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Milenio

Pero tampoco se puede justificar lo efectuado por la policía de Estados Unidos, que actúa como si fuera la “dueña” de internet al poner en marcha una medida brutal y unilateral de cerrar Megaupload sin previa mediación de defensa en los tribunales.
Hoy es habitual que diversos sitios proporcionen espacio en la nube para que la gente pueda almacenar y compartir infinidad de materiales (fotos, canciones, documentos...). Dropbox, SugarSync o Wuala, por ejemplo, son usados para almacenar distintos contenidos que, a la luz de lo sucedido con Megaupload, se ven muy frágiles, porque en nombre de la protección de derechos de autor el día de mañana podrían ser cerrados por lo almacenado en ellos por sus usuarios.
Pero tampoco olvidemos que desde el cierre de Napster ha quedado evidenciado que los sitios centralizados son vulnerables y, por ende, fáciles de neutralizar. El cierre de Megaupload se dio porque operaba de forma centralizada, amén de la “buena voluntad” de Nueva Zelanda y otros gobiernos para facilitar al FBI el cierre del sitio, la detención de su creador y administradores, e incautación de sus cuentas. Pero es difícil frenar otras modalidades de intercambio de archivos que operan con base en modelos descentralizados como los torrents, porque para cortar BitTorrent, por ejemplo, habría que intervenir a cada usuario conectado y se requerirían millones de agentes del FBI para llevarlo a cabo.
Mientras las industrias del entretenimiento no pongan en marcha verdaderos esquemas de comercialización de sus productos en línea, respetuosos de los derechos del consumidor, y a precios justos, el intercambio de archivos seguirá multiplicándose. No hay que olvidar que Megaupload era sólo una vía de los cientos de caminos y métodos que existen para intercambiar archivos.
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