febrero 09, 2012

La sombra de Mouriño

Alfonso Zárate Flores (@alfonsozarate)
Presidente de Grupo Consultor Interdisciplinario, SC
El Universal

Quién sabe si llegaremos a saber qué ocurrió en aquella casa de campaña durante el proceso electoral de 2006; qué fue lo que provocó el desencuentro entre Josefina Vázquez Mota y Juan Camilo Mouriño. Lo cierto es que aquellos jóvenes a quienes inspiraba el liderazgo de Mouriño, después del triunfo en la elección presidencial, usaron su cercanía al Presidente de la república para sembrarle dudas, y lo lograron. Quizás por eso, contra toda racionalidad política, Felipe Calderón decidió inventar a un candidato que representara, sin asomo de duda, lealtad y continuidad. Sólo que, en los tiempos de la alternancia, se acabó el dedazo y Calderón no pudo imponerle candidato a su partido.

Antes de las ocho de la noche del domingo pasado, la parafernalia que festejaría el triunfo de Ernesto Cordero (playeras, banderines, cornetas…) quedó arrumbada. El ex secretario de Hacienda llegó a la sede de Acción Nacional apesadumbrado, porque alguien le hizo creer que, contra todo pronóstico, la operación política obraría el milagro: reducir la brecha en la primera vuelta a menos de cinco puntos y llevarlo a ganar en la segunda. Nunca estuvo preparado para la derrota.

Pero a Cordero no lo abandonaron. La operación electoral funcionó con enorme eficacia. Los gobernadores y delegados que respondieron al llamado de su jefe político hicieron todo lo que pudieron, sin escrúpulo alguno, para revertir lo que los estudios demoscópicos anticipaban. El brinco asombroso que le dio a Cordero casi 23 puntos respecto a los 16 puntos que apenas una semana antes registraba el promedio de las encuestas, puede explicarse en parte por el “voto útil” que desfondó a Creel —arrancó como puntero, pero terminó con sólo 6.1% de los votos—, pero también exhibe el tamaño de la operación.

Tenía razón Cordero al desconfiar de lo que decían las encuestas, ni los resultados más favorables, los de BGC que le daban 27% de preferencias (contra 10% de Consulta Mitofsky o 15% de GEA-ISA), se acercaron al resultado final: 38.9.

La injerencia grosera de gobernadores y altos funcionarios gubernamentales se evidenció de distintas maneras: con la grabación del secretario general de Gobierno de Sonora o la de la funcionaria del INM en Puebla; con la difusión de videos truqueados y de intervenciones ilegales a los teléfonos de Josefina y sus aliados; también con la compra de votos. Pero los apoyos de los gobernadores de Sonora, de Guanajuato, de Baja California, y el respaldo ostensible de distintos miembros del gabinete presidencial no le dieron la voltereta a lo que se veía venir.

La derrota de Cordero muestra que el PAN no es, como lo fue el PRI, una maquinaria electoral al servicio del presidente. Al final se impusieron el trabajo político y los votos de una militancia que no atendió consignas y que marcó su distancia con el continuismo acrítico que ofrecía Cordero.

Para Josefina lo que viene es cuesta arriba, pero tiene con qué: la distancia de 31 puntos de hace un año respecto de Peña se ha reducido a 19, sigue siendo enorme pero no es irremontable; su trayectoria política le ha permitido recorrer el país y conocer la agenda social y política; no es una mujer de arrebatos, pero tampoco frágil: no se doblegó ante quienes la querían sacar de la competencia presidencial haciéndola candidata a la gubernatura del Estado de México.

Tanto en Sedesol como en la SEP convocó a formar parte de su equipo a profesionales sin importar su militancia partidista, como Rodolfo Tuirán, Miguel Székely y Cecilia Loría. No representa, como Cordero, la continuidad acrítica del gobierno de Calderón y, no menos importante, le ayudará su condición de mujer.

Buena noticia para Andrés Manuel, mala para Peña Nieto, porque un candidato endeble como Creel o Cordero habría hecho emigrar votos panistas hacia Peña, difícilmente a las izquierdas. Buena noticia para Los Pinos, perdieron ganando. El reencuentro de Calderón con Josefina puede ser más importante en términos político-electorales, que el de Cuauhtémoc Cárdenas con Andrés Manuel.

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