octubre 11, 2012

Lecciones venezolanas

Carlos Elizondo Mayer-Serra (@carloselizondom)
elizondoms@yahoo.com.mx
Reforma

Con poco más de un millón y medio de votos de ventaja ganó Hugo Chávez por cuarta vez la Presidencia de Venezuela el domingo pasado. A las pocas horas de haberse dado el resultado Henrique Capriles admitió la derrota: "Otra opción obtuvo más votos que nosotros (...) lo que el pueblo diga para mí es sagrado". Envidiable respuesta, como lo dijo Leo Zuckermann.

Esto a pesar de la inequidad en la contienda. Capriles no tuvo un centavo de recursos públicos. Chávez tuvo acceso ilimitado a los recursos gubernamentales, desde un aumento del 30 por ciento del gasto público en este año, hasta el uso indiscriminado de fondos discrecionales del petróleo que sumaron en los últimos siete años casi 100,000 millones de dólares. Capriles prácticamente no tuvo entrada a los medios de comunicación electrónicos. Chávez tuvo acceso a 27 cadenas nacionales durante los tres meses de campaña, 43 horas para dirigirse al electorado sin que éste tuviera opción de cambiarse a otro canal. Las instituciones venezolanas están colonizadas por simpatizantes de Chávez, el empleo público creció de un millón de burócratas al inicio de su mandato en 1998 a 2.5 millones en el 2012. Capriles fue víctima de una campaña de hostigamiento, incluido el acusarlo de gay, sionista, judío (es cristiano) y nazi (sus bisabuelos maternos fueron judíos exterminados en el campo de concentración nazi de Treblinka). Chávez amenazó con violencia en caso de perder, en sus palabras: "si los burgueses llegaran a ganar las elecciones eliminarían los programas sociales, lo cual generaría a su vez una guerra civil en el país". El elector ya sabe el costo de votar contra Chávez, cuando juntaron 2,400,000 firmas necesarias para el referéndum revocatorio de mandato en 2004, los datos de los firmantes fueron usados por Chávez para despedir de sus empleos a aquellos que trabajaban en el gobierno.

¿Por qué Capriles aceptó su derrota y López Obrador, con una diferencia de 3 millones 329 mil 785 de votos frente a Peña Nieto no lo hizo? Una primera razón puede estar en sus orígenes ideológicos. Para un liberal como Capriles, cada ciudadano se tiene que hacer cargo de sus decisiones, mientras que desde una lógica de izquierda como la de López Obrador, el pueblo tiene intereses y objetivos que él puede saber mejor que el propio votante. Si el pueblo no votó por él, es porque está manipulado por Televisa o comprado por el PRI.

La segunda es de cálculo hacia el futuro. El voto por Capriles no es el de la burguesía (obtuvo el 44.73 por ciento de los votos, 13.14 puntos porcentuales más que el 31.59 por ciento de López Obrador), pero sí lo es el de la Venezuela de clase media y visión más moderna. El votante de Chávez es sobre todo el ciudadano menos educado y más pobre, para quienes Chávez es el primer político que se interesa por ellos, aunque sea desde la discrecionalidad y el desorden. Capriles no quiere alienar a ese votante, como sí lo ha hecho López Obrador, diciéndoles vendidos.

Una tercera razón tiene que ver con que nuestra clase política rodeada por privilegios públicos como recursos económicos para fines electorales, abundantes spots, un sofisticado sistema de quejas electorales, medios de comunicación abiertos comparados con los venezolanos, no se da cuenta de lo que significan esos privilegios. En lugar de hacerse cargo de las buenas condiciones que tienen, mucho mejores que las de Capriles o las de Cuauhtémoc Cárdenas en la elección presidencial en México en 1988, cuando obtuvo un porcentaje mayor del voto que López Obrador ahora, una parte de la izquierda se la pasa quejandose por una equidad electoral perfecta que no existe en ningún lugar del mundo. Esta estrategia no obliga a los derrotados a hacerse cargo de sus errores, siempre son víctimas.

Una lección final es cuán sabios hemos sido de no tener reelección para la Presidencia, así como el contar con pesos y contrapesos en materia de gasto público federal. Quien desde el poder busca reelegirse usa todos los instrumentos y recursos del Estado. Lo malo es que luego viene la cruda y hay que pagar la cuenta. Muy pronto la tendrá que pagar Venezuela. En México, el gobierno federal no gastó de más para ganar una elección, con lo cual hereda estabilidad macroeconómica a la administración entrante. Otra historia es la de muchos gobernadores, no porque se puedan reelegir, sino porque no tienen restricciones y quieren dejar a su sucesor al precio que sea, como sucedió en Chiapas en la última elección.

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