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La historia en breve
Milenio

Es lógico que ante un panorama tan desolador se refugie en encuestas serias que lo ubican en un virtual empate técnico, no solo con Josefina Vázquez Mota, sino con Enrique Peña Nieto. Es lo que tiene que hacer.
Me tocó vivir con GEA/ISA la furia de López Obrador en 2006. Él y sus incondicionales abrieron una atroz ofensiva para acusarnos de corruptos, vendidos a las peores causas del país. Lo único que hizo GEA/ISA fue marcar desde el 31 de marzo de aquel año que Felipe Calderón lo había alcanzado en la punta y mantener ese registro hasta el día de la votación. Lo medido por la encuestadora fue pulcro, impecable.
En fin, aquí estamos seis años después. Nosotros, midiendo el sentir de la gente; él, tildándonos de corruptos, de engañar a la gente. No importa que en 2006 tuviéramos la razón y él mintiera con su fantasiosa encuesta de los diez puntos. Jamás se disculpó. No importa.
Lo cierto es que hoy está a 34 puntos de Peña Nieto. Esa distancia (si el 1 de julio participan unos 47 millones de mexicanos) significaría unos 16 millones de votos de diferencia.
Soy un fervoroso de la lógica electoral. No hay posibilidad de que remonte 34 puntos, y menos con esa figura deslucida que presenta en esta temporada: el rebelde viejo instalado en el confortable conformismo de la inconformidad.
Es el final de López Obrador. Y creo que él lo sabe.
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