mayo 06, 2012

Debatan

Pascal Beltrán del Río (@beltrandelriomx)
Bitácora del director
Excélsior

Quiero ver a los candidatos ponerse a prueba y eludir la respuesta fácil. Me gustaría que todos intenten meter en aprietos al puntero

El debate de candidatos presidenciales que se realiza esta noche es el que más interés ha generado en la opinión pública desde que se llevó a cabo el primero de su tipo, hace 18 años.

Aquella vez mi curiosidad como reportero llegó a tal punto que brinqué la reja del Museo Tecnológico en Chapultepec —junto con mi colega Álvaro Delgado— con la finalidad de dar la primicia sobre el set que utilizarían los candidatos presidenciales Cuauhtémoc Cárdenas, Diego Fernández de Cevallos y Ernesto Zedillo.

No sé si volvería a hacerlo, porque al momento de retirarnos del lugar, después de ver el set, nos salió al paso un teniente coronel del Estado Mayor Presidencial —a cargo de la vigilancia del sitio elegido para el debate— para informarnos que los soldados estuvieron a punto de disparar sobre nosotros cuando advirtieron nuestra presencia.

Lo cierto es que la expectativa que se generó en 1994 era enorme. Aquel primer debate se celebró apenas 50 días después del asesinato de Luis Donaldo Colosio.

La negociación para que se pudiera llevar a cabo aquel encuentro había sido muy complicada. Los opositores pusieron como condición que se prohibiera la difusión posterior de la imagen y el audio de manera fragmentada, a fin de evitar, como me dijo Adolfo Aguilar Zinser (qepd) —quien participó en las pláticas en representación de Cárdenas—, una edición que favoreciera al aspirante priista.

Para los partidarios de Fernández de Cevallos la experiencia del debate fue espectacular. El candidato panista zarandeó a sus contrincantes.

Atacó a Zedillo, llamándolo “un buen chico, con altas calificaciones, pero reprobado en democracia”, a quien habría que creerle “15 veces menos de lo que dice”, porque el crecimiento del país estaba “15 veces más abajo de lo que pronosticó… y eso que su fuerte es la economía”.

A Cárdenas lo acusó de falso demócrata. Le echó en cara la ley electoral que promulgó como gobernador de Michoacán, en los 80, “que vulnera la dignidad del pueblo”. También le dijo que comprarle al candidato perredista su imagen de hombre tolerante y plural equivalía a “creer que Mario Aburto es un pacifista”.

Quizá porque se habían preparado para otro tipo de debate, Zedillo y Cárdenas respondieron tibia y tardíamente a la estrategia de Fernández de Cevallos. El priista le reprochó lucrar con el asesinato de Colosio, mientras que Cárdenas recordó que un día llamó “descalzonados” a un grupo de solicitantes de vivienda.

No ha habido otro debate como aquel, del que El Jefe emergió victorioso, lo que lo impulsó al segundo lugar de la contienda, claro retador de Zedillo.

Los de 2000 y 2006 son recordados por sus anécdotas —como escribió en estas páginas, el viernes pasado, José Elías Romero Apis—, sobre todo por los errores que cometieron los candidatos que resultarían derrotados en esas elecciones.

Se ha dicho que el formato de los debates es uno de los mayores culpables de que resulten aburridos e intrascendentes. El formato del primer debate era muy similar al que tendrá lugar esta noche. Sin embargo, aquella noche del 12 de mayo de 1994, quienes vimos el encuentro de candidatos estuvimos al filo de la butaca.

Es decir, el formato no es el mejor para propiciar el contraste de posiciones, propuestas y biografías —lo que uno esperaría de un buen debate—, pero hay modo de superar ese escollo, como lo demostró Fernández de Cevallos.

Incide más, en mi opinión, el número de participantes. En 1994 hubo nueve candidatos presidenciales, pero solamente tres participaron en el debate. Seis años después hubo dos debates, el 25 de abril y el 26 de mayo. En el primero participaron los seis candidatos presidenciales registrados; en el segundo, sólo los tres principales: Vicente Fox, Francisco Labastida y Cuauhtémoc Cárdenas.

Obviamente, a mayor número de participantes —sobre todo si se considera el formato rígido que ha existido, que no permite interrupciones o réplicas de botepronto— mayor el número de turnos que tienen que esperar los candidatos para responder a los señalamientos de sus contrincantes.

Se ha hablado mucho del debate que sostuvieron el miércoles pasado los candidatos presidenciales en Francia. Es verdad, el formato de allá ayuda a que el encuentro sea más dinámico, pero no olvidemos que el sistema francés contempla una segunda vuelta —que, por cierto, culmina hoy—, en la que sólo compiten dos candidatos.

Entonces, el debate de esta noche ¿será trascendental o no? Quiero pensar que sí, pero dependerá de qué tanto ajusten los participantes su estrategia al formato.

Como Fernández de Cevallos en 1994, esta noche llegan dos candidatos con la oportunidad de utilizar el debate como un motor para impulsar sus campañas. Igual que hace 18 años, hay un claro puntero en la contienda, Enrique Peña Nieto, y, más de 20 puntos atrás, dos candidatos que luchan a codazos por mejorar su lugar en la persecución, Josefina Vázquez Mota y Andrés Manuel López Obrador.

El priista, igual que los punteros de 1994, 2000 y 2006 tratará de que el debate le cause el menor daño posible. No tiene por qué atacar. Seguramente mirará directo a la cámara, volteará poco o nada hacia los otros podios del set y se concentrará en hablar con los televidentes y radioescuchas.

En el debate sobre el debate, que se dio en las últimas dos semanas, ha sido lugar común decir que Peña Nieto lleva las de perder porque, según sus críticos, es incapaz de hablar en un foro sin usar el teleprompter.

Esa afirmación se pondrá a prueba esta noche. Por lo pronto, ha servido para disminuir las expectativas sobre el desempeño del candidato de la coalición Compromiso por México (PRI y Partido Verde). Los rivales de Peña le han hecho el favor de que nadie espere nada bueno de su actuación. Eso puede ayudarlo, pues cualquier punto que anote esta noche se verá como un logro extraordinario.

En cambio, el peso recae sobre los rivales, no sólo porque son ellos quienes tienen mayor obligación de aprovechar el debate, sino porque han sostenido públicamente no sólo que Peña no sabe debatir, sino que quiere eludir los debates alternos a los dos oficiales (convocados, mediante solicitud directa, por más de 40 medios de comunicación).

Más aún, Vázquez Mota, pero sobre todo López Obrador, han generado la impresión de que la decisión de Televisión Azteca de transmitir un partido de futbol de la liguilla a la hora del debate es una estrategia para apoyar a Peña y que el encuentro es clave —una especie de Día D de la campaña presidencial— para decidir el rumbo de la elección.

Eso ha generado, como decía al comienzo, una expectativa nunca vista desde 1994 para un debate de candidatos presidenciales. Tengo la impresión de que tendrá una audiencia enorme y que muchos mexicanos lo sintonizarán para ver cómo se desempeñan los rivales de Peña y si éste es capaz de improvisar.

Si las participaciones de Vázquez Mota y/o López Obrador son tan espectaculares o más que la de Fernández de Cevallos hace tres sexenios, se podrá decir que la expectativa se cumplió. Sin embargo, si sólo escuchamos cuatro soliloquios intercalados, la gente tendrá todo el derecho de sentirse decepcionada y, por qué no, cambiarle al futbol, a ver si el Morelia-Tigres es más entretenido.

Por lo pronto, a unas horas de que ocurra el sexto debate de candidatos presidenciales en la historia de México, yo deseo que el de hoy cumpla con las expectativas: que sea peleado, reñido y que los aspirantes metan la pierna.

Quiero ver a los candidatos ponerse a prueba y eludir la respuesta fácil. Me gustaría que Vázquez Mota, López Obrador y Gabriel Quadri intenten meter en aprietos al puntero y que éste no recurra al catenaccio. Que sea un encuentro abierto, de idas y venidas y muchos goles. Que sea un debate que rompa récord de audiencia y sea recordado en el tiempo por haber dado la vuelta a una campaña aburrida.

Si no sucede eso, la gente, que tendrá el control remoto en la mano, seguramente se irá a otro canal. Y qué bueno que tenga la libertad para hacerlo, porque la propuesta de endilgarle el debate a fuerza, en todos los canales, no es propia de la democracia sino del autoritarismo.

El debate y posdebate, por CadenaTres

Si, como espero, usted verá el debate, hágalo por CadenaTres, nuestra televisora hermana. Al momento de escribir estas líneas, ninguna otra ha anunciado que tendrá, como aquélla, una medición del desempeño de los candidatos en tiempo real. Luego, quédese en Círculo de Ideas, donde analizaremos lo sucedido en el encuentro en el World Trade Center e intentaremos hacer una prospectiva de su significado para el resto de la campaña. Nos vemos en el canal 28 de televisión abierta en el Valle de México (128 en Sky y Cablevisión).

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