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Cubículo Estratégico
Milenio

En México no ocurre lo mismo. La economía está mejor que nunca, muchas empresas están encontrando oportunidades de expansión, hay una baja tasa de desempleo y la gente viaja más, gasta más y se educa más. No obstante, el partido en el poder, el PAN, arranca en segundo lugar en la elección presidencial. Sí: a pesar de los buenos datos económicos, la mayoría de la gente preferiría cambiar de partido gobernante. Paradójico.
Una respuesta simplona sería decir que el problema de la violencia y la inseguridad es lo que motiva al electorado a preferir a otro partido distinto al PAN. Sin embargo, todos los candidatos han coincidido en que al crimen organizado no se le debe abrir la puerta. Dicen que la seguridad será una de sus prioridades. Con matices quizá, pero no podrán desviarse, al menos en un plazo de dos años, de lo que se ha hecho hasta ahora al respecto. ¿Por qué entonces, si todos continuarán luchando contra el crimen, los electores siguen prefiriendo a un partido distinto al PAN?
Una hipótesis es que el presidente Calderón no supo vender a la ciudadanía la forma en la que ésta internalizó los beneficios de la prosperidad económica. Vaya, la gente compra cada vez más pantallas, celulares, departamentos, viajes, ropa, come en restaurantes y acude a supermercados con productos de todo el mundo, pero piensa que este fenómeno es “natural” y no lo atribuye a las políticas gubernamentales. Ahí está el quid.
Al electorado le resultó indiferente que Calderón le renovara el refrigerador o los focos incandescentes por lámparas ahorradoras. Nunca se estableció una línea narrativa entre “ser este presidente” y tener “estos beneficios”, como sí lo hizo AMLO con los ancianos cuando era jefe de Gobierno.
Por eso el PAN arranca en segundo lugar.
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