Martín Bonfil Olivera (@martinbonfil65)
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La ciencia por gusto
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Milenio
Me encantó la ironía de la analista Irene Selser, cuando en su columna “Daños colaterales” (publicada en MILENIO el 12 de marzo) escribe: “Que el célebre médium brasileño Joao Texeira de Faria, Joao de Deus, haya acompañado el tratamiento oncológico del ex presidente de Brasil, Lula da Silva, con cáncer de laringe, […] no tiene nada de extraordinario. Al contrario, pareciera ser lo más pertinente ante este ‘brote canceroso’ que ha ido afectando a los líderes de la izquierda sudamericana…”.
Y es que, ante una enfermedad terrible, es fácil caer, aunque se sea un líder de opinión de quien se esperaría una actitud más sensata e informada, en el pensamiento irracional.
A veces son teorías conspiratorias, como las de Hugo Chávez, que lanzó, ante el “brote” entre varios mandatarios y ex mandatarios latinoamericanos (Fernando Lugo, de Paraguay; Dilma Rouseff, de Brasil; Cristina Fernández, de Argentina —cuyo diagnóstico fue desmentido en enero— y Lula da Silva, además de su propio caso), acusaciones sin fundamento como la de que “no sería extraño” que en Estados Unidos “hubieran desarrollado una tecnología para inducir el cáncer”.
Otras veces, se cae en el pensamiento mágico. Es un hecho que mucha gente sigue recurriendo a medicinas “alternativas” y espirituales, aun cuando existen abundantes estudios que demuestran su total inutilidad, y en algunos casos hasta efectos nocivos.
Afortunadamente, aunque se haga acompañar de Joao de Deus, Lula no abandona las quimio y radioterapias contra el cáncer.
Menos mal. Pero el curandero declara al mismo tiempo, con el doble discurso propio de los charlatanes, “Yo no curo a nadie, quien cura es Dios”. Es una deidad, a través de él, la que cura... no las quimioterapias. Sí, cómo no.
Es curioso cómo para desatar una polémica acalorada basta publicar en Facebook una ilustración que denuncia cómo, ante médicos preparados que salvan vidas, muchos creyentes siguen atribuyendo una curación a una entidad espiritual de cuya existencia no hay pruebas.
No se trata de combatir las creencias religiosas o espirituales de nadie, sino de fomentar una cultura científica que nos permita distinguir, ante problemas concretos, las soluciones eficaces de las ilusorias.
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