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Profesor de Humanidades del ITESM-CCM
El Universal

El mismo candidato del PRI ofreció un decálogo de respeto a las libertades. Ese decálogo es una especie de resumen de la Constitución, a la que nadie hizo caso durante 80 años. No veo por qué ahora sería diferente.
El riesgo de la restauración no es menor, pero depende de que el PRI obtenga la mayoría en ambas Cámaras. Si no fuese así, el riesgo desaparece. Pero también la oferta del candidato priísta de eficiencia, que en su opinión depende precisamente de tener mayoría. Así pues, el triunfo de Peña Nieto oscila entre la ineficiencia y el autoritarismo.
Si el PRI no ganase la Presidencia, el asunto es muy diferente. Peña Nieto es el mejor candidato que el PRI ha podido construir en 15 años. Así como lo ve, es lo mejor que hay. Si con él no ganan, no lo harán nunca, y lo saben. Una derrota del PRI significaría, por fin, la necesidad de ese partido de evaluar su historia. En mi opinión, si esa derrota ocurriese, se abre la posibilidad de construir un gobierno de coalición que termine con el periodo de interregno vivido desde 1997. Precisamente eso ha ofrecido la candidata del PAN: un gobierno de coalición, que es factible porque la derrota del PRI en esta ocasión tiene un significado mucho más profundo.
Hay, finalmente, un cuarto escenario, el triunfo de AMLO. A diferencia de hace seis años, en que este escenario era muy probable, ahora no parece serlo. Aunque en las encuestas ha mejorado algo su posición, el rango en que se mueve López Obrador no supera 26% de intención de voto. Si ocurriese el triunfo de este candidato, parece posible una coalición restauradora. Algo similar al primer escenario, pero mucho menos estable.
Desde mi perspectiva, éstos son los escenarios para el próximo gobierno. De ahí mi preferencia por el triunfo de Josefina, porque es el escenario en el que es más probable la construcción de una coalición modernizadora que termine el proceso en que hemos vivido los últimos 15 años. Por eso mismo me parece que el primero y último de los escenarios son sumamente peligrosos, porque la restauración de un régimen autoritario guiado por los principios del nacionalismo revolucionario no puede sino ser extremadamente costosa para México. He demostrado en otra parte el fracaso que fue México en el siglo XX, y con mayor razón lo sería replicando el viejo régimen en pleno siglo XXI. Entiendo que esta postura es muy difícil de aceptar para quienes fueron adoctrinados en la escuela, y para quienes siguen usufructuando los privilegios que el viejo régimen les otorgó. Ni modo.
Durante 15 años, los mexicanos han votado por gobiernos divididos, y eso ha permitido que vayamos ensanchando libertades, pero ha impedido tomar decisiones de largo plazo. En esta ocasión, ese mismo voto dividido puede posponer seis años más esas decisiones, si el triunfador es Peña Nieto, o puede abrir el espacio a la consolidación de la democracia, si gana Josefina Vázquez Mota. Pero en ambos casos el proceso no corre el riesgo del retroceso.
Si el electorado decide otorgar la mayoría al PRI, o en un caso más remoto, el triunfo a López Obrador, me parece que será una apuesta por el pasado que resultará muy costosa. Ha habido otras democracias que se suicidan, de forma que no sería una sorpresa, pero se trata de una amenaza que, de ser posible, hay que enfrentar desde ahora. No le pido que esté de acuerdo conmigo, pero sí que reflexione acerca de lo que su voto representa.
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