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Milenio

Sus hallazgos inducen a pensar en varias direcciones. Una de ellas, sobre los costos reales de la guerra contra el crimen del presidente Calderón. Otra, sobre la lealtad más bien débil y cambiante del electorado.
Recuerda Bravo Regidor que hace seis años, en enero del año 2006, las preferencias efectivas por los candidatos en campaña, según la encuestadora Mitofsky, eran: 31% por el PAN (Felipe Calderón), 39% por el PRD (Andrés Manuel López Obrador) y 29% por el PRI (Roberto Madrazo). El resultado final de la contienda fue, números redondos, 36% PAN, 35.5% PRD y 22% PRI.
Según la encuesta correspondiente de Mitofsky en enero de 2012, la preferencia efectiva por la precandidata más competitiva del PAN (Josefina Vázquez Mota) era de 28%, de 22% por el candidato del PRD (Andrés Manuel López Obrador) y de 50% por el del PRI (Peña Nieto).
La primera cosa interesante que le dicen estas cifras a Bravo Regidor es que el costo electoral de la guerra del Presidente no ha sido tan alto. El PAN arranca en 2012 sólo 3 puntos porcentuales atrás de donde arrancó en 2006.
La estrategia poselectoral lopezobradorista, en cambio, parece haber sido cara para el candidato de la izquierda, pues arranca hoy 17 puntos porcentuales debajo de los que tenía hace seis años.
El PRI, en cambio, sin haber hecho en lo fundamental nada distinto, ni la autocrítica de su pasado ni la refundación de su futuro, arranca en 2012 con 21 puntos porcentuales más de los que tenía en enero de 2006.
“Las cifras hacen evidente”, concluye Bravo Regidor, “que el grueso de la delantera con que el PRI llega al 2012 no tiene que ver con el desgaste del PAN como gobierno (3%). Tiene que ver, más bien, con el colapso del PRD como oposición (17%). La amplia ventaja que disfruta Enrique Peña Nieto hoy (22%) le debe más, mucho más, a Andrés Manuel López Obrador que a Felipe Calderón”.
El tiempo dirá si 2012 repite también el fenómeno de que la lucha acabe siendo entre dos primeros lugares, relegando mucho al tercero, como le sucedió al priista Roberto Madrazo en 2006 y al perredista Cuauhtémoc Cárdenas en el 2000.
Quien salga en tercer lugar en 2012 corre el riesgo también de quedarse muy atrás, pues está claro que los votantes mexicanos votan con sentido práctico, por quienes pueden ganar, y castigan de más a quien le parece perdedor seguro.
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