Reforma
Andrés Manuel López Obrador no tendrá dificultades para ganar la candidatura del PRD, pero le será muy difícil remontar los negativos en la elección presidencial

El desenlace de esa contienda es menos incierto de lo que desearían los ebrardistas. Me explico. AMLO ha montado ya su Movimiento de Regeneración Nacional (Morena), tiene bajo su férula a Convergencia -ahora Movimiento Ciudadano-, al Partido del Trabajo, a la mitad del PRD y lleva años en campaña.
No sólo eso. Los sondeos entre militantes y simpatizantes de la izquierda le son favorables 2 a 1. La encuesta del mes de agosto de Mitofsky le otorga a López Obrador 60.7 por ciento de intenciones de voto entre los militantes y simpatizantes del PRD, PT y Convergencia contra 28.3 por ciento a Marcelo Ebrard.
Las malas noticias para Ebrard y la corriente Nueva Izquierda -que lo apoya- no terminan allí. Mitofsky le otorga al jefe de Gobierno de la Ciudad de México 32.8 por ciento de intenciones de voto entre los electores independientes -aquellos que no simpatizan con ningún partido- contra 30.1 por ciento a AMLO. Esto significa que entre los independientes Ebrard y López están prácticamente empatados.
Pero la peor de las noticias para los ebrardistas proviene de la misma encuesta. Si se suma la preferencia de los electores de izquierda y los electores independientes, AMLO obtiene 38.9 por ciento de intenciones de voto contra 31.4 por ciento de Ebrard, es decir, aventaja al jefe de Gobierno con 7.5 puntos.
Dicho de otro modo, si la selección del candidato del PRD a la Presidencia de la República se hiciera mediante una encuesta a electores independientes y militantes y simpatizantes de la izquierda, López Obrador sería nominado sin mayor problema.
Y no hay ninguna razón que pudiera justificar que la encuesta sólo se dirigiera a los electores independientes o que incluyera a los que simpatizan por partidos que no son de izquierda. Baste advertir que en el PAN y en el PRI serán solamente los militantes de esas organizaciones quienes elijan sus candidatos a la Presidencia de la República.
El argumento repetido por los partidarios de Marcelo Ebrard de que AMLO tiene muchos negativos en población abierta y que, en consecuencia, no podría jamás ganar la elección presidencial, no hace mella entre los lopistas. Porque ellos, como su jefe, están convencidos de que en 2012 el PAN se desplomará y la contienda será una suerte de plebiscito entre Peña y López Obrador.
El hecho de que AMLO crea y sienta que tiene la candidatura presidencial en el bolsillo explica dos cosas.
Primero, que su reacción al despido de Martí Batres haya sido, contra su costumbre, mesurada y prudente. ¿Para qué enfrentarse abiertamente a Marcelo Ebrard si sabe que tiene una ventaja considerable? Una ventaja que será muy difícil, por no decir imposible, desmontar en los próximos meses.
Segundo, para Ebrard y López Obrador el peor de los escenarios es la división de la izquierda. Ninguno la quiere y harán todo por evitarla. No sólo porque tornaría imposible la victoria en la elección constitucional, sino además porque pondría en riesgo la jefatura de Gobierno en la Ciudad de México.
De hecho, las encuestas en el Distrito Federal muestran un repunte del PRI y una amplia simpatía por la candidatura de Beatriz Paredes. Así que el horno no está para bollos. Incluso si el PRD no se divide y elige como candidato al mejor de sus militantes, la competencia en 2012 será muy reñida en la Ciudad de México.
Todo esto pone a Marcelo Ebrard y Nueva Izquierda frente a un escenario poco favorable en el corto plazo. La victoria, casi segura, de López Obrador se traducirá en un ajuste de cuentas. A los agravios de Batres, Padierna y Bejarano se sumará la ira del propio "rayito de esperanza".
A estas alturas es más que probable que López se sienta traicionado por Nueva Izquierda y por el propio Ebrard. Pero además, su condena de ambos se finca en la convicción de que la política de alianzas que impulsaron en el Estado de México equivale a pactar con una fracción de "la mafia en el poder".
Sin embargo, el cálculo de los ebrardistas no es descabellado y es muy probable que resulte correcto. AMLO no tendrá dificultades para ganar la candidatura, pero le será muy difícil remontar los negativos en la elección presidencial.
A lo que hay que agregar dos datos fundamentales: el PRI es hoy el partido mejor posicionado en el ánimo de los electores. La correlación de opiniones buenas contra opiniones malas (37.7/17.5) lo pone por encima del PAN (25.7/27.8) y muy por encima del PRD (18.3/31.2) (Mitofsky, ago./11).
Por otra parte, la popularidad y la ventaja de Peña Nieto sigue siendo una constante en las encuestas. En agosto, registra 47.4 por ciento de intenciones de voto contra 17.7 por ciento de AMLO, es decir, le lleva una ventaja de 29.7 por ciento. Además, que en esa encuesta López está prácticamente empatado con el candidato del PAN (16.7 por ciento).
La suma de todos esos escenarios deja a Ebrard y Nueva Izquierda pocas alternativas. De entrada, acatar la victoria de López, sumarse a su campaña y esperar pacientemente el resultado de los comicios. Para deslindarse e iniciar la construcción de una alternativa de izquierda al día siguiente que AMLO denuncie el fraude descomunal fraguado en su contra por la "mafia en el poder".
Esa es la única manera de convertir en victoria una derrota. Será entonces o nunca.
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