abril 19, 2012

Tragedia en Sudamérica

Macario Schettino (@macariomx)
schettino@eluniversal.com.mx
Profesor de Humanidades del ITESM-CCM
El Universal

La expropiación se realiza, como es costumbre, por causa de utilidad pública, algo que en México dejó de existir (por fortuna) hace tres lustros, cuando la Suprema Corte de Justicia empezó a funcionar en nuestro país. Lo comento para que no olvidemos la importancia del cambio que hemos vivido en México. Hoy, una medida demencial como la que acaba de tomar la presidenta Argentina sería imposible en nuestro país. Y lo seguirá siendo si no elegimos mal.

Pero el acto expropiatorio no es un exabrupto de la presidenta (si alguien quiere leer mejor presidente, por cuestiones gramaticales, adelante, ambas palabras son aceptables). Digo que no es un exabrupto, sino sólo una medida más en un proceso de deterioro muy serio que está viviendo ese país desde hace unos meses, al que tampoco es ajeno su vecino, la gran potencia sudamericana, el Brasil.

Primero permítame detenerme un momento en Argentina. Es el único país que tuvo un siglo XX peor que México, gracias a un experimento similar al nuestro, el Peronismo. La historia de ese siglo no cabe en estas páginas, pero es fácil de recuperar en otras partes. La historia reciente también la puede usted ver en espacios periodísticos en estos días, y seguramente verá usted cómo la señora Kirchner (por el apellido de su extinto marido y antecesor en la presidencia) ha ido acabando con todo: destruyeron el sistema de pensiones, luego eliminaron la autonomía del banco central, y ahora expropian. Y a lo mejor usted no lo vio pasar, pero en los meses previos habían intentado revivir el tema de las Malvinas. En pocas palabras, doña Cristina anda buscando todo el dinero que pueda encontrar, y además algún chivo expiatorio del exterior.

Y es que Argentina, no me lo va usted a creer, está nuevamente quebrada. Es cuestión de meses para que veamos una nueva tragedia en ese país, aunque en realidad la empezamos a ver, pero no le hicimos caso, cuando la señora dio un golpe al banco central.

Ahora vamos a Brasil. Este país, que ha sido la gran estrella latinoamericana en la última década, tiene problemas igualmente serios. Por eso decidieron cerrar sus fronteras a los autos mexicanos. Si realmente Brasil fuese un país competitivo, no hubiese duplicado las importaciones de autos de México durante 2011, ni mucho menos habría reaccionado cerrándose. Y es que Brasil no es un país competitivo. Sin duda han tomado en Brasil medidas muy importantes, pero menos de las que suele uno creer.

En realidad, las grandes reformas las hizo Fernando Henrique Cardoso, el presidente anterior a Lula, que promovió la autonomía de Petrobras, inició la reforma de pensiones, y avanzó el proceso de democratización del Brasil. Lula ya no modificó mucho, pero fue sin duda un gran vendedor. Convenció al mundo de que Brasil ya no sería más el país del futuro, sino del presente. Y ese papel de Lula no debe menospreciarse. No es sólo ser torero, hay que parecerlo.

Desafortunadamente, Brasil no ha sido capaz de diversificar adecuadamente su producción, ni ha tomado medidas de fondo en materia laboral. Como nosotros, tienen un mala legislación, que en su caso es peor si consideramos el tema de pensiones. Recientemente The Economist describía a Brasil como un país de jóvenes con problemas de pensiones similares a los países de viejos (Europa, pues).

Los grandes recursos naturales de Brasil le permitieron convertirse en un proveedor de China (lo mismo que Argentina). Y el gran crecimiento de China a partir de su ingreso a la OMC en noviembre de 2001 se reflejó en la gran década de Brasil. Y, por cierto, en una década regular para nosotros, que fuimos desplazados por China del mercado estadounidense. Pero ahora China está en problemas. No sabemos de qué tamaño, porque no hay cifras. De hecho, el último dato de comercio exterior de ese país es de 2009, y no era nada bueno. Es posible que China esté en problemas más graves de lo que pensamos, y que esté reduciendo significativamente sus exportaciones.

Lo que sí podemos ver es que las exportaciones de Argentina y de Brasil se cayeron durante 2011, e iniciaron este año muy mal. La caída es tan seria que Argentina ya no está creciendo al famoso 8% (que no sé de dónde salió), sino a -2%. Y la industria de Brasil se hunde: su índice de actividad en industria de capital está cayendo al 14% y el de bienes de consumo durables al 15%. Contracciones mayores que las del inicio de la gran crisis de 2008-2009.

El tamaño del problema debe superar esas cifras, si vemos la forma de responder de las presidentas. La de Argentina ya la veíamos, y la de Dilma Russef, menos histérica, está siendo igualmente preocupante. No se trata sólo del intento de cerrar mercados (el proteccionismo es respuesta fácil a los problemas de competitividad) sino también su intercambio con el presidente Obama, a quien exigió un cambio de política monetaria, porque el Real se ha sobrevaluado mucho.

En Brasil hay hoy una situación similar a la que México vivió en 1994: una deuda demasiado grande (más de 60% del PIB, que Reinhart y Rogoff ponen como límite para los países no ricos), una moneda sobrevaluada (porque no es flexible), y una caída brusca de ingresos del exterior. Ojalá esta columna esté equivocada.

Es lugar común en México criticar la estabilidad financiera con el sobado argumento de que el dinero no llega a los bolsillos de la gente. Ya olvidamos cómo esos bolsillos quedaron vacíos por presidentes irresponsables que pospusieron medidas serias y culparon al exterior de nuestras dificultades. En unos meses más seremos testigos, otra vez, de los mismos errores, ahora en países cercanos a nosotros. Pero parece que los latinoamericanos simplemente nunca entenderemos.

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