enero 29, 2012

La profética maldición de El llano en llamas

Francisco Javier Acuña (@f_javier_acuna)
fjacuqa@hotmail.com
Especialista en Derechos Humanos
Excélsior

La obra de Juan Rulfo sintetiza la urgente asimilación artística de la amargura.

Sacuden a la República noticias tremendas, la escasez y la penuria aumentan, dolores sociales profundizados por el infame estiaje. Resulta inevitable asociar los episodios actuales de sequía y violencia inusitada con los aciagos días aquellos que siguieron al régimen de Porfirio Díaz, días de explosiones y de trenes descarrilados, tragedias a lomo y/o bajo las patas de caballo, fusilamientos masivos, asaltos a los comercios y viviendas por las tropas, lo mismo las de Villa, las de Zapata o las de Huerta. Al aroma de pólvora esparcida en el ambiente, mezclada con los terregales urbanos y rurales plagados de casquillos detonados, días de cementerios agolpados, tiempos similares a los nuestros en que la vileza y la ambición de los caciques se coludía con la bestialidad de milicianos que al mejor postor sumergieron a la nación en baños de sangre.

En medio de la nada, en el ignoto norte desde la Sierra Hermosa de Zacatecas hasta Mexicali o hasta la Tarahumara, se extiende la Biafra mexicana, el hambre, eficaz jinete apocalíptico todo lo devora, lugares semejantes a los cráteres lunares en donde el viento silba reseco y levanta tolvaneras. Y tristemente se vuelven pertinentes las palabras de Juan Rulfo que además de un gran literato, fue un angustiado profeta y sus relatos una suerte de epitafio.

La antigua ilusión agrícola hizo desiertos los pobres llanos heredados a los pobres como compensación simbólica y se han vuelto dunas por las talas clandestinas y el desmontamiento progresivo de los agostaderos, tarea asistida por incentivos gubernamentales y penosamente concluida justo antes de los últimos éxodos desesperados al espejismo de cruzar al “otro lado”.

La obra de Juan Rulfo sintetiza la urgente asimilación artística de la amargura. La amalgama de fatalidades que a la vez que ultrajan el alma por sus desgarradores mensajes de protesta ante las desigualdades, que subliman por sus cualidades estéticas y reivindican con poderosa actualidad a través de esa prosa porosa que penetra en la conciencia social en medio de estampas caliginosas.

Rulfo sentenciaba en el El llano en llamas que mientras las codiciadas tierras óptimas para la agricultura —motivo de la Revolución— pasaron de las manos de los antiguos terratenientes y hacendados a los nuevos dueños premiados por designios oficiales, dejaban a los pobres beneficiarios del reparto agrario los más pobres llanos, estériles llanuras poco a poco arrasadas por el ignorante capricho de hacerlos cultivables bajo un cielo cruel del que han huido, otra vez, las nubes cobardes.

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