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Cámara Húngara
Milenio

Quiero dejar en claro que, al hablar de la izquierda mexicana, me refiero a aquella de tendencias democráticas, moderadas, globales, modernas y liberales, es decir, de franca izquierda. Con la victoria de Mancera y el fracaso de López Obrador, esa izquierda se encuentra frente a la extraordinaria oportunidad de tomar el control de su partido más importante y fuerte, el de la Revolución Democrática, y con un nuevo liderazgo llevar a este organismo a posiciones constructivas que redunden no solo en su propio beneficio, sino en el del país entero.
A México le urge una izquierda de este tipo. De hecho, ya existe y ha demostrado su eficacia institucional a lo largo de los más recientes seis años. Es hora de que tome las riendas del PRD y se deshaga de los lastres (Roger Bartra dixit) que la mantienen en la trampa sin salida de caudillismo, el autoritarismo y la autocracia, con visiones políticas y sociales arcaicas que van a contrapelo de la historia y la alejan cada vez más del verdadero izquierdismo.
Una vez que las aguas poselectorales se serenen (lo sé, esa fecha en esos momentos resulta por demás incierta), personajes como el propio Mancera, Marcelo Ebrard, Graco Ramírez, Carlos Navarrete y muchos otros contarán con el enorme capital político que representa la capital política, y si al fin le pierden el miedo al tigre de papel que les gruñe cada vez que no lo obedecen, seguramente el PRD se convertirá en un partido democrático y realmente progresista.
Ojalá sepan sacar provecho de esta doble victoria.
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