apascoe@cronica.com.mx
Invasión retrofutura
La Crónica de Hoy

Y vaya que vivimos días de puritanismo. En todo el debate sobre Carmen Aristegui, MVS y el supuesto alcoholismo de Felipe Calderón ha habido un damnificado en quien nadie ha reparado. No me refiero al derecho de expresión o libre prensa. No me refiero al derecho a no ser difamado (que también existe). Me refiero al derecho a ser un borracho.
Dice la famosa manta de Noroña que Calderón no debe gobernar por ser un borracho, pero al parecer piensa que ser un porro y analfabeta funcional no es limitante para ser diputado. No sé si él sea esas cosas —no lo conozco—, pero existe un fuerte rumor en las redes sociales diciendo que lo es. Le tocará a él aclarar el rumor y demostrar su inocencia, de acuerdo con lo que hoy llamamos “el método Aristegui”.
Mucha gente bastante bien informada ya ha descrito sus razones para asegurar o al menos suponer que Calderón no es borracho. Periodistas que lo siguen, que lo conocen, que trabajan cerca de la Presidencia aseguran que el rumor es falso. Es por esa razón que este rumor, que todos habíamos escuchado alguna vez, nunca había hecho noticia.
Al mismo tiempo, los promotores del rumor —Noroña, Arreola, et al— aún no han presentado ningún argumento para defender su convicción: ¿hay algún testigo de Calderón trastabillando, de él borracho en público (o en privado), de él haciendo un show a la Yeltsin? No se ha mostrado ni algo contundente ni algo débil. Nada.
Lo que sí se ha hecho es una asquerosa difamación de un acto perfectamente noble: beber. Me van a perdonar, pero muchísima gente toma sus mejores decisiones borracha. De hecho, miles de humanos tienen una vida sexual exclusivamente gracias al alcohol. Para otros tantos, poder beber es la mejor forma de combatir el estrés, el aburrimiento, la soledad, la alergia a los gatos y el mal de amores. Decenas de estudios demuestran los beneficios de tomarse unos cuantos tragos todos los días.
He visto editorialistas comentar todos los matices de este tema, pero nadie ha salido en defensa de los borrachos. ¿Qué nos ha sucedido? ¿Dónde está nuestro espíritu de goce de la vida? ¿Es que nos hemos vuelto todos puritanos desde que dejamos de fumar? Carajo, ¿puede alguien solidarizarse conmigo?
Preguntas válidas, sobre todo después de la conferencia de prensa de Aristegui. En ella, la famosa conductora dijo que todas las preguntas son legítimas y se pueden hacer. Creo que tiene toda la razón: las preguntas se valen siempre. Y no sólo eso, es indispensable hacerlas en muchos casos. Además, para nadie es un secreto que la libertad de prensa no es un derecho adquirido: hay que pelear por él todos los días, en todos los frentes. Hay que defenderla de gobiernos, de criminales y sobre todo de intereses económicos o poderes fácticos. Además, lo digo de una vez: MVS se equivocó de principio a fin echando a Carmen. Fue una decisión tonta y torpe. Ojalá regrese pronto al aire.
Pero el tema no es si se pueden o no hacer preguntas. El tema es: ¿es la pregunta mínimamente inteligente? ¿Está dirigida a la persona correcta? Porque, me van a perdonar, sí existen las preguntas tontas. Y existen a raudales.
Por ejemplo, a partir de lo que dijo Aristegui en su conferencia de prensa, me surgen a mí algunas: ¿Qué pasó en esas reuniones en la Destilería y el Meridian que definieron su salida? ¿Quiénes asistieron? ¿Ella estuvo ahí? Si no, ¿Cómo sabe de ellas? ¿Cómo sabe que alguien dijo “la cabeza de Aristegui o la banda de 2.5 gigahertz”? ¿Cómo sabe que es un “berrinche presidencial”?
Preguntas tontas, quizá. Preguntas que, además, Aristegui no piensa contestar. Después de su defensa a la pregunta, se fue sin aceptar ninguna.
Lamenté, eso sí, no ver una gota de humildad ni autocrítica en el mensaje de Aristegui. Está bien que no se disculpe si no siente haber hecho algo mal, pero la verdad es que sí existe la posibilidad de que su pregunta — válida y legal— haya sido algo injusta. Al menos, cuando uno cree en la presunción de inocencia.
Presidencia ya le contestó a Carmen. ¿Está satisfecha con la respuesta? No sabemos. Pero sí sé que le deben una disculpa a alguien: a los borrachos bienintencionados que poblamos el mundo.
Francamente.