Julio Serrano
Apuntes Financieros
Milenio
David Ricardo Sánchez Guevara, diputado del PRI, presentó recientemente una iniciativa de ley que obligaría a los ciudadanos mexicanos a votar. La reacción de la comentocracia fue casi unánime en su rechazo, calificando la propuesta como “inaceptable”. A mí no me parece mala idea.
Quienes critican la idea de forzar a la gente a votar utilizan como argumento central la libertad de los ciudadanos a manifestarse políticamente. Si alguien no quiere votar, ya sea porque no le convence ningún candidato o simplemente porque le da flojera, ¿por qué obligarlo? Debe ser su derecho el de abstenerse.
Hay que reconocer que los mexicanos no somos libres de tomar todas las decisiones que queramos. Tenemos una serie de responsabilidades ciudadanas como pagar impuestos y que nuestros hijos cursen la primaria. ¿Por qué no incluir el voto dentro de nuestras obligaciones?
Forzar a los mexicanos a votar traería una serie de importantes beneficios. En primer lugar fortalecería nuestra incipiente democracia. En la elección presidencial de 2006 menos del 60 por ciento de los electores votaron, en otras palabras, los intereses de 40 por ciento no fueron tomados en cuenta. Muchos de quienes tradicionalmente no votan son personas de escasos recursos, marginadas por el sistema político, pero las que más necesitan ser escuchadas. El voto obligatorio les daría voz.
El voto obligatorio se traduciría en un sufragio casi universal, lo que les daría a las elecciones enorme legitimidad y a los políticos ganadores gran representatividad. Esto, por supuesto, le daría a nuestra democracia mayor fortaleza.
En segundo lugar, forzar a todos los mexicanos a votar limitaría el poder de grupos de interés. Entre menos vote el electorado, mayor influencia tienen los que sí votan. Los grupos de interés son expertos en llevar a las urnas a sus simpatizantes y de esta manera empujar su agenda política. Aquellos que dejan de votar quedan marginados.
En tercer lugar, el voto obligatorio fomentaría la cultura cívica nacional. Que la población entera participe en una votación hace que todos no sólo nos sintamos parte del quehacer político del país sino también responsables. Por último, el voto forzoso ayudaría a digerir los altísimos costos electorales que tenemos en México al dividir entre más beneficiarios (toda la población) los desembolsos que hace el IFE.
Más que para castigar, una ley que obligue a la gente a votar debería servir para crear conciencia sobre la importancia de participar en las elecciones. La mayoría de los países latinoamericanos ya hacen mandatorio el voto. Países industrializados como Australia lo han hecho con gran éxito. ¿Por qué no pensar en añadirnos a la lista?
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