julio 21, 2012

Lo incomprensible

Andrés Pascoe Rippey (@Andrespascoe)
apascoe@cronica.com.mx
Invasión retrofutura
La Crónica de Hoy

Es curioso como uno piensa que se acostumbró y de pronto se da cuenta que no. Es como cuando estás pensando y mirando y pensando y mirando y de pronto, despiertas. Pero despiertas al horror cotidiano, al terror de la vida real, al desconcierto de lo infinita que es la crueldad de las personas.

Hoy el mundo mira con espanto la masacre que tomó lugar en Colorado, cuando James Holmes, de 24 años, candidato a doctorado en neurociencia, decidió ir a un cine y aprovechar el estreno de la nueva película de Batman para masacrar a 12 personas y herir a otras cincuenta. Entre sus víctimas, varios niños.

Fue un homicidio de masas planeado largamente y que buscaba algún efecto en particular, como en tantos otros casos que hemos tenido la tristeza de vivir –Breivik en Noruega, los adolescentes de Columbine, los descuartizadores mexicanos que nos regalan cuerpos cada semana y tantos otros– y como tantos otros que hemos fracasado en comprender.

Diremos mil cosas: que estaba loco, que era bipolar, que era psicópata, que era esquizoide, que es culpa de la televisión, que es culpa de Batman, que es la falta de valores en la sociedad, que es por la facilidad para conseguir armas, que, que, que. Y seguiremos igual de lejos de entender qué fue lo que movió a esta persona a matar a inocentes.

Este caso es especial porque, a diferencia de los asesinos de masas en general, vivió para contarla. Incluso advirtió, con rara benevolencia, que su departamento tenía trampas explosivas, salvándole la vida a algún investigador. Se entregó sin resistencia y ahora tendrá la oportunidad de contarnos por qué una persona decide masacrar a sus semejantes.

Breivik también sobrevivió, y sin embargo sus explicaciones han estado muy lejos de permitirnos entender la mente de un asesino. Su discurso, ideologizado, barato y plano, no ha ayudado a que entendamos cómo se construye en la cabeza de las personas la determinación de que matando se avanza en algo, y mucho menos nos ha servido para saber cómo deja de importar la vida humana.

En los próximos días y semanas conoceremos las historias de las víctimas: padres que han dejado a sus hijos, parejas partidas, hijos que se fueron demasiado pronto. Conoceremos las historias de los heridos de gravedad: quién quedó paralizado, el que tendrá que vivir con cicatrices, aquél que necesitará apoyo físico y psicológico para siempre.

Esas historias profundizarán el horror y les darán rostro humano a las víctimas. Nos servirán para entender su dolor y empatizar con ellos y ellas. Pero seguiremos sin entender lo más importante: por qué pasó lo que pasó.

Quizá alguien se burló de él. ¿Quién no ha soportado burlas? Quizá alguien le rompió el corazón. ¿A quién no? Quizá abusaron de él. ¿A cuántas personas no les ha pasado sin que se vuelvan asesinas? Quizá, misericordiosamente, se hable de un desbalance químico, de un problema cerebral. Quizá resulte ser todo un tema congénito, genético, hormonal.

Sin embargo, seguiremos igual de lejos de entender el proceso de planificación, preparación, organización y, muy especialmente, de decisión de un asesino. Porque hay cosas que son simplemente incomprensibles.

Es incomprensible la indiferencia ante la pérdida de la vida, es incomprensible la crueldad, la voluntad determinada de causar daño, de hacer historia infame, de herir para siempre. Es incomprensible que sigamos siendo una raza de salvajes, de cavernícolas que se matan sin razón sólo porque pueden.

Pero, de alguna forma, es mejor que sea inexplicable. Porque prefiero no entender ese nivel de enajenación; prefiero no entender esa frialdad. No quiero que sea “comprensible” el genocidio ni la masacre ni la tortura.

Hay cosas que deben ser incomprensibles. El día que deje de ser inexplicable, diremos “es condenable, pero explicable”. No. El día que las comprendamos, perderemos la esencia misma de lo que nos hace personas. Es mejor no entender.

Que el horror sea, siempre, incomprensible. Siempre.

No hay comentarios.: