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Investigador del CIESAS
El Universal

Hay que preguntarse sobre los ingredientes que han construido la candidatura de Peña Nieto en estos años. Una presencia prácticamente diaria en la televisión: para inaugurar una obra, para hacer una declaración, para cualquier cosa que pareciera noticia, cuando en realidad era propaganda. El objetivo es estar en la pantalla de tiempo completo. ¿Cuánto costó esa presencia y de dónde salió el dinero? El error de la FIL se ha querido minimizar, pero tiene raíces importantes que no se deben dejar de lado. Se puede estar o no de acuerdo en la importancia de la lectura. Se puede debatir si es necesario que un político que aspira a la Presidencia de la República tenga una cultura relativamente densa y amplia. Incluso, se puede hacer un balance del papel que juega la cultura en la política. Sin embargo, el error simbólico de Peña Nieto tiene diversas ramificaciones porque, sin duda, la lectura es importante y tener una cultura amplia es un instrumento fundamental para entender el mundo en el que vivimos.
Si la sociedad del conocimiento es cada vez más importante, tener una cultura precaria puede llevar a una visión política muy deficiente del país. Ser culto no garantiza un buen gobierno, pero ser ignorante es un déficit para cualquier gobernante.
Si un político se mueve sólo mediante discursos que hacen sus asesores y con una imagen televisiva, estamos muy lejos de un estadista. El ejemplo más reciente de un presidente inculto fue Vicente Fox. A estas alturas se puede considerar que una buena parte de la decepción por el estilo frívolo de ese gobernante está vinculada a su cultura precaria. Fox no tenía mucha idea de qué hacer con el país; era el político que venía del medio empresarial y su idea de qué hacer con una transición en marcha y un país plagado de necesidades se limitó a lo que vimos a lo largo de ese sexenio: pérdida de la capacidad del Estado, desregulación de los grandes intereses, incapacidad de concretar políticas de transformación institucional, uso de los instrumentos del Estado con fines partidistas, excesivo pragmatismo que lastimó principios de convivencia democrática.
Con Peña Nieto sucede algo similar. No se sabe qué piensa, qué quiere, a qué podemos atenernos, quiénes están detrás; dice una cosa y hace otra (por ejemplo, pide consejeros independientes para el IFE y su partido bloquea a cualquier candidato autónomo). Al final de cuentas se trata de imágenes mediáticas, de supuestos compromisos para la campaña, de un político karaoke. Si Peña Nieto gana entonces llegará su verdadera agenda y aparecerá el guión dictado por los múltiples compromisos, por los que quieren que todo siga igual. Los poderes fácticos apuestan a un candidato seguro que no ponga en riesgo ni la más mínima parte de sus intereses. La reputación y la confianza de Peña Nieto están mediadas por la construcción mediática que, hoy por hoy, es la construcción de las redes de poder.
En la campaña electoral veremos y escucharemos millones de spots de los candidatos, tendremos el impacto emocional de esos mensajes que a fuerza de repetirse intentarán influir en los votantes para decidir el voto. Sólo habrá un par de ocasiones en donde los candidatos participen en debates, pero tendrán tantas protecciones que resultará difícil apreciar realmente ante qué tipo de políticos estamos. Sin embargo, habrá ocasiones en la que los candidatos se tendrán que exponer sin guión y sin maquillaje. De ahora en adelante Peña Nieto estará más protegido para no volver a cometer un error simbólico como el de la FIL. Frente a las redes del poder fáctico están las redes sociales y los ciudadanos que seguirán atentos la campaña y emitirán alertas sobre los políticos karaoke.