Especialista en análisis político
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Excélsior
¿Hay una propuesta de negociación con el narco?

En entrevista con ese diario, Enrique Peña Nieto, identificado como el candidato que encabeza las encuestas, plantea, como estrategia central, reducir la violencia que ha cobrado 50 mil o más muertes, según el periódico. Para ello, de ahí la parte enigmática, el periodista sugiere que el priista dejaría de combatir a las organizaciones de narcotraficantes porque, para reducir la violencia, ya no debe perseguirse a los delincuentes. Según la propuesta, México ya no frenaría el trasiego de droga a EU, para apartar a los militares de las tareas de combate al narcotráfico y dejarlas en manos de la policía.
El artículo señala que tanto López Obrador como Vázquez Mota, aparentemente no entrevistados, plantean “nuevas estrategias” que también buscarían contener y reducir la violencia. El único que dice cómo lo haría es el priista. Si bien el artículo mezcla dichos de los tres, el interés mayor por conocer el punto de vista de Peña es evidente. Y eso incluye, de manera sustantiva, a Washington. Conforme sale más y más información detallada de los vínculos de altos mandos priistas con el crimen organizado, así crece la inquietud en Washington acerca de lo que pudiera significar un eventual regreso del PRI a la Presidencia de la República.
Las declaraciones de Peña al diario generan más inquietud que calma, dentro y fuera de nuestras fronteras. ¿Pudiera haber un guiño al narcotráfico? La pregunta, después de leer el artículo, es: ¿hay una propuesta de negociación, en el programa priista, bajo el supuesto de que se intenta “reducir los niveles de la violencia” en el país, para responder a una supuesta exigencia ciudadana?
Hoy por hoy, una propuesta de negociación con el narcotráfico generaría grandes desconfianzas y podría colocar a nuestro país como un paria ante la comunidad internacional. ¿Qué gobierno podría confiar en uno así y en un Estado que resuelve sus problemas internos negociando con el antiEstado?
Haciendo un ejercicio de imaginación, esta estrategia colocaría a México como un narcoEstado, regido por los avatares de la competencia entre cárteles y los devenires del mercado de la droga en otros países y su consumo. Un narcoEstado obligadamente refiere a una dictadura de una oligarquía esquizofrénica, con ejércitos paralelos cuya función sería defender los intereses de cada cártel. Sería un monstruo de varias cabezas que se atacan entre sí, y donde se pierde una le retoñarían siete, que atacan a las restantes. Se podría reducir algo la violencia, pero los problemas económicos se agravarían en un contexto internacional de desconfianza.
Una cosa es el discurso electoral y otro el de la implementación de políticas públicas. Pero declaraciones como las de Peña no pueden sino crear mucha preocupación. Los estados de países que enfrentan al crimen organizado, especialmente en su expresión del narcotráfico, están obligados a combatirlo hasta dominarlo o extinguirse. De ese tamaño es el reto de México, y no podemos darnos el lujo de equivocar la ruta.
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