febrero 13, 2012

El verdadero enemigo del PRI

Jorge Chabat
jorge.chabat@cide.edu
Analista político e investigador del CIDE
El Universal

La semana pasada el virtual candidato del PRI, Enrique Peña Nieto, declaró que el “verdadero enemigo” de su partido no estaba en el PAN o en el PRD, sino en “la violencia, en el desempleo, en la frustración que nuestros jóvenes viven cuando, saliendo de sus estudios de preparatoria o de universidad, no encuentran una opción de trabajo”. Evidentemente con esa frase políticamente correcta, el abanderado priísta evitaba darle así una estatura de rival a los otros dos partidos contendientes por la Presidencia. Además, de esta forma no entraba en pleito con nadie y se colocaba por encima de las pasiones mundanas de la política. No obstante, hace un par de días el propio Peña Nieto declaró que el gobierno federal estaba instrumentando una campaña para desprestigiar a su partido a través de la difusión de que éste tenía nuevos pactos con el crimen. O sea que los enemigos del priísmo son la violencia y el desempleo, pero las acusaciones de que hay en sus filas narcopolíticos como que sí calan. Y no es para menos. En época de campañas políticas, este tipo de historias puede tener un efecto electoral. ¿De qué tamaño? Es difícil saberlo. Depende de la evidencia que se haga pública. Pero lo que sí es evidente es que, en efecto, el gobierno de Calderón va a buscar hasta por debajo de las piedras cualquier posible vinculación de políticos priístas con el crimen organizado. Ya lo había anunciado hace unos meses cuando declaró al New York Times la posibilidad de que el PRI pacte con el narco. Y en este sentido, las investigaciones a tres ex gobernadores priístas de Tamaulipas son tan sólo la punta del iceberg.

Ahora bien, ¿qué puede hacer el PRI frente a esto? Pues, la verdad, no mucho. Es cierto que en términos legales no basta con iniciar una investigación para probar la culpabilidad de nadie. Y quienes han criticado a la PGR por las filtraciones de averiguaciones en ese sentido tienen razón: se está violando la presunción de inocencia. Sin embargo, en términos políticos no se necesita que una acusación sea cierta, sino que sea creíble. Esa es la base de las campañas negativas. Esa fue la base de los spots que en 2006 sugerían que si llegaba AMLO a la Presidencia se podría ver afectada la propiedad privada. No era cierto, pero era creíble para una parte de la población. Como también lo fue la versión de los comerciales del PRD de que Calderón había “firmado” el Fobaproa, a pesar de que él nunca firmó nada y de que la imagen del spot televisivo presentaba a un tipo firmando con la mano derecha, a pesar de que Calderón es zurdo. En este sentido, lo cierto es que aunque no se pueda probar la vinculación de varios políticos priístas con el crimen organizado, esa posibilidad suena muy creíble para una buena parte de la población. De hecho, es muy difícil explicar el florecimiento de la delincuencia organizada en varios estados del país sin la existencia de complicidades de parte de las autoridades estatales o municipales. Y la verdad es que también el PRI se ha ganado una mala fama de corrupción y complicidad con la delincuencia durante décadas, por lo que resulta muy difícil para una parte de la opinión pública pensar que todo es una invención.

El PAN, sabiendo de qué pie cojea el PRI, ha anunciado que varios de sus candidatos se van a someter a pruebas de control de confianza —pruebas toxicológicas, polígrafo, revisión de propiedades, etc.— para demostrar que no tienen antecedentes de corrupción. Si el PRI quisiera contrarrestar la mala fama que tiene podría hacer lo mismo. Sin embargo, es muy probable que varios de sus políticos tendrían problemas para pasar dichas pruebas. ¿Acaso Humberto Moreira, Mario Marín, Ulises Ruiz, Fidel Herrera, Tomás Yarrington o Eugenio Hernández las pasarían? ¿Acaso las pasarían muchos otros políticos priístas, o incluso algunos ex priístas que ahora militan en el PRD?

Estamos, sin duda, en tiempos electorales y es previsible que el gobierno federal lance varios obuses mediáticos en torno a investigaciones judiciales sobre casos de corrupción de políticos del PRI o de vínculos con la delincuencia organizada. Algunas de estas acusaciones se podrán probar y otras no. Pero lo cierto es que el PRI está bastante indefenso frente a ello, porque su verdadero enemigo no es, en efecto, ni el PAN ni el PRD, pero tampoco lo es el desempleo y la violencia: es la mala fama que ha construido durante décadas. Y frente a ello no hay quien lo salve.

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