octubre 09, 2011

Schumpeter y Jobs

Juan E. Pardinas
Reforma

Jamás se conocieron. Uno murió hace unos días y el otro hace unas décadas. Uno es un economista austro-húngaro que nació en 1883. El otro un genio de la innovación tecnológica que despertó en los consumidores no sólo el deseo de comprar sus productos, sino también una pasión cuasiromántica. Conozco usuarios del iPhone que hablan de su teléfono con el mismo fervor y emoción que producen las flechas de Cupido. Steve Jobs nació en California en 1955, cinco años después de la muerte de Joseph Schumpeter. El primero era un post-hippy que se vestía de jeans y tenis, el segundo un hombre muy preocupado por su aspecto personal que dedicaba cerca de una hora al día para aliñarse y vestirse. A pesar de las diferencias, ambos personajes tienen una singular comunión entre la teoría y la práctica. La obra de Steve Jobs es la mejor encarnación empírica de las teorías del profesor austriaco.

Joseph Schumpeter postuló que la innovación es el motor fundamental del dinamismo económico. La empresa con capacidad de innovar gana un poder de mercado que la convierte, temporalmente, en un monopolio o jugador hegemónico del sector. Apple es una demostración ilustrativa de esta teoría. Hewlett-Packard lanzó su tableta TouchPad y sólo siete semanas después anunció que las dejaría de producir y abandonaría ese nicho de mercado. En 2010, Microsoft decidió cancelar la producción de sus teléfonos celulares Kin, apenas 48 días después de que salieran a la venta. A este proceso Schumpeter lo denominó la destrucción creativa.

Steve Jobs también fue víctima de este proceso darwineano de selección natural por el éxito de mercado. En el 2001, Apple canceló la producción de la computadora de escritorio Power Mac G4 Cube, después de sólo 11 meses de su lanzamiento. La marca de computadoras Next, que Jobs encabezó entre 1985 y 1997, también fue un desastre financiero. Los consumidores somos los grandes ganadores de este proceso de destrucción creativa. El tecnólogo-cívico Andrew McLaughlin sostiene que un iPhone tiene la misma capacidad de procesamiento de datos que todas las computadoras de la NASA juntas en 1969, el año en que el hombre llegó a la luna. Gracias al canibalismo de firmas y productos tecnológicos, hoy un estudiante universitario tiene acceso a mayor poder de cómputo que toda la agencia espacial de Estados Unidos, hace cuatro décadas.

La competencia entre empresas es uno de los incentivos principales para fomentar la innovación. Desde el Valle del Silicio en California hasta los suburbios de Seattle en el estado de Washington, la Costa Oeste de Estados Unidos es un invernadero de nuevos productos tecnológicos que enamoran los gustos de los consumidores. Unos días antes de la muerte de Steve Jobs, Amazon.com lanzó al mercado su tableta Fire con un atractivo precio de 199 dólares. Ya los consumidores dirán si la Fire es un nuevo dinosaurio o un digno sparring del iPad. El hecho es que la gente de Apple debería de estar ocupada en desarrollar versiones más económicas de sus productos, para poder competir con precios más accesibles.

Para Schumpeter, los empresarios son precisamente el grupo de personas que aceleran ese proceso de demolición y reconstrucción económica. El autor de Capitalismo, socialismo y democracia fue de los primeros en definir el espíritu empresarial como esa capacidad para mover recursos hacia las áreas donde hay mayores oportunidades de generación de riqueza. Sin embargo, esta noción de emprendedor no está asociada a una persona de dinero, sino en la capacidad y el talento individual para transformar sueños en proyectos redituables. Steve Jobs empezó con una PYME en un garaje hasta construir la empresa de tecnología más exitosa de la primera década del siglo XXI. Pero que no se confíen los accionistas y directivos de Apple. En algún dormitorio universitario o en una empresa bien establecida debe haber algún visionario que tomará el relevo de la antorcha de la destrucción creativa.

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Jobs cambió el mundo

Luis González de Alba
Se descubrió que...
Milenio

La muerte de Steve Jobs, uno de los dos jóvenes que crearon la computadora Mac, antes Macintosh --en plena época productiva de sus iMacs iBooks, iPhones, iPads, iPods--, con sólo 56 años, lleva a imaginar un mundo en el que no hubiera nacido y, por lo mismo, cuánto le debemos. Ha habido hombres que transforman la humanidad: Pitágoras, Buda, Jesucristo: la humanidad es una antes y otra después de ellos. “Toda dínamo con su zumbido, todo motor eléctrico, canta un himno de alabanza en honor de aquel inglés genial, sosegado y laborioso”: Michael Faraday. En el caso de Jobs (apellido profético en inglés, sustantivo que nos da en México el popular “chamba”) encontró un mundo con computadoras monstruosas que exigían un edificio especial y conocimiento de lenguajes cibernéticos, y nos puso una sobre cada escritorio de casa, banco, industria, línea aérea, etc.

Jobs y Stephen Wozniak nos dieron la primera computadora de escritorio, e hicieron posible usar una Mac para escribir y reescribir cien veces un texto sin una secretaria que proteste y cobre horas extra. Su gusto por la caligrafía dio a los diseñadores gráficos centenares de familias tipográficas: “Humm… no, Mary, haga de nuevo mi artículo en Book Antiqua… No, no, lástima que ya lo hizo, es que se verá mejor en Bodoni”. Y Mary renuncia. Mac, no.

La idea liberadora fue la de hacernos un “escritorio” en la pantalla semejante al escritorio de oficina: una hoja nueva de papel se obtiene picando el icono de una hoja en blanco, un tipo de letra lo ponemos de las 300 fuentes con sus nombres escritos en ese tipo de letra: Helvética light, Times, Arial bold, Arial black, un tamaño: 8, 12, 14…, luego un fólder para guardar esa hoja.

Jobs y Stephen Wozniak idearon el sencillo método de indicar las herramientas con un icono evidente: un fólder lo representa un pequeño fólder. Se acabaron las instrucciones estilo “presionar F1+ F8 con alt + F5…”. Nadie más debió estudiar Basic para poder enviar una nota a Milenio. Tuvimos una computadora en el escritorio y un sistema para usarla con inteligencia de 80 IQ.

Un contrato con el Ejército de EU produjo la primera computadora electrónica y digital. Fue diseñada y construida por dos desconocidos, John Mauchly y Presper Eckert, en la Universidad de Pennsylvania. En 1943, con la Segunda Guerra Mundial llegando a su fin, los nuevos cañones carecían de tablas de disparo con las que se considera el tipo de parábola según el objetivo, los vientos y otras variables. Se calculaban a mano y se enviaban a los frentes de guerra.

La computadora de Mauchly y Eckert no estuvo a tiempo para participar en batallas, pero es, en lo básico, lo que hoy tenemos. Se llamó ENIAC (Electronic Numerical Integrator and Computer), pesaba 30 toneladas. Hoy su capacitad total se tiene en un solo circuito integrado de un centímetro cuadrado. La fama se la quedó John von Neumann, un genio matemático. Y la construcción de computadoras, el hoy llamado hardware, pasó a IBM.

En 1976, Bill Gates y Paul Allen fundaron en Alburquerque, Nuevo México, Microsoft Corporation, compañía diseñadora de programas de computación, software. Nació el sistema operativo que algunos llegamos a usar: el MS-DOS de IBM y computadoras compatibles. Es el Windows de hoy. Una broma de Jobs en su famoso discurso en la apertura del curso 2005 en Stanford, fue que cada nueva versión Windows era el OS Mac de cinco años atrás.

Jobs y Gates nacieron el mismo año, 1955. A diferencia de Gates, de familia rica, Jobs fue hijo adoptado por una pareja de clase media y debió trabajar cosechando manzanas (apples), eso y el sello Apple de los Beatles le dieron el nombre y logo. Dejó su carrera y comenzó a diseñar videojuegos para Hatari. Jobs y Stephen Wozniak, en cuya cochera crearon Apple I, la primera computadora personal, se mudaron a la cochera de la familia Jobs y fundaron Apple Computer en el mismo año que Gates la suya, 1976. En esa cochera mejoraron su modelo y salió al mercado como Apple II, la primera computadora personal que tuvo ventas masivas. Luego diseñaron Macintosh, la primera que podía ser empleada sin conocimientos especiales ni lenguajes de programación.

Jobs murió este 5 de octubre, un día después de que físicos de la Rice University, en Houston, Texas, publicaran su creación de una “supercarretera para electrones”, muy pronto uno de los elementos de una computadora cuántica que use una sola partícula subatómica en sustitución de los transistores digitales integrados en microchips.

Imaginemos lo que Jobs, en 30 años más de vida, habría hecho con un dato de Rui-Rui Du, autor con Ivan Knez del reporte en Physical Review Letters, quien señala: En términos de densidad informática, un microprocesador actual, con mil millones de transistores (mil millones de posibles bits) en su área de pocos milímetros, hace el trabajo de un procesador cuántico de 30 qubits.

Discurso de Stanford:





Maravillas y misterios de la física cuántica, Cal y Arena 2010.

'Trío de los panchos' por Paco Calderón