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La aldea global
La Crónica de Hoy

Garzón intentó presentar en juicio evidencias de que los encarcelados por la trama corrupta —todos ellos relacionados con el gobernante Partido Popular (PP)— y sus abogados seguían delinquiendo, y que por eso había autorizado las escuchas. Pero no, los jueces del Supremo no admitieron estas pruebas que lo podrían haber salvado. No tenían interés en ello porque, como ha denunciado el propio Garzón, lo habían condenado ya incluso antes de que empezara el juicio. Mucho me temo que querían que saliera condenado por este caso, antes de serlo por otro caso de mucha más relevancia internacional: su intento de investigar los crímenes del franquismo.
Con la sentencia de ayer Garzón es un cadáver judicial y sobre él guardan luto todos los que lo admiramos por ser el símbolo de la justicia universal. La esperanza de los jueces del Supremo es que, cuando sentencien sobre el franquismo, se hayan apaciguado los ánimos, dentro y fuera de España. Lo esperan porque no quieren que nadie les recuerde que, detrás de toda esta cacería judicial, está el franquismo, que no ha muerto en España y que se perpetúa en la figura de jueces (ellos mismos), periodistas y políticos, que se las dan de demócratas.
Esta es la triste historia de Garzón. No sólo ha caído porque se atrevió a investigar a empresarios corruptos relacionados con el PP, sino, sobre todo, porque se atrevió a investigar los crímenes contra la humanidad cometidos por el franquismo y por intentar dar consuelo a las víctimas que todavía (¡todavía!) buscan a sus muertos, asesinados y echados a fosas comunes. España, ahora lo veo más claro que nunca, sigue infestada de franquistas.
Hay días que me da vergüenza ser español. Hoy es uno de esos días.
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