octubre 25, 2011

El show de Ernesto Cordero

Manuel Ajenjo
El Economista

El equipo que promueve la candidatura de Ernesto Cordero considera prioritario dotar de popularidad al aspirante de Acción Nacional; acercarlo a los posibles votantes, persuadir a la sociedad de las virtudes del exsecretario de Hacienda, mostrar su carisma, desenvoltura y capacidad de comunicación. Para cumplir con este objetivo una de las herramientas propuestas fue la creación de un programa transmitido por Internet.

Ernesto el valor que nos une, en una historia, es el rimbombante y desconcertante título de la emisión cuyas dos primeras unidades ya están en la red (http://www.youtube.com/watch?v=veeFnureOew&feature=related). La primera con el futbolista Cuauhtémoc Blanco; la segunda con la mujer policía federal, Irma García Núñez, que también es boxeadora, campeona internacional de peso pluma, título avalado por el Consejo Mundial de Boxeo.

El formato de las cápsulas consiste en la presentación elogiosa -obviamente- del invitado a cargo del anfitrión, para proseguir con una entrevista mutua mientras toman café. Las preguntas van y vienen entre el titular del espacio y el convidado.

En la charla con Cuauhtémoc, el joven Ernesto se ve acartonado y nervioso, mientras el futbolista -en vía del retiro- se percibe relajado, evidentemente con más cancha en esas lides. El político -en vía de aprendizaje- hizo un símil entre las actividades de uno y otro: “La política es igual que el fut, ahí están los rudos, ahí están los técnicos -en el fut, los técnicos ‘ahí están’ en la banca o en la banda dando instrucciones a los jugadores; los calificativos utilizados por el precandidato son más propios de la lucha libre-, ahí están los méndigos, ¿no? -hubiera sido interesante que pusiera un ejemplo, dijera un nombre-, los jugadores muy sucios; pero también hay (sic) los que nos gusta distribuir la pelota -por analogía: el Presupuesto-, meter gol -aunque sea en la meta propia-, juegas limpio (otra vez el sic al trigo), metes la pierna dura -tratándose de políticos meten la mano duro al erario- pero limpia”.

Luego del parangón político-futbolero del que pretende la candidatura panista, el que fuera excelente seleccionado nacional, un tanto titubeante inicia una pregunta: ¿Qué piensas hacer, Ernesto, este, no sé... Ser Presidente Cuau -responde el interrogado sin que el interrogador termine de formular su pregunta-. (Puse por escrito, de manera textual, el conato de interrogante del futbolista. Notará el lector que éste empleó el verbo “hacer”. Por su anticipada réplica deduzco que el político escuchó otro verbo de similar sonido: ser, de ahí su contestación. ¿Por qué no lo dejó terminar el cuestionamiento? Quizá Cuauhtémoc lo que quería saber era lo que Ernesto piensa hacer cuando Josefina Vázquez Mota sea ungida candidata del PAN).

Lo que a este textoservidor, observador de pajas en los ojos ajenos, le interesa enfatizar, y con eso hacer escarnio, es lo pueril y frívolo del contenido de los dos programas -sobre todo del primero- diseñados en el “cuarto de guerra” del aspirante a la candidatura presidencial favorito, según he leído, del presidente Calderón.

A la respuesta anticipada: Ser Presidente Cuau, el señor Cordero añade: por eso me interesa platicar contigo...

Quiero suponer que el interés del político por platicar con el Cuau se centra en la transferencia de aceptación popular que el ídolo futbolístico puede proporcionarle y no en la asesoría que éste pueda brindarle. (Me imagino a Cuauhtémoc dándole un consejo de cómo festejar el triunfo en la contienda interna de su partido: Mira carnal, en cuanto Madero diga que eres el bueno hincas una rodilla y extiendes los brazos como si tuvieras en las manos un arco y una flecha, a la manera de mi tocayo el emperador azteca, y les apuntas al Creel y a la Josefina, luego te vas directo sobre Santiago y haces como si fueras un perro orinando. Así festejé yo un gol que le metí a Félix Fernández, portero del Celaya).

Lo que sigue en la charla, que reseño en tiempo presente porque ésta está viva, disponible en Internet, es algo sublime. Retomo el diálogo: “Ser Presidente Cuau, por eso me interesa platicar contigo. Ése es el reto, si a un político lo metes a un estadio de a cómo nos iba a tocar, nos iba a ir peor que al árbitro, ¿no?” -admite sin ambages Ernesto. “No, imagínate todas las...uuuleerooo -comenta Cuau- te iban a gritar así como al portero, ¿te acuerdas?, cuando despeja: puuuuu...” “Mi meta es -Ernesto no deja que Cuauhtémoc termine la palabra que tiene consonancia con el nombre del perro de Mickey Mouse- entrar al estadio y que te griten hasta de lo que te vas a morir y salir y que te aplaudan. Yo creo que de eso se trata”. (Me atrevo a insinuar que está harto difícil para Cordero conseguir el boleto de entrada al estadio que imagina. A no ser que ya lo tenga reservado a través del Ticketmaster de Los Pinos).

El Bombón Asesino

La segunda cápsula, en la que presenta a la suboficial de la Policía Federal, Irma García Núñez, se ve a un Cordero más relajado, más seguro de sí mismo, sin dejar a un lado la candidez, cualidad ésta -quiero ser positivo- que genera ternura en el espectador hacia la persona del que -se ve, se siente- le cuesta un enorme trabajo actuar delante de las cámaras.

En la precitada emisión se nota, a leguas, que el equipo de asesores diseñó un guión más estricto al que la invitada y el anfitrión se apegaron. Esto logró una cápsula más estructurada pero una charla de cartón, no exenta de bobadas. He aquí dos botones de muestra:

Cordero.- ¿Desde chiquita tú quisiste ser policía? Irma.- Sí, desde pequeña de repente empiezas a tener un poquito de noción. Cordero.- ¿Y tú jugabas a los policías y ladrones? Irma.- Claro. Cordero.- Y por supuesto eras... Irma.- Era policía -le aclara la suboficial por si hubiera alguna duda. (No puedo evitar la parodia de lo anterior: ¿Jugabas a los policías y ladrones? Claro. Y por supuesto eras policía. No, era ladrona, lo que pasa es que como la Academia de Policía quedaba cerca de la casa y era gratuita me fue más fácil inscribirme en ella que en la de ladrones que me quedaba más lejos y cobraban la inscripción).

A la mitad de la charla, tal y como lo marcó el libreto, la suboficial le pregunta al aspirante sobre la experiencia que le dejó ser Secretario de Hacienda. El cuestionamiento origina que éste diga que tiene la tranquilidad de conciencia de haber cumplido a cabalidad con lo que se le encomendó... “Y una vez que, pos ‘ora sí que cumplí con mi obligación y con mi deber, es que yo aspiro a ser Presidente de la República y por eso renuncié a la Secretaría de Hacienda”. El exsecretario abunda sobre la enseñanza que le dejó el susodicho puesto y acto seguido, la también boxeadora interroga: “¿Has pensado en renunciar a lo que es la administración pública?” ¡Por Dios! Si la pregunta surgió, motu proprio de la señorita García Núñez, se ve que la práctica del boxeo le ha causado una seria afectación neurológica. Pero si el cuestionamiento estaba acotado en el guión diseñado por el equipo del precandidato, deduzco que Cordero duerme con el enemigo.

Entiendo que las cápsulas transmitidas por Internet para posicionar a don Ernesto en la mente del potencial electorado van a continuar. Desde esta humilde columna hago una sugerencia de la personalidad invitada para la próxima emisión: Ninel Conde -trending topic en Twitter por sus dislates verbales -. En realidad, la vedette sólo ha dicho una o dos tonterías, suficientes para que ahora le achaquen todos los chistes de gallegos. De ser aceptada mi sugerencia, les brindo una probadita de la entrevista: Ernesto.- Es un gusto tenerte aquí Ninel, eres una mujer que ha mostrado valor, determinación y coraje para hacer una carrera artística, ¿cuáles son tus aspiraciones? Ninel.- Ernesto, te juro que jamás me he metido drogas. Platícame de ti, ¿qué estudiaste? Ernesto.- Yo estudié Actuaría, una carrera en la que se manejan las Matemáticas porque hacemos cálculos y operaciones. Ninel.- ¿Qué tal te salen las de bubis? Cuéntame, ¿qué vas a hacer si eres Presidente? Ernesto.- Incrementar en el país el Producto Interno Bruto. Ninel.- No empieces con insinuaciones. Ernesto.- No sé si sepas que enfrentamos una crisis mundial provocada por la caída de las bolsas. Ninel.- Yo tengo una de Hermes y siempre la traigo bien agarrada.

De pena ajena

Javier Corral Jurado (@Javier_Corral)
Diputado Federal del PAN
El Universal

La llamada “semana” de la Cámara de la Industria de la Radio y la Televisión (CIRT) fue pródiga en mostrarnos con claridad dónde radica uno de los mayores atorones de la democracia mexicana: la mutación hacia lo peor en la relación entre políticos y dueños de medios de comunicación electrónica, basada en el temor, la condescendencia y, no pocas veces, en el franco sometimiento de los primeros hacia los segundos. Las campañas electorales potencian ese fenómeno y lo mezclan con un deplorable oportunismo político.

La pasarela que hicieron los precandidatos a la Presidencia de la República ante los industriales de la radio y la TV es una penosa prueba de ello. Momento plástico de nuestra realidad política, en el que los que se proponen como liderazgos para encabezar la siguiente etapa del país se achican de entrada, muestran que prefieren ser rehenes desde ahora de los poderes fácticos, antes que hablar con decisión sobre los retos que México enfrenta en el terreno de los monopolios privados.

Realizada en dos tandas, la primera el 18 de octubre con la participación de Santiago Creel, Manlio Fabio Beltrones y Marcelo Ebrard, de la que poco se reflejó en medios, y la segunda el 20 de octubre con gran difusión en la que se presentaron Enrique Peña Nieto, Josefina Vázquez Mota y Andrés Manuel López Obrador, el ejercicio advierte la larga lucha que aún nos falta por recorrer en materia de democratización de medios de comunicación.

No sé bajo qué criterio los organizadores agruparon de esa manera a los aspirantes, pero en la primera tanda los políticos expusieron su visión de gobierno, desarrollaron tesis sobre los problemas del país y de manera coincidente afirmaron los gobiernos de coalición como una alternativa para en pluralidad hallar el consenso en torno de reformas fundamentales que harían avanzar a México. Quizá porque en la CIRT son poco receptivos a temas como diversidad, pluralidad y competencia, los dichos no merecieron la repercusión merecida.

Lo que los entusiasmó de verdad y levantó su aplauso puestos de pie fue la segunda ronda, porque están más acostumbrados a escuchar lo que realmente les interesa, la expansión de sus negocios, cómo eludir el pago de contraprestaciones al Estado, cómo hacerse de nuevas ventajas en el campo de la radiodifusión y cómo derrotar definitivamente la reforma electoral del 2007.

Y fue Enrique Peña el primero en la competencia de quién les ofrecía más. De entrada prometió revertir la reforma electoral que “nos pone limitaciones a la libertad de expresión y a ustedes les puso una camisa de fuerza”. Luego, por ignorancia supina sobre el régimen fiscal de la radiodifusión o simple oportunismo político, el ex gobernador les dijo que la ley electoral “también les pone doble tributación porque tienen que pagar más impuestos y dar más espacios”. Los tiempos de Estado que ahora se usan para transmitir la propaganda electoral existen desde hace cuatro décadas, y es la única contraprestación que por uso y explotación del espectro radioeléctrico pagan los concesionarios; un régimen privilegiado de pago en especie: pagan con aire el aire.

De Peña Nieto, invención y producto de la mercadotecnia televisiva, era de esperarse esa actitud de entreguismo. De quien no me lo esperaba sinceramente era de Josefina Vázquez Mota, ya tan toreada en las lides de salir al paso sin tener que confrontarse con nadie. Estrujante para quienes la hemos visto en un ascenso meteórico y representar una esperanza creciente, sus ofrecimientos a la CIRT golpean como un marrazo a la larga lucha por el derecho a la información en México. Decepcionan, se nos cae.

No sólo empató a Peña en la oferta de modificar varios puntos de la ley electoral; fue más allá que el candidato de Televisa: “Ha llegado el momento de, con responsabilidad y seriedad, considerar la ampliación en el término de las concesiones, de tal suerte que no sean 10 años, sino que podamos explorar un horizonte de tiempo mayor que permita que las inversiones y la certeza sean parte de esta industria”.

No sé a cuántos concesionarios pobres conozca Josefina, pero si su desconocimiento abarca hasta allá, es menester decirle que se trata de una las actividades económicas más rentables de cuantas existen, y que el promedio de duración de las concesiones en el mundo es de nueve años. En Estados Unidos de ocho años y en Canadá de siete; ni mas ni menos que nuestros socios comerciales.

Lamento esa posición por varios motivos, pero entre ellos porque nos trae desazón al recordar que hace seis años, también en el rentismo electoral, se negoció la llamada “Ley Televisa”, uno de los mayores intentos de despojo de bienes de la nación a cambio de cobertura informativa y encuestas.

Si la posición de Josefina causa a varios pesadumbre, la de Andrés Manuel López Obrador es de vergüenza, aunque por lo menos causa hilaridad. Para él, que se dice el candidato del movimiento progresista, la propuesta de un nuevo modelo de radiodifusión y telecomunicaciones para México se basa en arreglar la disputa entre los operadores dominantes de cada sector, y así, ofrece a Carlos Slim televisión y a Emilio Azcárraga y a Ricardo Salinas Pliego telefonía. Así, con nombres y apellidos, como si ese fuera el mundo de la competencia. Como si lo segundo no fuera hoy una realidad, y como si Telmex no tuviera derecho a ello por la propia convergencia tecnológica. Esa es toda su visión, ni siquiera existe en su concepción la televisión de servicio público.

Dura semana para la política, la de la CIRT, que cerró con un hecho increíble y sólo comprensible en ese marco de rendición anticipada. Nadie había ridiculizado tanto al presidente Felipe Calderón —delante de él—, en el fracaso que tuvo su programa de las tres “C” en el sector de la radiodifusión —cobertura, convergencia y competencia—, como lo hizo el priísta Tristán Canales: “Con su gobierno, más de 500 estaciones de amplitud modulada están transitando a la frecuencia modulada, brindando un mejor servicio a millones de compatriotas: eso es cobertura. Con su gobierno, la radio y la televisión entran de lleno a la era digital, abriendo la puerta a servicios de telecomunicaciones, donde la creatividad y la innovación marcarán la pauta: eso es convergencia. En estos años, más de mil 300 estaciones de radio y televisión compiten por la preferencia de los ciudadanos: eso es competencia. Señor Presidente, en nuestra industria las tres ‘C’ son una realidad actuante”.

No sé qué habrá sentido Felipe Calderón sobre esta manera de traducirle en “cobertura” el regalo de los combos: más estaciones de FM a los mismos que ya tenían AM; en “convergencia” que con la nueva política digital les haya abierto la puerta a las televisoras para dar telecomunicaciones —sin licitación ni contraprestación alguna—, mientras a operadores de telecomunicaciones se les tiene frenados, y que la “competencia” signifique no haber dado ni una más de las mil 300 concesiones de radio que existen desde hace 18 años, concentradas 82% en 13 grupos radiofónicos. Se debe tener mucho poder para avergonzar así a un presidente de la República.

Cómo han pasado los años

Yuriria Sierra (@YuririaSierra)
Nudo Gordiano
Excélsior

Hace poco más de una década pensábamos que el país terminaría de soltar la mano del PRI. Hoy vemos la fragilidad de esa idea

Hace 12 años, las apuestas electorales iban para los partidos que en aquel momento eran oposición al PRI. El PAN tenía en Vicente Fox a su mejor candidato presidencial, o al menos fue quien logró sacar al tricolor de Los Pinos. Y veíamos a un PRD que se preparaba para gobernar la Ciudad de México por segunda ocasión, con un Andrés Manuel que encabezaba las preferencias. Hace 12 años veíamos, pensábamos, que el rumbo político del país terminaría de soltar la mano del PRI, para conducirse por una democracia distinta a la que era realidad.

Doce años después (que en realidad no es tanto), lo que en aquel entonces pronosticábamos, hoy nos muestra su fragilidad. Acción Nacional la ha tenido más que complicada para seguir a flote a pesar de los resultados de los más recientes comicios; su proceso rumbo a 2012 está plagado de decisiones que, aunque se empeñen en decir que son justas, lo cierto es que se perciben más como pesos para inclinar hacia un lado la balanza.

Y el PRD, bueno, qué tragedia la del domingo. La cancelación del proceso para renovar a su Consejo Nacional no les pudo salir peor ni pudo haber llegado en peor momento. Sí, todo estuvo de lo peor, por no decir más feo.

A pesar de sus declaraciones, esas que afirmaban que llegarían a 2012 siendo un partido sin diferencias, mismas que, en realidad, no creímos, se hicieron realidad y al más puro estilo del ADN perredista: en medio de zafarranchos, grescas y declaraciones poco afortunadas en boca de personajes todavía más desafortunados.

Increíble, ver a Dolores Padierna acusando a Los Chuchos, hasta parecía que memorizó todo lo que se ha dicho y escrito de ella, su esposo y su séquito, pero sustituyendo sus nombres por los que hoy considera sus enemigos dentro de su propio partido, a quienes no quiere dejar que ejerzan ningún tipo de poder, ninguno que vaya en contra de los intereses de AMLO.

Y es que, aunque era evidente una división entre ambos grupos, la forma de oficializar la tensión fue por demás penosa y triste. El PRD, aun teniendo en Marcelo Ebrard una de sus mejores posibilidades, parece entrar a una prueba de sobrevivencia a los designios de AMLO y su grupo que, como vimos el domingo pasado, prefieren matar al partido antes que verse derrotados otra vez.

La hoy casi vana promesa de respetar lo que arroje la consulta nacional para decidir al candidato perredista, más que amenazada, se ve rebasada por las jugadas que el equipo pejista le hace al PRD y que marcan tanto foul. Y decididos están a marcar los necesarios con tal de ganar “legítimamente” el control del partido y la candidatura. O que el partido muera en el intento.

Por lo pronto, y para aprovechar el desafortunado reflector, Ernesto Cordero abre las puertas del blanquiazul a Marcelo Ebrard, por si se le ofrece. ¿Una bocanada para prender el fuego aliancista?

Y bueno, en el PRI, ese mismo que hace 12 años pasaba por uno de sus peores momentos, no podrían sentirse mejor, pues su renovación parece llegarles en votos, nuevos y recargados. Ayer Excélsior publicaba, junto con BGC-Ulises Beltrán y Asociados, S. C., una encuesta que, en resumidas cuentas, le da al tricolor 50% de las preferencias electorales. Algo que hace 12 años, pensamos, jamás sucedería de nuevo... Cómo han pasado los años, reza la canción, y para tan poco que a los partidos han servido.

Peña Nieto ofrece Disneylandia

Carlos Puig (@puigcarlos)
masalla@gmail.com
Duda razonable
Milenio

Enrique Peña Nieto ha hecho dos propuestas económicas que podrían ser muy atractivas para miles de electores y nunca cumplirse, o al menos habría que preguntarle al aspirante cómo las cumpliría en contra de su partido.

Cito de su página web: “Creación de un nuevo sistema de seguridad social universal sustentado en el acceso efectivo a los servicios de salud, una pensión para el retiro, seguro de desempleo y seguro de riesgo de trabajo, cuya condición sea únicamente la de ser mexicano”. Y luego: “La erradicación de la pobreza alimentaria, mediante la garantía de un ingreso que cubra las necesidades nutricionales de todas las personas”.

La primera medida, según todos los expertos, implica la fusión de nuestros múltiples servicios de seguridad social (IMSS, ISSTE, Seguro Popular, sistemas estatales) en uno sólo. Esa batalla política —imaginemos qué dirán los sindicatos de IMSS e ISSTE— que muchos han considerado imposible.

Si se solucionara lo político falta el dinero.

Santiago Levy, ex director del IMSS, que propuso lo mismo en un libro hace dos años, explicó a Nexos: “El costo bruto adicional de la propuesta sería de alrededor de 5 puntos del PIB. El costo neto de no más de 3 puntos del PIB. ¿Por qué? Porque la propuesta eliminaría casi todos los costos laborales no salariales, lo que implicaría reducir impuestos al trabajo por unos 3 puntos del PIB. Cada punto del PIB equivale a 10 mil millones de dólares. Estamos hablando de entre 20 mil y 30 mil millones de dólares adicionales. Es mucho dinero, pero es poco si hablas de la protección social universal”.

Alguna vez, en entrevista, Ernesto Cordero entonces secretario de Hacienda me dijo que Levy había subestimado esos costos, que de hecho era más caro.

Levy quien también fue subsecretario de Hacienda, tenía claro de dónde se debe sacar ese dinero: “Aumentando los impuestos al consumo en 5 puntos del PIB, sumando estos recursos nuevos a los que ya están en el presupuesto para programas sociales, liberando la renta petrolera para la inversión productiva. La forma más eficaz es homogeneizar la tasa del IVA a 15 por ciento para todos los bienes y servicios, sin excepción alguna. Mi propuesta implica duplicar la tasa promedio de 7 a 15 por ciento. En 2006 esa tasa generó una recaudación de casi 5 puntos del PIB. Un cálculo lineal indicaría que al duplicarla se podrían recaudar unos 10 puntos del PIB”. Hasta ahí Levy.

Esa propuesta de recaudación va en contra de documentos del PRI, de esos que consideran sagrados. El IVA no se toca, menos en medicina y alimentos.

Peña Nieto necesita decirnos de dónde vendrá el dinero para un cambio de tal envergadura y si su partido ya cambió y está de acuerdo.

Si no, es pura vacilada.