enero 13, 2012

Paco Calderón




¡Venga, Isabel!

Joaquín López-Dóriga (@lopezdoriga1)
lopezdoriga@milenio.com
En privado
Milenio

No me lleves la contraria, tráemela. Florestán

Siempre he tenido una admiración profunda por la señora Isabel Miranda de Wallace, que a la desaparición de su hijo, en 2005, inició una cruzada para encontrarlo y exhibir a las autoridades encargadas de procuración de justicia en México. Encabezó mítines, marchas, protestas, pagó espectaculares para denunciar la injusticia y acusar a los secuestradores y asesinos. De no haber sido por eso, los culpables, como en la mayoría de los casos, seguirían libres.

La señora Wallace, con el dolor inimaginable de perder a un hijo más la tortura de no conocer su destino, comenzó su tarea investigando, denunciando, señalando, descubriendo, creando todo un movimiento que creció desde la indiferencia hasta formar una causa.

A partir de ahí, de su tesón indomable, construyó no sólo una figura personal respetable y con credibilidad, sino un movimiento del que ha sido motor y combustible, superando la ruindad de las descalificaciones y calumnias en su contra.

Así, a veces con más coraje y emociones que razones, creció en proyecto y reconocimiento social hasta ser considerada un pilar ciudadano en el combate al crimen, pero más allá, a la corrupción, a la impunidad, a la colusión, causas de la inseguridad y la delincuencia.

Isabel Wallace fue ayer presentada como precandidata única del PAN al gobierno del Distrito Federal, en una decisión felizmente sorprendente.

Sus opositores partidistas podrán hablar de carencias políticas, que sin duda las tiene, y hasta de lo difícil de una victoria electoral.

Pero su presencia en las campañas al Gobierno del Distrito Federal dará una frescura y un atractivo que ninguno de los y las aspirantes le puede dar.

Ayer mismo supe quiénes la apoyarán desde la sociedad, lo que no son buenas noticias para el Movimiento Progresista ni para el PRI.

A ver.

Retales

1. SALUD. Muy delicado el estado de salud de Alonso Lujambio, agobiado por el cáncer y la insuficiencia renal severa. El miércoles por la noche, el presidente Calderón lo visitó en el hospital y ante el parte de que no mejoraba, se tomó la decisión de trasladarlo a un hospital en Estados Unidos con una esperanza;

2. ¿JUNTAS? Carlos Navarrete tomó una decisión sorprendente: renunciar a la precandidatura del Movimiento Progresista al Gobierno del Distrito Federal y declinar a favor de Alejandra Barrales. ¿Le están empezando a echar montón a Miguel Ángel Mancera? Mañana la encuesta, y

3. PRECIOSO. Mario Marín, el góber precioso, confirmó que será candidato del PRI al Senado. No sé cómo va a manejar Luis Videgaray, que revisa las listas, este caso al que se suman los del Niño Verde, la hija y el yerno de Elba Esther, y ahora el de la esposa de Jorge Hank.

Nos vemos el martes, pero en privado.

Encuestas

Macario Schettino (@macariomx)
schettino@eluniversal.com.mx
Profesor de Humanidades del ITESM-CCM
El Universal

Hace menos de 20 años que tenemos encuestas políticas en México. No es extraño, porque apenas tenemos 15 años de democracia. Antes de 1997 era inimaginable que el PRI perdiera el control del país. No de la Presidencia, del país entero. Recuerde que sólo a partir de 1988 hubo senadores que no fuesen de ese partido (Cruishank, senador por el PPS en los 70, no es una excepción, es una vergüenza), y el primer gobernador no priísta llegó en 1989, Ernesto Ruffo. Es posible que hayamos tenido alguna medición antes de los 90, pero no tenía mucha relevancia.

Hoy, afortunadamente, es incierto quién ganará una elección. Eso es una parte fundamental de la democracia, aunque ésta no se agota ahí. Y puesto que hay incertidumbre, hay espacio para adivinos o, como ahora los llamamos, para expertos. Los encuestadores insisten mucho en que sus mediciones no son predicciones, sino fotografías del momento. Lo hacen porque es cierto, pero también porque se curan en salud. La verdad, los que leen las encuestas no quieren ver fotografías del momento en que están, sino del momento en que se cruza la meta.

Y aunque estos instrumentos, como cualquiera de medición, tienen errores, hemos aprendido en México a usarlos razonablemente bien. Hay quien dice que hasta estamos exagerando, porque los partidos políticos los están usando para definir a sus candidatos. No coincido, me parece que son buenas herramientas, que pueden ayudar a decidir, en conjunto con otras, o a veces en sustitución. Es el caso, por ejemplo, en el PRD, que ha tenido dificultades para realizar elecciones internas, y ha optado por el camino de las encuestas. Ya decidieron así su candidato presidencial (aunque, si somos justos, no fueron las encuestas las herramientas decisivas) y así decidirán ahora su candidato al DF.

De hecho, ya han servido las encuestas para que algunos aspirantes dejen de serlo, porque la evidencia de que no tendrán éxito es contundente. Así ocurrió con Mario Delgado, quien tenía todo el apoyo de Marcelo Ebrard, pero no logró colocarse en buen nivel de preferencias y optó por no continuar con el proceso. Y hace un par de días, el mismo camino siguió Carlos Navarrete. A diferencia de ellos, otros aspirantes no hacen caso de la evidencia y caminan hacia una segura derrota. Es el caso de Martí Batres o Fernández Noroña, que en todas las encuestas aparecen en lugares muy lejanos, pero ahí siguen.

Algo similar ocurre en el PAN, donde varios aspirantes se fueron retirando de la contienda al ver que no lograban levantar en las encuestas, dejando sólo a tres en el proceso formal. Sin embargo, ahí también ocurre que alguien que no tiene las simpatías de los votantes se mantiene en el proceso. Es el caso de Ernesto Cordero, que en la más reciente ronda de mediciones apenas alcanza 10% de preferencias, frente a casi 30% de Santiago Creel y 50% de Josefina Vázquez Mota. Tal vez lo hace porque la decisión final en el PAN (a diferencia del PRD en el DF) no será mediante encuesta sino con elección. Pero no es imaginable que alguien que tiene 10% de preferencias gane. Y como no es imaginable, el resultado no sería creíble. Por eso cuando las encuestas indican una diferencia tal, los políticos deciden retirarse, porque aunque ganaran, nadie les creería. Así hizo Manlio Fabio Beltrones, por poner un ejemplo. Pero eso hacen los políticos.

Rumbo a la elección de julio, nos llenaremos de encuestas, y otra vez hay que recordar que no todo lo que se publica es correcto. Afortunadamente, después de casi dos décadas de mediciones, hay casas encuestadoras que tienen prestigio y lo cuidan, y son esas casas las que vale la pena seguir. Hace seis años, este grupo de casas de prestigio creó una página electrónica llamada opinamexico.org en donde se concentraron las encuestas realizadas por ellos. La página ha caído un poco en desuso (tienen algunas encuestas locales, pero no siempre), pero sería muy buena idea que la recuperaran. En beneficio de los votantes, pero también en el suyo propio.

Por las nuevas reglas de la elección, la campaña federal inicia formalmente el primero de abril, de forma que será hasta entonces cuando las mediciones empezarán a dar una señal clara de cómo va la competencia. En ocasiones anteriores, puesto que la campaña iniciaba antes, las fotos empezaban a ser claras hacia marzo.

Por el momento, la utilidad de las encuestas está adentro de los partidos políticos. En dos meses ya nos servirán para apostar por el nuevo gobierno. No se apresure.

Esquela de luz

Juan Villoro (@juanvilloro56)
Reforma

La dramaturga Bárbara Colio logró una metáfora perfecta de la historia anquilosada. Su obra El día más violento, impecablemente dirigida por Mauricio Jiménez para la Compañía Nacional de Teatro, ocurre entre andamios. La protagonista es Carmen Serdán. Muchos años después de su muerte, regresa a una realidad donde los hechos de sangre sirven para erigir un confuso e interminable monumento.

Así como algunas máscaras dicen más que el rostro en que se apoyan, en un país sin brújula los andamios pueden ser más expresivos que las construcciones.

La Estela de Luz ha sido repudiada de tantos modos que ya merece el sobrenombre de Faro de las Lamentaciones. Desde el principio, el proyecto fue un despropósito monumental. La convocatoria invitó a diseñar un arco para conmemorar el bicentenario. Dejemos a un lado el reparo menor de que en la historia de las ciudades el arco se asocia con triunfalismos romanos y napoleónicos bastante alejados de la valoración de nuestra patria. Lo decisivo es que se propuso una forma concreta y numerosos arquitectos ofrecieron respuestas de interés. ¿Qué hizo el jurado? Premiar una torre.

André Breton volvió a estar en lo cierto: México es el país donde el surrealismo ocurre en la vida diaria. Poco después, el arquitecto Miquel Adri escribió un valiente artículo en Reforma, criticando la resignación de su gremio para participar en un concurso animado por la futilidad ornamental.

El proyecto ganador, a cargo de César Pérez Becerril, carecía no sólo de chiste sino de posibilidad de ser visto. Alineado junto a varios edificios (uno de ellos en construcción), no contaba con una perspectiva que pudiera realzarlo.

Mathias Goeritz y Luis Barragán idearon las Torres de Satélite para que se alzaran al fondo del paisaje como un colorido espejismo. A medida que el entorno se volvió más abigarrado, perdieron su condición de isla fantástica, pero aún es posible advertir la original determinación que las colocó en ese lugar.

No ocurre lo mismo con la Estela de Luz, que además se parece demasiado al Faro del Comercio, que el propio Barragán edificó en la Macroplaza de Monterrey.

Pérez Becerril es ajeno a lo que ocurrió después, que fue lo peor. El costo de la Estela subió de 393 a más de mil 35 millones de pesos. De acuerdo con el Colegio de Ingenieros Civiles, debió haber costado la mitad. En un acto promocional del tráfico de influencias, el gobierno federal designó como responsable de la construcción a un empleado de Gutsa, la compañía que debía edificar la torre.

En El cántaro roto, Heinrich von Kleist retrata a un juez encargado de investigar un crimen que él cometió. La trama parece una parábola del México del bicentenario. El gobierno federal se celebró a sí mismo con una obra que permitió el latrocinio.

Si Barragán trabajó con aplanados y colores populares mexicanos, la Estela destinada a festejar nuestra identidad necesitó de cuarzo comprado en Brasil y cortado en Italia. Lo más mexicano del proyecto era la tierra en que se hundía (y cuya ductilidad fue mal calculada, obligando a excavar a mayor profundidad).

Hay quienes piensan que la impuntualidad es típicamente mexicana. Incapaces de respetar virtudes patrias, los constructores respetaron ese prejuicio, con tal enjundia que el edificio quedó listo más de un año después de los pomposos festejos de septiembre de 2010. Esto obligó a una molesta comparación con el dictador Porfirio Díaz, que en 1910 inauguró a tiempo el Ángel de la Independencia y el nuevo alumbrado de la Ciudad de México. ¡Qué moderno parece nuestro pasado!

Varios funcionarios han sido inhabilitados y seguramente habrá otras sanciones. Este impulso correctivo no anula lo fundamental: ¿vale la pena gastar tanto en un adorno que ni siquiera lo es? En estas mismas páginas, el caricaturista Calderón mostró con sagacidad que, una vez encendida, la Estela de Luz recuerda al monótono anuncio de zapatos Canadá que obligaba a entrecerrar los ojos al transitar por Insurgentes.

En el Centro Cultural Universitario Tlatelolco, el artista Thomas Glassford ha creado una notable escultura lumínica, inspirada en el dios nahua de la renovación, Xipe Totec. El antiguo edificio de la Secretaría de Relaciones Exteriores, del arquitecto Pedro Ramírez Vázquez, adquirió otra piel. En la noche, el bloque vertical se transforma en un bulto de sombra iluminado por el tiempo, que lastima y regenera. La Estela de Luz no resiste la comparación con el espléndido Xipe Totec de Glassford.

Prueba en piedra de la corrupción, fastuoso derroche en una nación donde la Auditoría Superior de la Federación informa que 50 mil escuelas no tienen agua potable, la Estela es un agravio de 104 metros.

El día más violento, de Bárbara Colio, muestra que en un escenario donde las metas están en trámite y los resultados son intangibles, ningún monumento resulta más elocuente que un andamio.

No hubo luz en el proyecto de Paseo de la Reforma. Felipe Calderón, presidente de un país con 50 mil muertos, inauguró una esquela.

Un dato vital ignorado

Francisco Martín Moreno (@fmartinmoreno)
Escritor
fmartinmoreno@yahoo.com
conferenciasmartinmoreno@yahoo.com
Excélsior

Porque si hubiera mil funcionarios como Felipe Leal tendríamos otro país.

Durante la semana en curso aparecieron en todos los medios masivos de difusión los resultados de las encuestas para medir los diversos niveles de popularidad de los precandidatos a la Presidencia de la República.

Fue de llamar la atención el hecho de que Peña Nieto escasamente hubiera resentido daño en su posicionamiento político electoral a raíz de la ignorancia que exhibió en materia de literatura al no poder contestar preguntas elementales y, al mismo tiempo, mostrar una escasa capacidad para escapar de los entuertos que ya se le empezaron a presentar durante la campaña.

A pesar de lo anterior, el candidato del tricolor demostró estar mucho más adelante que Josefina Vázquez Mota o que López Obrador en su aceptación ante el electorado con 42%, 20.8% y 17.2% respectivamente en las preferencias electorales. En estos momentos, según Consulta Mitofski, Parametría y Excélsior, Peña Nieto parece ser un candidato invencible.

Sin embargo, no se tomó en cuenta un elemento sustancial, ciertamente indispensable según mi punto de vista, para medir la ubicación política de los precandidatos en las convicciones electorales de la nación.

Me explico: de la misma manera que las encuestadoras, la mayoría de ellas de intachable solidez profesional, llevaron a cabo sus complejos trabajos en los términos antes expuestos, es de hacerse notar que el resultado es parcial si no se toma en cuenta el análisis que se practicó a la hora de evaluar la respuesta de las redes sociales.

En este caso Peña Nieto advirtió un desplome, entre los twiteros, de aproximadamente 35%, nada que ver con las encuestas que se practicaron en viviendas particulares a través de entrevistas cara a cara durante el levantamiento realizado del 26 al 29 de diciembre de 2011. De la misma manera que en este rubro la popularidad de Peña Nieto se desplomó 35%, la de Josefina Vázquez Mota se disparó 26%, en tanto que López Obrador permaneció en los mismos niveles de rechazo y aceptación que guardaba con anterioridad. No mostró cambios sustanciales en este sector.

En ningún caso debe perderse de vista que el olfato político del presidente Obama le ayudó a entender la importancia de las redes sociales durante la campaña electoral en su país, misma que fue coronada por el éxito porque prescindió de las herramientas tradicionales, por medio de las cuales históricamente se atraía a los simpatizantes de sus ideas políticas. En la actualidad no hay ninguna duda de que dichas redes sociales fueron determinantes para ubicar a Barack Obama como el primer inquilino de la Casa Blanca. Resulta entonces imposible ignorar este sector que bien podría resultar determinante este primero de julio.

El dato ignorado al que me refiero en el título de esta columna consiste en explicar que, si bien es cierto que Peña Nieto no sufrió descalabros mayores en razón de su ignorancia literaria o al haberse referido en términos despectivos a las amas de casa, no es menos cierto que en las redes sociales si se advirtió un escandaloso desplome que debe de ser analizado con detenimiento por sus asesores de campaña, al igual que debe acontecer en las filas de Josefina Vázquez Mota. En ningún caso debe omitirse que existen en la actualidad 14 millones de twiteros y que Calderón ganó las elecciones con una diferencia de 153 mil votos, una cifra insignificante si se le compara con los millones de personas que se comunican e intercambian información y puntos de vista a través de sus teléfonos celulares. Las personas que hayan nacido en 1994 ya podrán votar en julio, un mercado electoral nada despreciable si no se pierde de vista que del inicio del gobierno del presidente Zedillo hasta estos días ya se pueden sumar millones de jóvenes votantes más.

De acuerdo a lo anterior, el fiel de la balanza no sólo se encuentra entre las personas a las que se dirigen los precandidatos en las plazas públicas o en mítines multitudinarios en el interior del país, es más, me atrevería a decir que la influencia que antes ejercían la televisión y la radio para determinar el éxito de un candidato determinado, este poder les ha sido parcialmente arrebatado a dichos medios a través de los twiteros que unidos por una suerte de convicciones generalizadas pueden inclinar hacia un lado o al otro las preferencias del electorado y cambiar así para siempre el rostro de México. Que las campañas se pueden llevar a cabo a través de la televisión o la radio, sí, ni hablar; que las campañas también se pueden llevar recorriendo cada milímetro cuadrado del país, sí, también, sólo que quien ignore las evidentes potencialidades de los twiteros, la influencia que ejercen entre ellos mismos, se estará equivocando de punta a punta porque los jóvenes electores se comunican por millones a través de sus teléfonos.

Si las encuestas practicadas entre las redes sociales demuestran un claro desplome de Peña Nieto y un disparo de Josefina Vázquez Mota, se le debe conceder a este dato una importancia prioritaria porque fundamentalmente entre los twiteros descansa el futuro de México. A los hechos. Obama ya lo demostró.

El lobo, el zorro y el mosquito

Fran Ruiz (@perea_fran)
fran@cronica.com.mx
La aldea global
La Crónica de Hoy

Podría ser una fábula de Esopo contemporánea: para el zorro Barack Obama, Hugo Chávez es un mosquito y Mahmud Ahmadineyad es un lobo, pero no uno disfrazado con piel de oveja, sino uno de verdad.

Al venezolano me lo imagino incordiando todo el santo día, picoteando con su aguijoncillo, pero presto a salir huyendo a la menor señal de peligro. A esto se reduce Chávez, a alguien que vocifera contra el “imperio yanqui”, pero sin el que podría vivir porque es su mejor socio comercial. Pocos países del mundo dependen tanto de otro como Venezuela de EU; por eso, nada suena más falso que Chávez amenazando con cortar el petróleo a los “imperialistas”. No se atreve porque su régimen bolivariano colapsaría, para su desgracia y la de sus subvencionados Daniel Ortega y Raúl Castro.

Por otra parte, el bisonte norteamericano acepta con resignación los “ataques” del mosquito sudamericano porque necesita mucho petróleo y Venezuela tiene bastante y está cerca.

Ni siquiera el reciente anuncio de que hace dos años se gestó un complot contra el sistema informático de centrales nucleares estadunidenses, una plan presuntamente ideado por hackers de la UNAM y que habría interesado a la entonces agregada cultural de la embajada cultural en México, Livia Acosta, ha roto esta extraña pareja de enemigos que se necesitan. Sobre este caso, la Casa Blanca la expulsó del país, donde ocupaba desde hace un año el cargo de cónsul de Venezuela en Miami; pero nada más.

No vale, pues, la pena preocuparse más por el mosquito venezolano, por mucho que al lobo iraní le haga gracia su irritante zumbido alrededor del “enemigo yanqui”.

A quien hay que temer es precisamente al lobo. Mientras Ahamadineyad se marchaba a Latinoamérica para dejarse querer un poco, en Irán se sucedían tres hechos muy preocupantes.

El primero ocurrió nada más comenzar el año, cuando el Ejército iraní realizó maniobras navales, con lanzamiento incluido de misiles capaces de alcanzar Israel, a la vez que amenazaba con cerrar el estrecho de Ormuz —por donde pasa un tercio del petróleo mundial— si los países occidentales cumplían la amenaza de imponer nuevas sanciones al régimen.

El segundo hecho se conoció el martes. Irán anunciaba que está enriqueciendo uranio con un 20 por ciento de pureza. ¿Qué significa esto? Básicamente que sus científicos han cruzado el último umbral antes de entrar en la etapa final, que es el enriquecimiento de uranio al 90 por ciento, el necesario para fabricar bombas nucleares.

El tercero se conoció el miércoles. En Teherán, un desconocido en motocicleta pegó una bomba-lapa en el coche de uno de esos científicos que trabajan en el controvertido programa nuclear iraní. Falleció en el acto y corrió el mismo destino que otros cuatro colegas en los últimos dos años.

El atentado fue tan preciso, tan selectivo y tan misterioso que le sonó muy familiar a un ex dirigente del Mossad, Illan Mizrahi. No me imagino a agentes israelíes o de la CIA paseándose en moto por Teherán, pero sí los veo instruyendo en las artes del asesinato selectivo (de lo que saben mucho) a contrarrevolucionarios que combaten al régimen iraní, como son los Muyahidin Halq (Combatientes del Pueblo).

Estos tres sucesos están estrechamente relacionados y parten de una única preocupación: la posibilidad de que Irán se haga con la bomba atómica.

Teherán niega que tenga interés en la bomba y reitera que enriquece uranio para uso médico.

¿Ah sí? (me pregunto). Entonces ¿por qué lo hacen casi a escondidas, en un búnker, bajo una montaña? o ¿por qué no aceptan la propuesta rusa de venderle barato uranio al 20 por ciento? o ¿por qué llevan años negando la entrada a inspectores de la Agencia Internacional de la Energía Atómica?

No olvidemos, además, que sobre Israel pesa una amenaza existencial, ya que Ahmadineyad ha augurado en varias ocasiones que “el Estado sionista debe ser destruido”.

Ante esta crisis, el aspirante republicano a la candidatura republicana, Rick Santorum, propone bombardear Irán, pero Obama, afortunadamente, no tiene el mismo ardor guerrero. No es un bisonte, como George W. Bush, quien por mucho menos que esto invadió Irak, el actual presidente tiene más bien vocación de zorro. Él mismo lo dijo hace unos días cuando proclamó que había acabado la era de las invasiones terrestres, tan impopulares por la cantidad de soldados muertos y mutilados. Obama apuesta por la guerra cibernética, por más labor de inteligencia y de diplomacia, por el uso de cazas no tripulados (drones), por ataques quirúrgicos y con muy poco riesgo, como el que ya probó con éxito en la cacería de Osama bin Laden.

Bajo esta lógica zorruna, Obama parece estar convenciendo a muchos países de que dejen de comprar petróleo a Irán, a cambio de no desestabilizar al mundo con una nueva guerra.

Esta nueva estrategia está funcionando, ya que, tras cinco años de política de sanciones suaves, que no sirvieron para nada, la sola amenaza del boicot petrolero está dañando severamente la economía iraní y la moneda local se ha desplomado.

Ahmadineyad tiene ahora dos caminos: o entra en razón y somete todo su programa nuclear bajo supervisión de la ONU o se enroca en su negativa y se va quedando cada vez más aislado y empobrecido, gruñendo su rencor como un lobo expulsado de la manada, rodeado de los únicos que le escuchan ya: unos cuantos mosquitos latinoamericanos.