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Interludio
Milenio

Ahora bien ¿en qué momento volverá a la superficie el Obrador majadero, el provocador, ese intolerante de piel delgada que si no recibe el trato que cree merecer —por ejemplo, de la prensa— comienza a lanzar airadas denuncias contra “la mafia”, el sembrador de divisiones entre los pobres “buenos” y los ricos “malos”, el extremista que espanta a las clases medias, el posible émulo de Hugo Chávez, en fin, el caudillo en ciernes de un país que lo que menos necesita es, justamente, caudillismo?
López Obrador es un hombre del sistema que pretende estar fuera del sistema. Lo ha hecho, supongo, por conveniencia propia. Y también para consumo de la galería. Ello le ha permitido, a la vez, agenciarse las simpatías de un sector de la población que se embelesa, a estas alturas del partido todavía, con el ensueño del “estallido social”; una perspectiva, encima, que les sirve de espantajo para acojonarnos a todos aquellos que no comulgamos con su tremendista visión de las cosas. Pero el hecho de que el flamante candidato de la izquierda conozca a fondo las reglas del juego significa que terminará por aceptarlas, sobre todo ahora que su aventura antisistema se ha reducido a lo que vemos: una declarada aprobación, en tanto que va a participar de nuevo en la carrera, de los requisitos impuestos por las instituciones. En esta nueva aventura, jugándose todas sus cartas, López Obrador ya no podrá construir de nuevo los escenarios que fabricó en 2006. Será todo… o nada. Ya lo veremos.
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