Andrés Lajous (@andreslajous)
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El primer spot de la campaña de Peña Nieto es un buen contraste entre lo que fue su gobierno en el Estado de México y la fantasía que quiere construir para su campaña. Las primeras y últimas tomas están filmadas sobre una vía rápida elevada para automóviles de seis carriles de ancho. En contraste el resto de las tomas, que se supone reflejan la diversidad de los lugares que “visitará” en su campaña, muestran centros coloniales, catedrales, pueblos antiguos, parques y pequeños muelles. Lo que no dice el anuncio con tanta claridad es que la prioridad como gobernador de Peña Nieto no fueron los espacios urbanos con las características que muestra en sus spots, sino principalmente las obras concesionadas dirigidas a automovilistas. Obras que no tienen nada que ver con calles peatonales, banquetas anchas, faroles antiguos y áreas verdes, sino por el contrario con la segregación de las ciudades, el incremento del tráfico y contaminación, y la destrucción del espacio público.
Hay varios ejemplos que muestran cómo durante la gestión de Peña Nieto en el Estado de México, el privilegio de los automovilistas fue reforzado y no se le dio prioridad al transporte público ni a la movilidad no motorizada. Entre 1994 y el 2007 creció más rápido el número de viajes en coche privado (40%) que la población (24%) en la Zona Metropolitana del Estado de México. El tema no es menor considerando que sólo 19% de los viajes se hacen en automóvil privado y la mayor parte del transporte público en el Edomex sigue concentrado en mal servicios de combis y peseros. La decisión de priorizar los intereses de ciertos grupos, se hace más evidente en la distribución del presupuesto. Según un reporte que está por salir del ITDP en donde se comparan las inversiones en movilidad que hicieron los estados en el 2011 con dinero de fondos federales, en el Estado de México 71% de la inversión se fue a infraestructura para automóviles y para pavimentación, 27% a transporte público, y apenas 2% para espacio público e infraestructura peatonal.
El viaje del Estado de México al DF, en 2007, en automóvil era de una hora seis minutos, en cambio en transporte público duraba en promedio hora y media, y el costo del viaje redondo era de $22 (INEGI). Considerando que estos son promedios, los habitantes de la zona metropolitana del Edomex saben que el trayecto en transporte público puede durar más de 3 horas y el viaje redondo puede costar hasta $80.
Con estos datos, uno esperaría que el gobierno de Peña Nieto hubiera priorizado el transporte público y no la construcción de vías rápidas. Sin embargo la obra emblemática de su gobierno fue el Viaducto Elevado Bicentenario el cual transporta, según la empresa concesionaria, a poco más de 20 mil coches al día. Una perversidad particular de este proyecto, es que la construcción de las segundas y terceras etapas, aunque ya concesionadas, están sujetas a que la primera etapa tenga un aforo de 50 mil coches diarios. Es decir, hoy el principal interesado en que se incremente el uso del automóvil en el Estado de México es el gobierno mismo, para así cumplir la “promesa” de construir el resto de la obra. En contraste el principal proyecto de transporte público promovido por el gobierno de Peña Nieto, el Mexibús, salió más caro de lo calculado, y está tan endeudado y frente a tales problemas de diseño que su operación está en riesgo pese a contar con 130 mil pasajeros diarios.
Una fantasía es la de que Peña Nieto fue un gobernante eficaz en la construcción de infraestructura, aunque sólo fue exitoso en los proyectos sencillos para automóviles. La otra fantasía es hacernos creer que el Estado de México que dejó se parece más a los centros de Mérida y Oaxaca que al tráfico de los segundos pisos del Periférico.
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