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Interludio
Milenio

Esta condición de limosneros con garrote, con perdón, no termina de parecerme muy digna por más que entiendo perfectamente la realidad de esos individuos que se buscan, por sus pistolas, un mejor destino en una tierra más generosa o, por lo menos, con mayores posibilidades para vivir una existencia decente. Es más, es admirable el espíritu de toda esa gente y su enorme capacidad para no sólo afrontar, de inicio, las durezas del viaje clandestino hacia el norte sino, después, las no menos severas condiciones laborales que encaran cuando ya viven en esas comunidades de California, Illinois, Texas o Arizona desempeñado trabajos que, como dijo en su momento uno de nuestros clásicos, “ni los negros quieren hacer”.
Siempre he pensado que esa gente emprendedora y esforzada es de la mejor que tiene nuestro país y me parece una auténtica tragedia que no encuentre aquí, en su patria, las oportunidades que merece. Estamos hablando, más allá del drama familiar que significa el abandono del terruño, de una auténtica vergüenza nacional.
Pero, precisamente por eso no podemos trasladar las responsabilidades de manera tan tajante hacia unos terceros que, por más que se beneficien también de la mano de obra barata, tienen todo el derecho a salvaguardar sus fronteras y sus territorios. Pues eso.
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