revueltas@mac.com
Interludio
Milenio

Es importante saberlo, aparte de urgente, porque los denuestos nuestros de cada día no nos dan tregua alguna y, por el contrario, nos atosiga un clima de exacerbado encono: miren ustedes, para mayores señas, las invectivas, insultos, ofensas, insolencias, ultrajes, agravios y desprecios que recibe el presidente de la República —y sin chistar, encima, porque basta con que le venga la ocurrencia de dar acuse de recibo para que lo tilden de “autoritario”, “represor”, “fascista” y otras lindezas (más improperios, o sea)— y comprueben ustedes mismos, de tal manera, que el camino por recorrer es larguísimo y que esa Arcadia dibujada por López Obrador es más bien una utopía inalcanzable.
Pero, hay más: ha sido él, precisamente, el primerísimo encargado de azuzar los ánimos, el primerísimo responsable de espolear a los inconformes y el primerísimo culpable de propiciar el enfrentamiento entre unos mexicanos que, a estas alturas, se encuentran fatalmente divididos en dos bandos nada amorosos.
Calificar de “espurio” y de “pelele” al adversario que alcanzó el triunfo en las urnas —por más estrecha que haya podido ser la victoria— no es precisamente una declaración de amor. Tal vez el antiguo ofensor se ha trasmutado ya en un virtuoso bendecido por sentimientos de misericordia pero el problema es que las palabras se han quedado ahí y, hasta nuevo aviso, son utilizadas desenvueltamente por sus seguidores para seguir aderezando, cada día que pasa y sin respiro, discursos de odio, animadversión y desprecio.
O sea, que lo del amor no me lo creo. Pues eso.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario