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Duda razonable
Milenio

Los tres jóvenes —dos psicólogos, un comunicólogo— habían terminado una serie de talleres de ciencia para niños de Paracho. Fueron contratados por el municipio.
En estas semanas, sus padres han recabado cuatro versiones diferentes de lo que sucedió esa noche. Ni a cuál creerle. Las autoridades, los peritos, les han enseñado diferentes fotos de las habitaciones que ocupaban sus hijos. Les han contado varias líneas de investigación. ¿Cuál es la buena? Como tantas veces sucede en México, son los familiares los que han hecho la mayor parte de la investigación, algunos pobladores les han contado lo que se escucha en las calles. El único empleado del hotel, quien por semanas dijo no haber visto nada, ahora se ha comenzado a acordar de cosas que hacen poco sentido y se contradice cada vez que se acuerda de una cosa más.
Pero algo sucedió esa madrugada que involucró hombres armados y a los jóvenes capitalinos.
El padre de Belem me cuenta lo que le dijo un elemento del grupo antisecuestro de Michoacán: que la verdad a buena parte de Paracho ya no entran porque corren peligro sus vidas. Está dominado por los criminales. La versión que más escuchan de gente en Michoacán es que seguramente fueron levantados porque los creyeron policías infiltrados. Les dicen a estos padres desesperados que eso sucede a menudo.
Los padres de los secuestrados han hecho el peregrinar de tantos. Han declarado en el Ministerio Público de Paracho, en el de Morelia, en la fiscalía de Derechos Humanos de la Procuraduría General de la República. Ayer tenían cita con la Comisión Nacional de los Derechos Humanos.
Hoy nadie busca a sus hijos más que ellos.
Un tal Aleph se apareció ayer frente a la CNDH después de haberse escondido, sin avisar a sus padres, por unos días. Dijo que lo arrestaron en su ciudad por estar protestando quién sabe por qué, lo “maltrataron” por ponerle unas esposas, lo llevaron frente a un juez cívico, lo liberaron casi inmediatamente. Según él, vio a unos “con caras de militares” que lo miraron feo y se fue a esconder. En la absurda aventura lo acompañaron “activistas”, algunos medios, y otros del tal 132 que ya habían acusado a todos los gobiernos posibles de todo tipo de atrocidades. Al tal Aleph se le ofrecieron medidas cautelares. No fueron necesarias, gracias. Llegó en avión a México.
Tal ridiculez frivoliza el asunto de los desaparecidos.
Los casos como los de Kike, Toño y Ana Belem.
Ellos sí desaparecidos.
Y ninguna autoridad los busca.
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