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Profesor de Humanidades del ITESM-CCM
El Universal

Restringir el flujo de información no es algo bueno en sí mismo, pero hay casos en los que puede ser importante. Estos productos son uno de esos casos, porque no sólo son un fraude la mayoría de ellos, sino que algunos pueden causar daño a la salud. Es como los tés de hierbas, que parecen inofensivos, pero mal manejados pueden envenenar. Como la mayoría de los consumidores no tenemos muy amplio conocimiento de herbolaria, ni de medicina, es conveniente que la sociedad designe a un grupo que lo haga. Eso, precisamente, es la Cofepris.
Sin embargo, cada vez que el gobierno asume el control de la información está reduciendo la libertad de los consumidores, y por eso la decisión debe tomarse con cuidado. Si se quiere proteger a los consumidores, lo mejor es darles información, permitiendo que cada quien haga lo que le parezca conveniente. Sólo en casos extremos, cuando la información no es suficiente para evitar el daño o reducir el riesgo, conviene prohibir, desde la publicidad hasta el consumo de ciertas cosas.
Otro ejemplo: la decisión de los jóvenes de estudiar en una cierta universidad debe tomarse con información suficiente. Si esta información no existe, o no es clara, la decisión puede ser muy mala, con costos verdaderamente serios. Las llamadas universidades patito pueden ser igual de dañinas para la sociedad que los productos milagro, y no se ven acciones similares del gobierno en ese ámbito.
Por el contrario, en mercados en los que no debería restringirse información, se han tomado decisiones muy costosas. Ya debe ser claro el tamaño del error que fue la reforma electoral de 2007, un serio retroceso en el proceso de liberalización en el que estábamos desde 1996, resultado del berrinche de los derrotados. Ellos mismos hoy se quejan de lo que promovieron y obtuvieron chantajeando. Culpa de ellos, y de quienes se dejaron chantajear.
En general, tenemos la costumbre de imaginar que se puede cambiar el comportamiento de las personas promulgando leyes. Es una creencia sin sentido, pero la tenemos. Son leyes milagro, creadas para resolver problemas muy específicos. Así, cada vez que algo no gusta, se promueve una ley que lo limite o prohíba. El resultado es una maraña legal inmanejable, con una proporción muy elevada de leyes que buscan limitar las libertades de las personas. Porque no sólo nos encanta legislar, en el fondo nos encanta prohibir. Prohibimos los comportamientos de los demás porque nos molestan, suponiendo que la ley sólo será aplicable a ellos, los demás.
Pero las leyes en México no se cumplen; si así fuera, sería una catástrofe. Exagero, pero hace muy poco que las cumplimos. Antes de 1997 no había más ley que la decisión del presidente, todavía todopoderoso. Después, poco a poco, las leyes se han empezado a usar, y en estos 15 años nos hemos ido dando cuenta de cuán estorbosas e inútiles son. Y es que cuando se hicieron no eran para usarlas, sino para establecer una opinión, una idea del mundo. Son leyes discursivas, si me permite la expresión.
Pero no hay manera de tener una democracia en forma si no es cumpliendo con lo que dice la ley, así que estamos atrapados en una situación complicada. Si no cumplimos con la ley, no tenemos futuro, ni económico ni político, salvo regresando a un régimen autoritario (como quieren dos de los candidatos). Si cumplimos con las leyes como están, estamos atascados en una democracia liberal incipiente, pero ineficiente. Estos 15 años lo han demostrado.
Ya llegamos hasta donde se podía. Por 15 años, hemos ido arrastrando la maraña de leyes, cumpliendo cada vez con ellas, o haciendo cada vez más esfuerzos por evadirlas. La inercia (y el petróleo) nos ha alcanzado para sobrevivir, pero ya no será así por mucho tiempo.
Nuevamente, le recuerdo que hay dos opciones para estas elecciones: nos regresamos o nos seguimos. Eso no sólo incluye a las leyes, empieza por ellas. Si nos decidimos a aceptar su cumplimiento, tiene sentido seguir adelante. Si de plano no lo vamos a hacer, habrá que regresar al autoritarismo. Hay que decidir pronto.
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