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La Razón
La decisión de fondo está, sin embargo, en cómo quiere ser recordado: un político de buena fe, con vocación social, que pudo ser Presidente, o como en bombero de Elba Esther Gordillo, que fue retirado por los electores al darle el dos por ciento de los votos en las elecciones de 2012.
La tentación, desde luego, es grande, y como dice Javier Cercas en Anatomía de un instante, generalmente un político-político nunca se retira, sino que lo retiran.
Además, casi ningún político piensa que no puede ganar. Prácticamente todos se consideran invencibles e insustituibles. Pero la historia es la historia, y en el caso mexicano tiene una constante.
Como me lo dijo hace años el hijo un ex secretario de Estado que buscó la candidatura presidencial del PRI: “Cuando mi papá llegó a la casa nosotros ya sabíamos que el elegido era otro. Le dijimos que estaba joven y que en la siguiente sucesión podía ganar. Nos contestó: hijos, esto es algo que se juega una sola vez en la vida. Una sola vez.”
Esteban pudo ser candidato presidencial para suceder a Ernesto Zedillo, pero su condición de favorito lo hizo blanco de intrigas palaciegas, desde el mismo día en que asumió la secretaría de Gobernación.
Zedillo le entregó las riendas de la política a un grupo de interés que muy pronto reventó a Moctezuma. Luego volvió al gabinete, a un puesto importante pero inferior. Había perdido toda posibilidad.
En la historia reciente hay casos emblemáticos que refuerzan la constante de que la sucesión se juega una sola vez. La primera candidatura de Cuauhtémoc Cárdenas fue la buena. Las otras dos, para olvidarse.
Manuel Camacho Solís perdió la sucesión en el PRI contra Luis Donaldo Colosio en 1993. Pudo haber sido Presidente y tal vez nos habría ido mejor, pero el caso es que no fue.
Seis años después Camacho se lanzó por otro partido y obtuvo el uno por ciento de la votación.
Francisco Labastida perdió anticipadamente la sucesión contra Carlos Salinas en 1987, y volvió a participar en 2000: perdió ante Fox. Su hora había pasado.
López Obrador estuvo muy cerca de ganar la Presidencia en 2006. A medio punto, nada más. Ahora lo vemos en un rezagado tercer lugar, del que no va a salir. Su tiempo fue 2006, y no lo entiende.
Todo eso, seguramente, debió haber valorado Moctezuma este fin de semana de reflexión.
Un político honesto, con sensibilidad social y humana, podría haber elegido, sin embargo, ser recordado de otra manera.
1 comentario:
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