Paz Fernández Cueto
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Reforma
Al calor de los tiempos electorales las cosas pintan bien para las mujeres. Parecería que su liderazgo está de moda y que por primera vez, aunque tengan que nadar contracorriente o vencer la adversidad, la primacía de las mujeres en política se percibe no solo como algo posible sino también como algo deseable. La presencia del liderazgo femenino es una constante en distintos países del mundo, no siendo México la excepción. Mujeres valientes con trayectorias exitosas en el servicio público o figuras destacadas por su liderazgo social repuntan en las preferencias electorales para el 2012.
No pretendo con esto plantear la superioridad de las mujeres, y mucho menos suponer que las cualidades intelectuales o morales sean prerrogativa de un determinado sexo. Ni la inteligencia, ni la honradez, ni el orden o la responsabilidad adornan de manera exclusiva a hombres o a mujeres. Estas y otras cualidades brillan de manera individual en las personas independientemente de su sexo, habiendo mujeres y hombres brillantes o limitados, intachables por su honradez o despreciables por su deshonestidad, algunas o algunos que se distinguen por su extraordinaria capacidad de trabajo y otros que, por el contrario, destacan por su ineficiencia e improductividad.
No se trata de un tema de género, se trata de un tema de la confianza basado en la percepción generalizada hacia el sexo femenino que concede a las mujeres, de manera preferencial, cualidades que favorecen la construcción del bien común, esas virtudes que evocamos con añoranza intentando descubrirlas en el perfil del político. Un artículo publicado en la revista Istmo (317) del pasado mes de diciembre, titulado "Apostar por el Liderazgo Femenino", de María del Carmen Bernal y Alejandra Moreno Maya, presenta entre otras cosas un análisis de Kirk Patrick y Locke (1991) señalando entre las características que definen al líder de nuestro tiempo energía, motivación, integridad, confianza, habilidad cognitiva y conocimiento. Nos consta que la mujer enfrenta mayores dificultades que el hombre para equilibrar la vida personal, familiar y profesional, por la identidad de su sexo abocada a la maternidad, sin embargo, esta misma circunstancia la sensibiliza como agente de cambio para transformar la realidad social desde una perspectiva humanista, ejerciendo un liderazgo lleno de energía con un alto grado motivacional.
Tom Peters, citado en este mismo artículo, destaca que las mujeres dirigen mejor que los hombres y rescata el valor del liderazgo femenino al mencionar que la mujer no solo es la solución al gran problema del talento, sino además al del liderazgo que ahoga a la empresa, a las instituciones y a la política. También dice que las mujeres dirigen las empresas mejor que los hombres ya que su fortaleza satisface, en grado sorprendente, las necesidades de liderazgo de la nueva economía, que bien pueden aplicarse a la política. Burns define al liderazgo como "el proceso por el cual los líderes inducen y animan a los seguidores a conseguir ciertos objetivos que encarnan los valores, motivaciones, necesidades y expectativas de ambas partes, líder y seguidores. La relación que los une no tiene como base únicamente el poder, sino que se sustenta en la reciprocidad mutua de las verdaderas necesidades que han de ser atendidas". Nos presenta tres tipos de liderazgo: el líder transaccional que motiva a sus seguidores a través de recompensas y castigos, el líder transformador más atrayente y carismático que inspira a sus colaboradores a lograr metas y objetivos a través de ejemplo y motivación y el líder trascendente que facilita la participación social, el trabajo en equipo y la evolución organizacional. Victoria Pino destaca más adelante entre las áreas de oportunidad que distinguen a las mujeres "manejo del estrés, equilibrio emocional, delegar responsabilidades y manejo de conflictos". Diversas investigaciones demuestran que las mujeres se identifican con el liderazgo trascendente caracterizado por el interés individual hacia la persona, liderazgo que es capaz de prever las consecuencias que las decisiones políticas o económicas tienen sobre cada persona, contrastando con la visión pragmática del empresario o del político tradicional centrado en resultados inmediatos. Si en algo se distingue el desempeño profesional de la mujer, es en su sensibilidad y compromiso que, en la mayoría de los casos, trasciende el mero interés económico hacia asuntos vitales de la existencia. Hacia ahí dirige toda su fortaleza y creatividad, su solidaridad y trabajo inteligente.
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