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El cristalazo
La Crónica de Hoy

Pero no los tienen y si los conocen los dejan escondidos en el jaleo de un fallido espectáculo de televisión.
Les abre el Partido Acción Nacional un saloncito con nombre heroico (para ellos) y, sentados muy serios –ellos y ella—, se disponen a repetir naderías a lo largo de sesenta tediosos minutos en pos de la voluntad de sus correligionarios. Nadie piensa. Cuando más, se trata de repetir frases providentes de asambleas de listillos cuyo trabajo consiste en imaginar “escenarios”; responder hipotéticas preguntas y simular todo en un grupo de enfoque cuyo foco está apagado, como el magnificado “cuarto de guerra”.
No queda otro remedio. Carlos Fuentes tiene razón: son muy pequeños (todos, pero hoy hablemos de éstos) frente a las dimensiones enormes de los problemas nacionales.
Sin someterse a la amenazadora amenaza del Goliat nacional, el pequeño David –por ejemplo— invoca a su dios cuando mueve la honda (antes de tirarse el pedrusco en el zapato) y hasta se equivoca en el nombre de la única persona por la cual ocupa un sitio destacado en este mundo; su protector, promotor, jefe y (según esto) amigo.
Pues no ha de ser tan su amigo cuando hasta su nombre olvida.
Vicente Calderón. Me doy.
Y si de abyecciones se trata, pues mire usted el caso del siempre aromático señor Santiago Creel. Después de haberse placeado por todo México con el logro de sus políticas de seguridad, luego de columpiarse en el autoelogio febril, no halla recurso para su futuro más allá de ofrecer impúdicamente sus servicios a quien gane, en medio de un desplante de falsa humildad y mucha cesantía inminente.
Me sumo, dijo. Dos veces ofreció la sumisión (no la sumatoria) don Santiago, con lo cual no hace sino poner a subasta su anunciada derrota.
Hace algunos meses, cuando Gustavo Madero hablaba de la abundancia de prospectos en busca del sucesor de don Felipe, contabilizaba una decena de personajes. Por aquellos días se hablaba de Blanca Nieves y los siete enanos. Ahora ya ni Blanca Nieves.
Hablaron, miraron el ojo nictálope de la cámara y dejaron absorto al bien empacado académico Leonardo Curzio, quien atónito escuchaba la defensa de Josefina Vázquez Mota acusada de omisa y faltista durante su paso por la Cámara de Diputados y, para probar su buen comportamiento legislativo, mostraba una palmadita en la espalda ofrecida por el Ejecutivo como si se tratara del prefecto de la escuela. Una comedida estrellita en la frente.
¿Cuándo se ha visto?
Pero es comprensible, iban en pos de la persuasión de sus correligionarios y sus mucilagos, por eso les convenía mostrar reverencia ante quien hoy todavía reconocen (algunos a regañadientes) como su líder. En diciembre algunos ni el saludo le ofrecerán, pero ahora su voto de calidad bien vale una misa.
Nos regalaron una penosa exhibición de pequeñez digna de cualquiera de las casas de enfrente.
Ante eso uno se pregunta con cierto derecho, ¿para eso pugna tanto la TV comercial en pos de los debates políticos? ¿Debates? Eso no dio ni para un pobre “reality show”. Conducido por la señorita Laura hubiera sido menos vergonzoso.
LAPSUS
Ahora sale el gran cordero a decir: no me equivoqué, fue una síntesis de dos momentos gloriosos de la historia nacional. ¡Sí, Chucha! Ya te lo puede creer Tomás Ruiz.
Mejor debería invocar una distracción originada en su gusto por el futbol, pues Vicente Calderón fue presidente del Atlético de Madrid y en homenaje a su grandeza fue nombrado así el estadio donde casi 70 mil españolitos le gritan a los colchoneros semana a semana.
El estadio, dice la Wiki, fue reinaugurado el 23 de mayo de 1972 en presencia de un correligionario de los debatientes, el generalísimo Francisco Franco, Caudillo de España, bla, bla.
Quizá por la presencia de Pacorro, pero en aquella ocasión jugaron España y Uruguay y los peninsulares batieron a los charrúas, por dos goles a cero.
Ayer el debate quedó tres a cero.
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