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Orden del día
El Universal
Hace unos días, quien fuera candidato de las izquierdas a la Presidencia de la República, Andrés Manuel López Obrador, abrió la posibilidad de crear un nuevo partido político. Con esta decisión aparentemente estaría dejando a un lado a los tres partidos que lo postularon por segunda ocasión a tan importante cargo.

A nadie sorprende que una parte representativa de la izquierda esté enviando señales de un acercamiento con el equipo del Presidente electo. La izquierda no quiere quedarse fuera de los acuerdos ni de las negociaciones. Son demasiadas las reformas pendientes en el país. El PAN ha manifestado que no va a ser la oposición mezquina que fue el PRI estos últimos 12 años en los que frenó las reformas que necesita México. De modo que se abre la posibilidad de avanzar en acuerdos muy relevantes.
Las izquierdas se equivocarían si en esta ocasión se radicalizan. Saben que su participación en las reformas es importante hasta para ellos mismos. Sin embargo, la posición que siempre les ha brindado el mayor número de votos es la del discurso radical, la que solamente ha sido creíble para el electorado cuando la escucha en voz de Andrés Manuel.
Mientras los tres partidos de izquierda quieren negociar, López Obrador podrá seguir encabezando el discurso radical que mantenga a sus electores de izquierda bien aglutinados. Ya veremos en 2015 si realmente tenían “diferencias irreconciliables” o se trata de una actitud pragmática que les permita acercarse al próximo gobierno sin perder el discurso.
Los dineros
Mientras los ciudadanos consideran excesivo el gasto en partidos políticos y en campañas, ahora la izquierda explora la posibilidad de tener dos partidos más.
Una de las reflexiones es el derecho que de acuerdo con la Constitución cualquier persona tiene para constituir un partido político. El derecho le da la razón a Andrés Manuel e incluso a Martín Esparza.
Sin embargo, el discurso de López Obrador y en general de la izquierda durante estos últimos años ha sido el de la austeridad. Recordemos aquellos tiempos de gobernante del Distrito Federal en los que hacía alarde del austero automóvil en el que se trasladaba.
El discurso se ve rebasado una vez más. Las campañas necesitan dinero y espacios en los medios. Andrés Manuel lo sabe. Y dejará a un lado toda esa narrativa de la austeridad para tener acceso a los más de 133 millones de pesos que recibiría su partido cada año. Y por supuesto, con mayor interés formarlo en año electoral y recibir alrededor de 350 millones de pesos.
En materia de medios, su partido tendría tres espacios de 20 segundos para anunciarse en radio y televisión. En tiempos de campaña, estos espacios aumentarían.
Los pendientes
Mientras Andrés Manuel López Obrador está en búsqueda de espacios políticos, dinero y medios de comunicación, aún no tenemos respuestas a preguntas que surgieron durante y después de la campaña de 2012.
Aún no sabemos qué sucedió con los 110 millones de pesos del presupuesto del GDF que, al parecer, fueron a dar a su campaña a través de las asociaciones Austeridad Republicana y Honestidad Valiente.
Todavía mantenemos dudas sobre el financiamiento de la campaña 2006 a 2012, y la chequera de una de sus colaboradoras cercanas.
¿Por qué con toda esta opacidad aún pretende recibir mucho más recursos con cargo al presupuesto público?
Algunas reflexiones
La izquierda probablemente se convierta en una de las izquierdas más caras del mundo.
Si tomamos como base el presupuesto de campaña asignado a los partidos de izquierda durante 2012 y hacemos una estimación de lo que recibiría Morena, las campañas de la izquierda nos costarían entre 700 y 900 millones de pesos (en este último escenario si Martín Esparza también hace un nuevo partido político).
Si analizamos el presupuesto ordinario que recibirían los partidos de izquierda, éste podría alcanzar hasta mil 200 millones de pesos cada año. Será la izquierda del dispendio.
¿Realmente México necesita nuevos partidos de izquierda? ¿Nuestra democracia sería más productiva, representativa, cercana a la gente? O, por el contrario, ¿Estaríamos fomentando una democracia basada en caudillos, en tribus incapaces de pactar, y que cada uno de sus pleitos nos resulta costoso a los ciudadanos? ¿Queremos que nuestros impuestos financien nuevos partidos políticos que ideológicamente ya están representados?
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