marzo 09, 2012

¿Quién representa a quién?...

Francisco Martín Moreno (@fmartinmoreno)
Escritor
fmartinmoreno@yahoo.com
conferenciasmartinmoreno@yahoo.com
Excélsior

A lo largo de las próximas semanas quedarán integradas las listas de los candidatos de mayoría, así como los plurinominales que habrán de representar “supuestamente” a la nación en el Congreso de la Unión. Al respecto quisiera precisar que los partidos, subsidiados por la sociedad mexicana a través de la recaudación tributaria, no escogerán a sus candidatos para hacerse de una curul tomando en cuenta la opinión del electorado, es decir, la representación nacional evidentemente no existe. He ahí entonces el origen de algunos de nuestros males.

¿Acaso la Cámara de la Industria de la Construcción o la del Vestido o la de la Industria Química o la de la industria automotriz o la del turismo, entre otras tantas más, han sido consultadas para acreditar a sus respectivos representantes ante el Congreso de la Unión? De verdad, querido y respetado lector, ¿usted de verdad cree que las listas de candidatos de legisladores están estructuradas tomando en cuenta los más diversos sectores de la sociedad civil? Por supuesto que no: los nombres de los futuros diputados y senadores son escogidos por los partidos políticos de acuerdo a su propia conveniencia y a sus intereses de grupo sin tomar en cuenta la opinión de la ciudadanía que mantiene con sus impuestos al Poder Legislativo.

Por supuesto que la integración amañada y antipatriótica de las cámaras que integran el Congreso de la Unión responde a compromisos internos inconfesables, a intereses de grupo completamente desvinculados de las auténticas necesidades de la nación. Las curules se reparten como premios de consolación o agradecimientos o reconocimientos o recompensas políticas otorgadas a militantes ajenos a la representación nacional, misma que ostentarán únicamente como trampolín en sus carreras políticas.

¡Claro que me hubiera encantado ver que las empresas mexicanas productoras de vino o de juguetes o de partes automotrices o las de la industria farmacéutica, entre otras tantas más, ya se encuentran debidamente representadas para ocupar un espacio en nuestro máximo recinto legislativo, sin embargo, es claro que los partidos y sus respectivos legisladores se representan a sí mismos en perjuicio de la nación, la cual carece de voz y voto en la máxima asamblea política de la sociedad mexicana!

Ahora bien, ¿dónde termina la responsabilidad de los partidos políticos y comienza la de la sociedad que no solamente acepta la imposición de candidatos desconocidos para ella, sino que todavía convalida dicha irregularidad al votar por unos supuestos representantes completamente desvinculados de los intereses de la sociedad? ¿Por qué los líderes de las cámaras, de las asociaciones, así como de diversas instituciones privadas, no van y tiran la puerta de las oficinas del PRI, del PAN, del PRD o del Partido Verde o del Partido del Trabajo para lograr la colocación de sus representantes en el Congreso? Los políticos lo saben muy bien: se enfrentan a una sociedad adormecida y anestesiada, que no protesta ante el hecho de que el gran pastel político del que en buena parte depende el futuro de la nación sea repartido entre los meros gerifaltes, quienes han secuestrado a los partidos políticos.

Si como sociedad estamos hartos de dicho secuestro del Congreso, así como cansados de que los legisladores se representen a sí mismos sin tomar en cuenta la opinión del electorado, entonces, ¿por qué no imponemos a nuestros candidatos, los nuestros, los de la ciudadanía, los mismos que nos conviene convertirlos en nuestros auténticos representantes con auténtico compromiso social? Estamos cansados de los plurinominales, del importe de las dietas que cobran los actuales legisladores, de su pasividad, desde que las reformas estructurales de los que depende el futuro de la patria se encuentran archivadas y olvidadas y, entonces, ¿por qué no protestamos airadamente a través de marchas callejeras como de desplegados en los periódicos de más influencia para imponer a nuestros propios candidatos? Es la hora de contar con una sociedad mucho más activa que no sólo proteste, denuncie, sino que ejecute, que exija cuentas a sus respectivas cámaras, a sus respectivas organizaciones, para defender nuestro dinero, nuestros impuestos de los que viven partidos y legisladores de modo que finalmente se imponga la voluntad de la sociedad civil. Si estamos cansados hasta la fatiga del autoritarismo de los partidos políticos, ¿por qué no ejercemos presión para colocar a nuestros propios representantes que al llegar al Congreso promuevan la cancelación de los plurinominales, la reducción del número de diputados y senadores, así como de sus jugosas dietas, sin olvidar la disminución del gigantesco presupuesto que se le entrega al IFE y al TEPJF? Hagamos el cambio de adentro para afuera.

Mientras más legisladores extraídos de las filas de la sociedad civil existan en el seno del Congreso de la Unión más fácilmente lograremos sacudirnos a esos verdaderos “presupuestívoros”, presuntos legisladores que devoran una buena parte del presupuesto público sin cumplir con las obligaciones que establece la ley para sus supuestos representados. Nos urge una auténtica representación nacional que sólo lograremos liberando al Congreso de sus secuestradores: los partidos políticos.

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