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La Razón
El tamaño de la tormenta puede ser mayor o menor, dependiendo de la ventaja del primer lugar con el segundo. Pero de que la habrá, no hay dudas.
Ya está fijado el argumento por el cual el tercer lugar, es decir López Obrador, va a impugnar la elección.
En una entrevista publicada ayer en Milenio, AMLO le dijo a Carlos Puig que su “movimiento” ya tiene asegurado el 26 por ciento de los votantes, que son 20 millones de sufragios.
Listo. Ya ganó. Él hace sus cuentas y esas son las que valen, no las que diga el IFE.
Por alguna enredadera de su cerebro trepó la idea de que votarán 48 millones de personas y que él tiene el 26 por ciento del total del padrón.
“Con ese porcentaje será suficiente para llegar a la Presidencia”, dijo.
Dice que la encuesta interna del PRD reveló que 26 por ciento de la población lo quiere a él como Presidente. Y que todos los que manifestaron esa preferencia van a ir a votar. Ni uno menos.
Así de fácil. Aunque ese argumento, ojo, no es el de una persona seria. Lo retorcido e inverosímil de las cuentas indican que se trata de argucias de un perdedor.
Por ahí va a venir la impugnación. Él ya tiene en mente que ganó y a ver quién es el guapo que le contradiga.
Vamos por el mismo camino que en 2006, en que mentalmente tenía fija la idea de que ya había ganado.
En aquella ocasión se quedó con las encuestas de seis meses antes de la elección, donde efectivamente iba a arriba. Todo lo que ocurrió después fue obra de “la mafia que nos robó la Presidencia”.
Ahora, sin embargo, la situación es diferente. Es incluso más peligrosa que en 2006 por una razón muy clara: el encono entre PAN y PRI ha subido de tono de una manera irresponsable.
Si gana Peña Nieto por un margen estrecho, menos de cuatro puntos, es posible que el PAN haga todo lo posible para descarrilar la elección.
Tendrá, en López Obrador, un aliado en ese propósito.
Cualquier pretexto será bueno para cargar contra la victoria del mexiquense.
Con ellos en la operación política y López Obrador en las calles, será difícil sostener el resultado de la elección.
Y si gana Josefina la Presidencia por un escaso margen, el PRI tiene razones para argumentar el acoso judicial del gobierno y desconocer la elección.
Con organizaciones del PRI y López Obrador en las calles, la gobernabilidad sólo podría mantenerse por medio de las armas.
La salida es que alguno de los tres triunfe por amplio margen. Contundente. Y que haya sensatez entre quienes puedan ser sensatos.
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