamente elegí una universidad casi tan cara como Stanford y todos los ahorros de mis padres de clase obrera fueron gastados en mi matrícula… No tenía idea de lo que quería hacer con mi vida y no tenía idea de la manera en que la universidad me iba a ayudar a decidirlo. Y aquí estaba yo, gastando todo el dinero que mis padres habían ahorrado durante toda su vida. Así que decidí retirarme y confiar en que todo iba a salir bien. Fue aterrador en ese momento, pero mirando hacia atrás fue una de las mejores decisiones que tomé. Apenas me retiré, pude dejar de asistir a las clases obligatorias que no me interesaban y comencé a asistir irregularmente a las que se veían interesantes.

“No fue todo romántico. No tenía dormitorio, dormía en el piso de los dormitorios de amigos, llevaba botellas de Coca Cola a los depósitos de 5 centavos para comprar comida y caminaba 11 kilómetros, cruzando la ciudad todos los domingos en la noche, para conseguir una buena comida a la semana en el templo Hare Krishna. Me encantaba. La mayor parte de las cosas con que tropecé siguiendo mi curiosidad e intuición resultaron ser inestimables posteriormente. Les doy un ejemplo. En ese tiempo, Reed College ofrecía quizás la mejor instrucción en caligrafía del país. Todos los afiches, todas las etiquetas de todos los cajones estaban bellamente escritos en caligrafía a mano en todo el campus. Debido a que me había retirado y no tenía que asistir a las clases normales, decidí tomar una clase de caligrafía para aprender. Aprendí de los tipos serif y sans serif, de la variación de la cantidad de espacio entre las distintas combinaciones de letras, de lo que hace que la gran tipografía sea lo que es. Fue hermoso, histórico, artísticamente sutil de una manera que la ciencia no logra capturar, y lo encontré fascinante.

“Nada de esto tenía incluso una esperanza de aplicación práctica en mi vida. No obstante, diez años después, cuando estaba diseñando la primera computadora Macintosh, todo tuvo sentido para mí. Y todo lo diseñamos en la Mac. Fue la primera computadora con una bella caligrafía. Si nunca hubiera asistido a ese único curso en la universidad, la Mac nunca habría tenido tipos múltiples o fuentes proporcionalmente espaciadas. Además, puesto que Windows sólo copió la Mac, es probable que ninguna computadora personal la tendría. Si nunca me hubiera retirado, nunca habría asistido a esa clase de caligrafía, y las computadoras personales no tendrían la maravillosa tipografía que tienen. Por supuesto era imposible conectar los puntos mirando hacia el futuro cuando estaba en la universidad. Pero fue muy, muy claro mirando hacia el pasado diez años después.

“Reitero, no pueden conectar los puntos mirando hacia el futuro; sólo pueden conectarlos mirando hacia el pasado. Por lo tanto, tienen que confiar en que los puntos de algún modo se conectarán en el futuro. Tienen que confiar en algo: su instinto, su destino, su vida, su karma, lo que sea. Esa perspectiva nunca me ha decepcionado y ha hecho la diferencia en mi vida”.

El discurso nos habla de la necesidad de hacer lo que nos gusta, para realizar así lo que queremos ser. Ser fieles a lo que somos, aceptar lo que nos apasiona. No importa si al principio todo parece confuso: the dots will connect. Su traducción al español puede ser leída en http://www.adrianajurczuk.com.ar/textos/stevejobs.pdf.

Postdata. Esta Carta de Viaje será la última en llegar los viernes a las páginas de MILENIO. A partir de la semana que viene, llegará los jueves.

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