febrero 01, 2012

Los adjetivos enmudecen

Manuel J. Jáuregui
Reforma

Simplemente se declararon en huelga, amigos, decidieron dejar de trabajar en México, ya que sienten que se les ha perdido el respeto y su contribución dejado de valorar.

El presidente de la Asociación Mexicana de Adjetivos Calificativos (AMAC), el Sr. Asombrado H. Estupefacto, hizo el anuncio ayer por la tarde.

En escueto comunicado de prensa, afirmó: "En vista de que en México no hay cabida ya para nuestra función, que hemos sido devaluados, ninguneados e ignorados al grado de que se torna imposible cumplir con nuestra función gramatical, hemos decidido suspender hasta nuevo aviso nuestro trabajo en México a favor de la lengua castellana".

La verdad, amigo lector, es que éste su H. escribano los comprende perfectamente: las circunstancias que vivimos han rebasado completamente la capacidad calificativa de los adjetivos.

Analicen ustedes el más reciente episodio bochornoso que ha impactado a la opinión pública nacional: el affaire del costalazo veracruzano.

Dos funcionarios del Gobierno de Veracruz, volando en un avión del mismo, son sorprendidos en Toluca, Estado de México, trasladando 25 millones de pesos en efectivo.

Éste es el dato escueto, el cual tras de que trascendiera ha recibido una serie de absurdas e increíbles justificaciones por parte de los "dueños" de la billetiza.

Mismas que ni en países o regiones como Haití, Somalia, Congo o Timbuctú serían aceptables, ya ni siquiera pensemos en el primer mundo.

¿Qué sucedería si en Inglaterra, Alemania o Francia hubiese acontecido algo similar?

El escándalo ya hubiese llegado a Marte y Júpiter, sin que quedara títere con cabeza en todo el aparato burocrático de la entidad responsable.

Ningún Gobierno, en ningún país medianamente avanzado, realiza pagos en efectivo de esa naturaleza, precisamente porque como el dinero es del pueblo la normatividad exige que cada operación, tanto de ingreso como de egreso, deje huellas de papel, justamente para que pueda ser rastreado y determinado su origen y destino.

Los pagos en efectivo no sólo no proceden, sino que, de acuerdo a las leyes mexicanas y las normas establecidas por nuestra Hacienda, tienen topes y deben de ser notificados y registrados.

A ningún proveedor, por más importante que sea, en ninguna parte del mundo civilizado le llevan a su domicilio, en avión gubernamental, un pago en efectivo.

¡Resulta absurdo pretender justificar lo anterior!

Precisamente a ello se debe el que estos intentos desfigurados, kafkianos, aberrantes, esta letanía de rollos imbecílicos y vanos intentos por justificar y querer hacer creer a la opinión pública que transportar en aviones oficiales maletas llenas de dinero es una operación rutinaria, es que los adjetivos calificativos se RINDEN.

¡No pueden más!

Si palabras como "cínicos", "desvergonzados", "insolentes", "sinvergüenzas", "desfachatados", "impúdicos", "procaces", se quedan cortas, pierden su significado y se desvanecen al no poder soportar el peso de una realidad que los apabulla más allá de los límites del entendimiento, en consecuencia resulta inevitable que los adjetivos se marginen.

¡Ya no sirven!

Nuestros actores políticos se comportan de una manera que se ubica más allá de la capacidad de nuestros adjetivos calificativos.

Lo que antes en México se consideraba carente de progenitora, hoy es lo cotidiano: los límites de la credulidad para el ciudadano han sido violados flagrantemente, todo pareciera indicar que nuestra clase política nos considera a todos con un grado inferior de inteligencia al Neandertal.

Nos creen capaces de tragarnos cualquier babosada, y más aun, le apuestan a que nos pueden EMBAUCAR
y engañar a su antojo sin que nada podamos hacer al respecto.

Nos retan con su insolencia a que los pongamos en su lugar, que en cualquier otro país sería la cárcel, pero que aquí en nuestro México milagroso resulta ser alguna frondosa cocotera en Boca del Río.

¡Qué bárbaros! ¡Estamos inaugurando nuevas fronteras del desgobierno y el despapaye!

Creíamos que lo habíamos ya visto todo, y la verdad es que no es nada para lo que estamos viviendo... ¡y lo que nos espera, conforme se caen y esfuman día a día los linderos de la propiedad, la moralidad y la legalidad!

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