Desde Cabina
@Adela_Micha
Excélsior

Hasta aquí, palabras más, palabras menos, el mensaje en video que habla del credo y la magia de Steve Jobs. El hombre que siempre fue joven. Quien se hizo mundialmente reconocido por su forma tan sencilla de ser y de vestir: siempre, un suéter negro y un pantalón de mezclilla.
Y yo le guardo una muy especial admiración por lo que hizo, pero sobre todo porque lo hizo.
Revolucionó el mundo, el espacio y el tiempo. Un día fue llamado el más grande filántropo del siglo porque, siendo multimillonario, dedicó toda su fortuna a hacer más cómoda la vida de tres mil millones de seres humanos que usan sus novedades informáticas.
Jobs era el filósofo de nuestro tiempo y nos asombramos de su elocuencia y su claridad de pensamiento al escuchar sus discursos. Creó un imperio informático que hoy dicta el paso a la humanidad. El de las herramientas que usan millones de personas cada día. Sus conocimientos aplicados al diseño, la computación, la telefonía, la electrónica, cambiaron para siempre hábitos como leer, escuchar, ver, grabar y archivar textos, música, videos, imágenes.
Le imprimió la más grande velocidad a la difusión del conocimiento humano, ahora al alcance de todo el mundo.
Con Jobs, niños, adultos y mayores aprendimos un lenguaje con el que ahora nos entendemos.
Un hombre que se adelantó a su tiempo porque, sabiendo que iba a morir, trabajó para crear una plataforma de innovaciones que siguiera creciendo, aun si no viviera.
El iPhone, el iPod, la iPad. Además creó miles de aplicaciones, revolucionó nuestro ritmo de aprender, de conversar, de admirarnos. Nunca tan constantemente hemos ido de asombro en asombro como en esta época. Y en gran parte se lo debemos a él.
Multimillonario, empresario, pero siempre dando a conocer como una celebridad, su más reciente obra, como estrella de un espectáculo.
Su muerte será igual, habrá luto mundial.
Ayer Apple presentó el iPhone 4S. Epitafio del futuro.
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