Roy Campos
El Economista
Hace dos meses escribí una reseña de la historia reciente de los abanderados del PRD y del PRI, en ese orden. Prometí entonces agregar la de quien designara el PAN; el 5 de febrero, ese partido realizó su contienda interna y triunfó Josefina Vázquez Mota (JVM), así que ya conocemos a los tres principales contendientes. La decisión de los panistas en favor de JVM la convierte en la sexta mujer que es candidata a la Presidencia (Rosario Ibarra, en 82 y 88; Cecilia Soto y Marcela Lombardo en 1994 y Patricia Mercado en el 2006); sin embargo, ella lo hace por un partido competitivo; específicamente, por el partido en el gobierno, hecho de por sí significativo. A esto le podemos agregar que es la primera vez que un partido de derecha postula una mujer, partido que nunca ha tenido una dirigente nacional y del que se pueden contar con los dedos de una mano sus candidatas a gobernadoras.
Hace 12 años, en plena derrota del PRI, Vázquez Mota era prácticamente desconocida en el ámbito nacional; surgió con el gobierno de la alternancia y fue de los nombramientos “sorpresivos” de Vicente Fox, como Secretaria de Desarrollo Social el 1 de diciembre del 2000; a pesar de ser parte del primer gobierno panista, no apareció entonces como “presidenciable” y terminó el sexenio con una imagen conciliadora. En la campaña del 2006 participó en el equipo de Felipe Calderón como jefa de una parte de la campaña, aunque en su momento fue culpada del nulo avance durante los primeros 40 días, situación que le generó el primer tropezón de su carrera cuando le quitaron atribuciones, a pesar de lo cual jugó un papel importante como vocera y responsable de parte de la estrategia. Nunca se le identificó en el círculo cercano al ahora Presidente, pero inició el 1 de diciembre del 2006 como Secretaria de Educación Pública.
En el PAN, la pérdida de Juan Camilo Mouriño, quien aparecía como el panista con más posibilidades de ser candidato presidencial, abrió el juego y al inicio del 2011 al menos eran siete los anotados, cuatro secretarios de Estado, un Gobernador, un Senador y una Diputada. El senador Santiago Creel aventajaba por mucho. En ese momento JVM inició la construcción de su candidatura, entendiendo las reglas electorales y aprovechando su papel como Diputada recorrió el país, se presentó en medios locales, abanderó causas sociales y visitó las sedes de su partido, mientras sus adversarios debían respetar sus espacios de trabajo y las leyes que los limitaban. Su objetivo fue alcanzar a Creel y lo logró en junio; en seis meses pasó de una lejana perseguidora a la contendiente que más crecía y que todos estaban viendo. Su ventaja obligó poco a poco a la declinación de tres secretarios y un Gobernador. El 18 de diciembre inicia la precampaña como la favorita. Ella podrá recordar el 2011 como un año exitoso en todo sentido: no le debe su posición a nadie sino a su estrategia, la hizo sin desgaste, no se enfrentó al Presidente ni a sus críticos, creció su imagen de conciliadora, nunca enfrentó a sus adversarios internos e incluso no atacó a sus contrincantes en otros partidos. (Es difícil ubicar las enemistades que abiertamente acumula, tal vez la más evidente es la de la Elba Esther Gordillo, dirigente magisterial con injerencia en el Panal, partido que aún no decide candidatura).
Su estrategia en la precampaña fue de librito; sabiéndose con ventaja, decidió no arriesgarla y a la vez no convertirla en una victoria pírrica, rehuía el debate, defendía al gobierno en funciones sin llegar a ensalzarlo, evitaba cualquier ataque a otro panista, todo previsible y exitoso. Su posición como la más competitiva al enfrentar a Peña Nieto y a López Obrador fue su principal argumento y el detonador de los votos militantes, a final de cuentas, lo que quieren es volver a ganar.
¿Qué sigue para ella?
1.- No puede mantener la misma estrategia, mientras en la precampaña se sabía puntera, ahora no lo es. Ya no rehuirá el debate: lo buscará. Tratará de llevar a sus oponentes a terrenos que ella domine o donde su equipo sienta que tiene más armas para atacar sin pagar muchos costos.
2.- Su discurso inicial al ganar la interna del PAN fue de estrategia pura: declaró su adversario a Peña Nieto sin mencionar a López Obrador; sabe que para alcanzar al primero debe plantear una elección dicotómica, como lo hicieron Fox y Calderón, ganando la segunda posición a Cárdenas y Madrazo, pero no es la misma situación. Hoy López Obrador es un contendiente mucho más fuerte y con la etiqueta válida de opositor y de consistencia a lo largo de muchos años, sus seguidores no lo abandonarán tan fácil como los de Madrazo en el 2006; sin embargo, JVM hace la jugada lógica, poner la mira hacia arriba y esperar que aparezca un voto útil que la favorezca.
3.- Su postulación fortalece al PAN por lo menos al arranque, podrá decir que existe democracia, unión y ahora inclusión al postular a una mujer. Este factor, el de género, será un tema recurrente en la campaña, aunque no lo utilice ella, sí será parte de los análisis; personalmente creo que no es un factor decisivo, lo importante es el partido, la imagen, la propuesta y qué representa para el votante, no basta el género para ganar.
4.- Quien dice que al derrotar a Ernesto Cordero derrota al presidente Calderón se equivoca, la presencia de Roberto Gil como coordinador de campaña muestra lo contrario, podemos prever una sincronía entre los actos de gobierno y los de la campaña en términos de comunicación.
5.-El principal reto de JVM será encontrar un discurso que al mismo tiempo represente un verdadero cambio y defienda los 12 años de gobierno panista, de los cuales no fue ajena.
Como sea, la presencia de una mujer como candidata del PAN agrega nuevos componentes a la elección. Tenemos un favorito que buscará cuidar su ventaja, un opositor con experiencia y tratando de modificar la imagen que le construyeron durante años, y ahora una mujer que intentará convencernos de dos cosas al mismo tiempo: los logros de dos sexenios del PAN y su capacidad para cambiar las cosas que se necesitan para mejorar al país; ninguna fácil de lograr, pero ya en el 2011 hizo una gran contienda. De ella y su equipo depende su futuro inmediato.
febrero 08, 2012
La honestidad según María Rojo
Leopoldo Mendívil
lmendivil@delfos.com.mx
m760531@hotmail.com
La Crónica de Hoy
SEN. MARÍA ROJO,
ACTRIZ:
Es mejor tener una cara fea que una mente deshonesta
James Ellis
Reproduzco el texto del promocional a su cargo que actualmente transmiten la radio y la televisión del país:
“¿Tú quieres que las cosas cambien o sigan igual? Tienes el poder de elegir entre seguir dominados por la corrupción y las falsas promesas de siempre, o darle una oportunidad a los que de veras saben hacer bien las cosas. Trabajemos por el México que siempre hemos querido. Tú tienes el poder en las manos y yo, María, de corazón te lo digo: ¡Sí hay de otra, el cambio verdadero está por venir...!”.
Usted conoce bien a Andrés Manuel López Obrador y debo suponer que siendo su seguidora y admiradora, conoce también el texto que él tituló Fundamentos para una República Amorosa que, puedo asegurar, también lo comparte. Voy a reproducir su primer párrafo cuyo contenido hasta sus peores enemigos lo suscribirían:
“La decadencia que padecemos se ha producido tanto por la falta de oportunidades de empleo, estudio y otros satisfactores culturales, murales y espirituales. Por eso nuestra propuesta para lograr el renacimiento de México tiene el propósito de hacer realidad el progreso con justicia y, al mismo tiempo, auspiciar una manera de vivir sustentada en el amor a la familia y a la patria”.
¿Verdad que sólo un perverso de nacimiento podría negar validez a ese diagnóstico y a esa solución? Político que no comparta este párrafo está frito, porque los primeros tres renglones y medio relacionan la verdad de todos los derrumbes nacionales no provocados por hecatombes naturales, y los tres finales sintetizan la aspiración de todas las sociedades, son la oferta de todas las doctrinas políticas y económicas y la promesa de todas las religiones a lo largo de todos los tiempos. La última unanimidad compartida por casi todos los seres humanos que han existido es que ninguna de sus sociedades ha logrado estos propósitos en su integridad y muchas apenas los habrían arañado, pero no por culpa de ellas, sino de sus respectivas dirigencias, llámense como se hayan llamado.
Y en ese incumplimiento ha estado siempre presente la corrupción dominando a todas las acciones para enfrentar hasta a las más fuertes y puras intenciones, hasta matarlas o al menos debilitarlas.
¿Cree usted en López Obrador, el casi puro, casi casto, siempre honesto e incorruptible; el látigo permanente de la corrupción?
¿No le considera alguna deshonestidad, que a fin de cuentas es corrupción, al hecho de que aun frente a la evidencia de los videos, negó cualquier conducta delictuosa en su ex secretario particular y diputado asambleísta en aquellos tiempos, cuando hizo mundialmente famosas a unas ligas que se guardó en un bolsillo de su saco por no caber ya en el portafolios pletórico de dólares que le entregaba el contratista Carlos Ahumada, que a la postre resultó tildado prácticamente como casi el único responsable de aquellas vergonzosas escenas?
¿Y no es un acto de deshonestidad, a fin de cuentas corrupción, afirmar que no tiene relación alguna con Bejarano, el hombre de las ligas, pero se beneficia con el trabajo que le ha seguido haciendo en esta capital para proveerle de dinero para proseguir la campaña presidencial que en verdad, en verdad, comenzó tan pronto como fue electo jefe de Gobierno del Distrito Federal, en el año 2000?
¿Tampoco le resultó deshonesto y en consecuencia corrupto el haber blindado hasta el año 2016 los gastos de construcción de los segundos pisos, aunque con el tiempo, y siendo terrible la presión, durante el gobierno de Ebrard fueron rotos al menos algunos de sus candados, los que menos daño podían provocar?
¿No fue amplia y plenamente corrupto permitir que el Distrito Federal fuera inundado de taxis fantasmas, que a cambio de permitirles circular y conducir pasaje se volvieron, con sus familias y amigos, carne de marchas y manifestaciones para todo aquello que abonara a su campaña presidencial?
¿Y cerrar ojos y oídos al clamor generalizado en todas las colonias de la ciudad en donde se permitió la construcción indiscriminada de inmuebles sin dotar a las áreas circunvecinas de los servicios que hicieran más llevadera la invasión de edificios multifamiliares o multioficinas? ¿Cuánto dinero por debajo de las mesas produjeron todos esos permisos?
Aún permanece abierta, aunque archivada, la investigación sobre El Encino y el desacato del entonces jefe de gobierno por la cesión de esos terrenos para construir vías de comunicación que permitieran el acceso al ABC, uno de los hospitales más caros y carentes de ética profesional que existan en el país.
Y puedo seguir, pero ya agoté el espacio. Pero hablamos de un a larga lista a la que de momento sólo agrego el cambio de piel para fingir un arrepentimiento de las conductas, discursos y amenazas que tanto dividieron y confrontaron al país. ¿Tampoco eso lo considera usted corrupción, sino saber hacer bien las cosas?
Señora Rojo, es usted una mujer inteligente, no permita que abusen de usted de esa manera…
lmendivil@delfos.com.mx
m760531@hotmail.com
La Crónica de Hoy
SEN. MARÍA ROJO,
ACTRIZ:
Es mejor tener una cara fea que una mente deshonesta
James Ellis

“¿Tú quieres que las cosas cambien o sigan igual? Tienes el poder de elegir entre seguir dominados por la corrupción y las falsas promesas de siempre, o darle una oportunidad a los que de veras saben hacer bien las cosas. Trabajemos por el México que siempre hemos querido. Tú tienes el poder en las manos y yo, María, de corazón te lo digo: ¡Sí hay de otra, el cambio verdadero está por venir...!”.
Usted conoce bien a Andrés Manuel López Obrador y debo suponer que siendo su seguidora y admiradora, conoce también el texto que él tituló Fundamentos para una República Amorosa que, puedo asegurar, también lo comparte. Voy a reproducir su primer párrafo cuyo contenido hasta sus peores enemigos lo suscribirían:
“La decadencia que padecemos se ha producido tanto por la falta de oportunidades de empleo, estudio y otros satisfactores culturales, murales y espirituales. Por eso nuestra propuesta para lograr el renacimiento de México tiene el propósito de hacer realidad el progreso con justicia y, al mismo tiempo, auspiciar una manera de vivir sustentada en el amor a la familia y a la patria”.
¿Verdad que sólo un perverso de nacimiento podría negar validez a ese diagnóstico y a esa solución? Político que no comparta este párrafo está frito, porque los primeros tres renglones y medio relacionan la verdad de todos los derrumbes nacionales no provocados por hecatombes naturales, y los tres finales sintetizan la aspiración de todas las sociedades, son la oferta de todas las doctrinas políticas y económicas y la promesa de todas las religiones a lo largo de todos los tiempos. La última unanimidad compartida por casi todos los seres humanos que han existido es que ninguna de sus sociedades ha logrado estos propósitos en su integridad y muchas apenas los habrían arañado, pero no por culpa de ellas, sino de sus respectivas dirigencias, llámense como se hayan llamado.
Y en ese incumplimiento ha estado siempre presente la corrupción dominando a todas las acciones para enfrentar hasta a las más fuertes y puras intenciones, hasta matarlas o al menos debilitarlas.
¿Cree usted en López Obrador, el casi puro, casi casto, siempre honesto e incorruptible; el látigo permanente de la corrupción?
¿No le considera alguna deshonestidad, que a fin de cuentas es corrupción, al hecho de que aun frente a la evidencia de los videos, negó cualquier conducta delictuosa en su ex secretario particular y diputado asambleísta en aquellos tiempos, cuando hizo mundialmente famosas a unas ligas que se guardó en un bolsillo de su saco por no caber ya en el portafolios pletórico de dólares que le entregaba el contratista Carlos Ahumada, que a la postre resultó tildado prácticamente como casi el único responsable de aquellas vergonzosas escenas?
¿Y no es un acto de deshonestidad, a fin de cuentas corrupción, afirmar que no tiene relación alguna con Bejarano, el hombre de las ligas, pero se beneficia con el trabajo que le ha seguido haciendo en esta capital para proveerle de dinero para proseguir la campaña presidencial que en verdad, en verdad, comenzó tan pronto como fue electo jefe de Gobierno del Distrito Federal, en el año 2000?
¿Tampoco le resultó deshonesto y en consecuencia corrupto el haber blindado hasta el año 2016 los gastos de construcción de los segundos pisos, aunque con el tiempo, y siendo terrible la presión, durante el gobierno de Ebrard fueron rotos al menos algunos de sus candados, los que menos daño podían provocar?
¿No fue amplia y plenamente corrupto permitir que el Distrito Federal fuera inundado de taxis fantasmas, que a cambio de permitirles circular y conducir pasaje se volvieron, con sus familias y amigos, carne de marchas y manifestaciones para todo aquello que abonara a su campaña presidencial?
¿Y cerrar ojos y oídos al clamor generalizado en todas las colonias de la ciudad en donde se permitió la construcción indiscriminada de inmuebles sin dotar a las áreas circunvecinas de los servicios que hicieran más llevadera la invasión de edificios multifamiliares o multioficinas? ¿Cuánto dinero por debajo de las mesas produjeron todos esos permisos?
Aún permanece abierta, aunque archivada, la investigación sobre El Encino y el desacato del entonces jefe de gobierno por la cesión de esos terrenos para construir vías de comunicación que permitieran el acceso al ABC, uno de los hospitales más caros y carentes de ética profesional que existan en el país.
Y puedo seguir, pero ya agoté el espacio. Pero hablamos de un a larga lista a la que de momento sólo agrego el cambio de piel para fingir un arrepentimiento de las conductas, discursos y amenazas que tanto dividieron y confrontaron al país. ¿Tampoco eso lo considera usted corrupción, sino saber hacer bien las cosas?
Señora Rojo, es usted una mujer inteligente, no permita que abusen de usted de esa manera…
El costo de una cicatriz
Mauricio Merino
Investigador del CIDE
El Universal
Finalmente, los encuestadores volvieron a acertar: Josefina Vázquez Mota ganó la candidatura presidencial del PAN por un margen muy sobrado para evitar una segunda vuelta interna y frenar al inefable Vicente-Calderón-Cordero. Pero además, a la candidata ya le está favoreciendo la decisión panista de aceptar las precampañas en los términos de la legislación electoral, en vez de darle la vuelta como hicieron sus dos principales adversarios. Y muy especialmente López Obrador y su prisa por quedar amarrado a las boletas, pues el espaldarazo mediático que ha recibido Vázquez Mota en estos días puede valer oro para situarse como la competidora más viable del puntero. He aquí el capítulo siguiente: ¿quién le quita el cascabel al gato?
Supongo que los medios dicen la verdad cuando hablan de la inmediata puesta en marcha de una “operación cicatriz“ para dejar atrás los daños de la contienda interna. En esa línea apunta la admirable disciplina del partido gobernante, así como de los precandidatos derrotados y sus equipos, que hasta hoy han negado cualquier intento de torcer los resultados del domingo y se han ceñido escrupulosamente al guión que reivindica el compromiso democrático del PAN. Tras el veredicto, Cordero y Creel no sólo fueron a levantar las manos de la vencedora, sino que han evitado cualquier amago de ruptura o abandono. Quizá porque el primero fue el más entusiasta movilizador de apoyos por debajo de la mesa —y saldría muy mal librado de cualquier disputa por la legalidad de los procesos— y porque el segundo perdió pronto la esperanza de ganar. Pero así y todo, la decisión de ir adelante sin conflictos puede convertirse en otro punto a favor de Vázquez Mota.
En cambio, creo que la flamante candidata del panismo cometería un error de fondo si acepta llevar la reconciliación interna demasiado lejos. Por supuesto que no puede —ni debe— convertirse en otra opción de oposición al grupo gobernante. Pero tengo para mí que perdería de prisa el impulso que ha ganado si asume y repite el discurso de la perfección del presidente Calderón y si renuncia a marcar distancias rápidas y claras de los errores, los abusos y el talante autoritario de quien fue su jefe. Siempre imaginé que Cordero, su adversario principal, podría haber ganado la elección interna (nunca la de julio) si el aparato prohijado por el Presidente hubiera respondido con eficacia y sumisión a las órdenes —implícitas o explícitas— de quien todavía es su líder. Pero no fue así: si ya eran pocos, el domingo la gran mayoría de los electores potenciales del panismo se quedó en su casa: Vázquez Mota ganó con poco más del 15% del padrón interno y nada más. ¿Cómo leer este abstencionismo matador entre los militantes y adherentes de un partido? ¿Como una rebelión callada, de brazos caídos, para romper la línea de Los Pinos y evitarse problemas posteriores?
Quizá nunca lo sabremos. Pero aunque el PAN tenga motivos bien ganados para presumir su apego a las decisiones democráticas internas, no los tiene para añadir algún contento por el entusiasmo y tamaño de la participación que llevó a Vázquez Mota a la candidatura. Un solo mitin de la izquierda en el Zócalo suele convocar más gente al mismo tiempo, mientras la capacidad de movilización del PRI —por las razones que sean— sigue siendo impresionante.
Como sea, todos sabemos que la clave de bóveda del edificio electoral siguiente la tendrá en sus manos quien consiga situarse como el retador creíble de Enrique Peña y el aparato político que lo cobija. Y eso pasa, inexorablemente, por la distancia que consiga establecer del gobierno de Felipe Calderón. Si Vázquez Mota se convierte en defensora del statu quo, López Obrador no necesitará siquiera abandonar sus tesis amorosas y volver a radicalizarse para ocupar su propio espacio como el candidato retador. Distanciada en cambio del costo que tendrá el final de este sexenio, la candidata del PAN podría situarse pronto al centro de la competencia y arrebatar el voto útil de último minuto, el de los indecisos, así como las simpatías de algún sector de la sociedad civil, ahogada ya con los discursos del autoritarismo.
De hacerlo así, además, el problema estratégico de fondo sería para López Obrador: si se queda donde está, corre el riesgo de perder fuerza frente al discurso de centro-tolerante-femenino-clasemediero-democrático-apacible que encarna la sonrisa indeclinable de la candidata del PAN, y si se corre hacia la izquierda autoritaria no pasará mucho tiempo antes de que los indecisos lo abandonen. Los panistas tendrían que estar contentos: aún pueden ganar.
Investigador del CIDE
El Universal

Supongo que los medios dicen la verdad cuando hablan de la inmediata puesta en marcha de una “operación cicatriz“ para dejar atrás los daños de la contienda interna. En esa línea apunta la admirable disciplina del partido gobernante, así como de los precandidatos derrotados y sus equipos, que hasta hoy han negado cualquier intento de torcer los resultados del domingo y se han ceñido escrupulosamente al guión que reivindica el compromiso democrático del PAN. Tras el veredicto, Cordero y Creel no sólo fueron a levantar las manos de la vencedora, sino que han evitado cualquier amago de ruptura o abandono. Quizá porque el primero fue el más entusiasta movilizador de apoyos por debajo de la mesa —y saldría muy mal librado de cualquier disputa por la legalidad de los procesos— y porque el segundo perdió pronto la esperanza de ganar. Pero así y todo, la decisión de ir adelante sin conflictos puede convertirse en otro punto a favor de Vázquez Mota.
En cambio, creo que la flamante candidata del panismo cometería un error de fondo si acepta llevar la reconciliación interna demasiado lejos. Por supuesto que no puede —ni debe— convertirse en otra opción de oposición al grupo gobernante. Pero tengo para mí que perdería de prisa el impulso que ha ganado si asume y repite el discurso de la perfección del presidente Calderón y si renuncia a marcar distancias rápidas y claras de los errores, los abusos y el talante autoritario de quien fue su jefe. Siempre imaginé que Cordero, su adversario principal, podría haber ganado la elección interna (nunca la de julio) si el aparato prohijado por el Presidente hubiera respondido con eficacia y sumisión a las órdenes —implícitas o explícitas— de quien todavía es su líder. Pero no fue así: si ya eran pocos, el domingo la gran mayoría de los electores potenciales del panismo se quedó en su casa: Vázquez Mota ganó con poco más del 15% del padrón interno y nada más. ¿Cómo leer este abstencionismo matador entre los militantes y adherentes de un partido? ¿Como una rebelión callada, de brazos caídos, para romper la línea de Los Pinos y evitarse problemas posteriores?
Quizá nunca lo sabremos. Pero aunque el PAN tenga motivos bien ganados para presumir su apego a las decisiones democráticas internas, no los tiene para añadir algún contento por el entusiasmo y tamaño de la participación que llevó a Vázquez Mota a la candidatura. Un solo mitin de la izquierda en el Zócalo suele convocar más gente al mismo tiempo, mientras la capacidad de movilización del PRI —por las razones que sean— sigue siendo impresionante.
Como sea, todos sabemos que la clave de bóveda del edificio electoral siguiente la tendrá en sus manos quien consiga situarse como el retador creíble de Enrique Peña y el aparato político que lo cobija. Y eso pasa, inexorablemente, por la distancia que consiga establecer del gobierno de Felipe Calderón. Si Vázquez Mota se convierte en defensora del statu quo, López Obrador no necesitará siquiera abandonar sus tesis amorosas y volver a radicalizarse para ocupar su propio espacio como el candidato retador. Distanciada en cambio del costo que tendrá el final de este sexenio, la candidata del PAN podría situarse pronto al centro de la competencia y arrebatar el voto útil de último minuto, el de los indecisos, así como las simpatías de algún sector de la sociedad civil, ahogada ya con los discursos del autoritarismo.
De hacerlo así, además, el problema estratégico de fondo sería para López Obrador: si se queda donde está, corre el riesgo de perder fuerza frente al discurso de centro-tolerante-femenino-clasemediero-democrático-apacible que encarna la sonrisa indeclinable de la candidata del PAN, y si se corre hacia la izquierda autoritaria no pasará mucho tiempo antes de que los indecisos lo abandonen. Los panistas tendrían que estar contentos: aún pueden ganar.
El Índice Big Mac
Manuel J. Jáuregui
Reforma
La publicación inglesa The Economist ideó hace tiempo un indicador económico tanto informal como útil: el Índice Big Mac.
La idea es comparar el precio de un bien (en este caso la hamburguesa Big Mac de la cadena McDonald's) que se vende globalmente para medir el poder adquisitivo de la moneda en cada país.
A esta imprecisa, pero divertida nueva rama de la economía se le conoce como "Burgernomics".
El precio promedio de la Big Mac en Estados Unidos sirve como base, y sobre éste se hace el comparativo del costo en los demás países tomando como punto de partida su precio versus la paridad reinante para convertir éste a dólares, que es la constante. Sirve este ejercicio para medir la relativa competitividad de las monedas entre sí, y determinar cuáles están (en relación al dólar) sobrevaluadas y cuáles subvaluadas.
La buena noticia para México es que nuestro PESO es competitivo, y se encuentra ligeramente subvaluado en relación al dólar: la Big Mac es alrededor de un 30 por ciento más barata en México (basado en la relación peso-dólar en octubre 2011).
La Big Mac cuesta 3.71 dólares (unos 50 pesos) en Estados Unidos, y como 2.58 (34 pesos) en México.
Quiere decir esto que la política que ha seguido el Banco de México le concede un grado aceptable de competitividad a nuestra moneda y a los productos de exportación mexicanos, pues México es (relativamente) barato.
No tanto como CHINA, por ejemplo, ya que el YUAN es el campeón de la subvaluación: cerca de un 40 por ciento en relación al dólar.
Le siguen de cerca en orden descendiente Malasia, RUSIA y Tailandia.
En el lado OPUESTO del índice se encuentran los países CAROTOTOTES, los que tienen monedas súper sobrevaluadas, que hacen que todo lo que se produce en su economía sea más caro que en las demás.
La moneda más sobrevaluada es el franco SUIZO; en este país la Big Mac resulta un 80 por ciento más cara que en Estados Unidos: cuesta el equivalente a 6.78 dólares, o sea, unos ¡NOVENTA pesos! Sorprendentemente, del lado de la sobrevaluación en el Índice Big Mac a Suiza le sigue BRASIL, con un 40 por ciento; ahí la Big Mac cuesta 5.26 dólares, o sea como unos SESENTA y OCHO pesos. Considerablemente más que en México, por ejemplo, de ahí que se considere que Brasil ha perdido competitividad. El EURO trae como un 30 por ciento de sobrevaluación, pero va en caída por los problemas de la deuda allá, con CANADÁ y JAPÓN ligeramente más caros que Estados Unidos, pero no mucho.
Las cifras son una instantánea de final del año pasado, de manera que los números seguramente han variado en el lapso transcurrido, mas no dejan de dar una idea de quién es quién en cuanto a PARIDAD y competitividad se refiere.
Claramente México debe de estar preocupado ante el embate de los CHINOS en los mercados internacionales, e igualmente debemos cuidarnos de algunos países asiáticos, y también sin duda de RUSIA, país con una enorme riqueza petrolera y mineral, pero al cual lo arrastra la ineficiencia y la corrupción.
Por el otro lado, poco o nada debemos temer de BRASIL, con el cual escaso sentido tiene intentar un tratado de libre comercio como quería nuestro Secretario de Economía, Bruno "El Vocho" Ferrari, ya que las trabas informales que ellos imponen nos impiden venderles. Ninguna ventaja se vislumbra o se puede derivar de una relación comercial con los cariocas, que traen sus propias broncas, y por ellas que se preocupen ¡los argentinos!
¿Nosotros para qué nos metemos?
Por otra parte, mantener este equilibrio virtuoso logrado en cuanto a nuestra paridad, nivel de inflación y tasas de interés, resulta un reto nada despreciable. Sobre todo porque, sin duda, se avecina un cambio de régimen (aun si ganara el PAN las elecciones) y las tentaciones de arrancar grandes proyectos y de dar enormes zancadas desestabilizadoras en la economía resultarán casi irresistibles.
Por ello hay que escuchar con atención las propuestas económicas de los candidatos y medir las consecuencias de lo que proponen.
Por ejemplo, López Obrador habló hace poco de "fusionar" PEMEX y CFE, y hace unos días de revivir Luz y Fuerza del Centro.
¡Si esto es progreso, entonces nosotros somos SUIZOS y comemos pura Big Mac!
Reforma
La publicación inglesa The Economist ideó hace tiempo un indicador económico tanto informal como útil: el Índice Big Mac.
La idea es comparar el precio de un bien (en este caso la hamburguesa Big Mac de la cadena McDonald's) que se vende globalmente para medir el poder adquisitivo de la moneda en cada país.
A esta imprecisa, pero divertida nueva rama de la economía se le conoce como "Burgernomics".
El precio promedio de la Big Mac en Estados Unidos sirve como base, y sobre éste se hace el comparativo del costo en los demás países tomando como punto de partida su precio versus la paridad reinante para convertir éste a dólares, que es la constante. Sirve este ejercicio para medir la relativa competitividad de las monedas entre sí, y determinar cuáles están (en relación al dólar) sobrevaluadas y cuáles subvaluadas.
La buena noticia para México es que nuestro PESO es competitivo, y se encuentra ligeramente subvaluado en relación al dólar: la Big Mac es alrededor de un 30 por ciento más barata en México (basado en la relación peso-dólar en octubre 2011).
La Big Mac cuesta 3.71 dólares (unos 50 pesos) en Estados Unidos, y como 2.58 (34 pesos) en México.
Quiere decir esto que la política que ha seguido el Banco de México le concede un grado aceptable de competitividad a nuestra moneda y a los productos de exportación mexicanos, pues México es (relativamente) barato.
No tanto como CHINA, por ejemplo, ya que el YUAN es el campeón de la subvaluación: cerca de un 40 por ciento en relación al dólar.
Le siguen de cerca en orden descendiente Malasia, RUSIA y Tailandia.
En el lado OPUESTO del índice se encuentran los países CAROTOTOTES, los que tienen monedas súper sobrevaluadas, que hacen que todo lo que se produce en su economía sea más caro que en las demás.
La moneda más sobrevaluada es el franco SUIZO; en este país la Big Mac resulta un 80 por ciento más cara que en Estados Unidos: cuesta el equivalente a 6.78 dólares, o sea, unos ¡NOVENTA pesos! Sorprendentemente, del lado de la sobrevaluación en el Índice Big Mac a Suiza le sigue BRASIL, con un 40 por ciento; ahí la Big Mac cuesta 5.26 dólares, o sea como unos SESENTA y OCHO pesos. Considerablemente más que en México, por ejemplo, de ahí que se considere que Brasil ha perdido competitividad. El EURO trae como un 30 por ciento de sobrevaluación, pero va en caída por los problemas de la deuda allá, con CANADÁ y JAPÓN ligeramente más caros que Estados Unidos, pero no mucho.
Las cifras son una instantánea de final del año pasado, de manera que los números seguramente han variado en el lapso transcurrido, mas no dejan de dar una idea de quién es quién en cuanto a PARIDAD y competitividad se refiere.
Claramente México debe de estar preocupado ante el embate de los CHINOS en los mercados internacionales, e igualmente debemos cuidarnos de algunos países asiáticos, y también sin duda de RUSIA, país con una enorme riqueza petrolera y mineral, pero al cual lo arrastra la ineficiencia y la corrupción.
Por el otro lado, poco o nada debemos temer de BRASIL, con el cual escaso sentido tiene intentar un tratado de libre comercio como quería nuestro Secretario de Economía, Bruno "El Vocho" Ferrari, ya que las trabas informales que ellos imponen nos impiden venderles. Ninguna ventaja se vislumbra o se puede derivar de una relación comercial con los cariocas, que traen sus propias broncas, y por ellas que se preocupen ¡los argentinos!
¿Nosotros para qué nos metemos?
Por otra parte, mantener este equilibrio virtuoso logrado en cuanto a nuestra paridad, nivel de inflación y tasas de interés, resulta un reto nada despreciable. Sobre todo porque, sin duda, se avecina un cambio de régimen (aun si ganara el PAN las elecciones) y las tentaciones de arrancar grandes proyectos y de dar enormes zancadas desestabilizadoras en la economía resultarán casi irresistibles.
Por ello hay que escuchar con atención las propuestas económicas de los candidatos y medir las consecuencias de lo que proponen.
Por ejemplo, López Obrador habló hace poco de "fusionar" PEMEX y CFE, y hace unos días de revivir Luz y Fuerza del Centro.
¡Si esto es progreso, entonces nosotros somos SUIZOS y comemos pura Big Mac!
AMLO, desesperado
Ricardo Alemán (@RicardoAlemanMx)
Excélsior
El reencuentro entre Andrés Manuel López Obrador y Cuauhtémoc Cárdenas debiera ser visto como la sublimación del oportunismo
¿Qué debió ocurrir en la conciencia de un político para que, de un proceso electoral a otro, cambie de manera radical; para que hoy diga que todo es blanco, cuando ayer lo veía negro; para que diga que hoy ama todo aquello, y a todos aquellos, a quienes ayer odiaba?
Entre los expertos del comportamiento humano, una conducta como la descrita permite ver señales de esquizofrenia o pinceladas de bipolaridad, lo que de suyo sería preocupante.
Sin embargo, para los conocedores de la política y, sobre todo, de la peculiar política mexicana, un político que, como Andrés Manuel López Obrador, cambia de manera radical su visión de las cosas y sus amores políticos, no debe ser visto más que como un profesional de la simulación y del engaño; un oportunista que dice a cada quien, a cada audiencia y en cada momento, lo que esas audiencias quieren escuchar.
Viene a cuento el tema porque el reencuentro que ayer nos regalaron los señores Andrés Manuel López Obrador y Cuauhtémoc Cárdenas en realidad debiera ser visto como la sublimación del oportunismo, la farsa y la simulación que, de tanto en tanto, nos ofrecen los políticos profesionales mexicanos.
¿Por qué oportunismo, farsa y simulación?
Porque nadie en su sano juicio —además de los que por convicción cierran los ojos, los oídos y anulan las neuronas— puede creerse el cuento de la reconciliación entre Cárdenas y López Obrador; como tampoco nadie se creyó el engaño del reencuentro amoroso de AMLO y Los Chuchos; como tampoco, cada vez menos incautos, se tragan la simpática farsa de la República Amorosa.
En realidad asistimos a una grosera puesta en escena —si no es que a un espectáculo de circo—, en donde payasos, magos, ventrílocuos, trapecistas, y hasta los tragafuego y los domadores de fieras, pretenden convencer a los espectadores y potenciales electores de las bondades de una falsa y falsificada unidad de las “modernas y progresistas izquierdas” mexicanas.
Como si no hubiéramos visto esa misma película apenas en la unción de AMLO como candidato presidencial, y similar espectáculo el pasado 16 de mayo de 2011, cuando Cárdenas y AMLO ungieron a Alejandro Encinas como el impuesto candidato al gobierno mexiquense.
¿Y que aconteció en los dos espectáculos en donde, igual que ayer, se expresaron loas a la unidad y se vitoreó a las fuerzas progresistas?
No sucedió nada. Peor aún, la de Alejandro Encinas resultó una elección fallida —con la menor votación de la izquierda, en su historia mexiquense—, mientras que el abrazo y el beso de AMLO y Los Chuchos no elevó ni una décima la maltrecha imagen y credibilidad de López Obrador, en tanto candidato presidencial. Como tampoco subieron gran cosa las encuestas a favor de AMLO, luego que se inventó la chabacana campaña de la República Amorosa.
¿Por qué no han funcionado las estrategias extremas empleadas por López Obrador para engatusar a los potenciales electores?
Más allá de los que prefieren cerrar los ojos, los oídos. La razón parece elemental.
Porque, en la realidad, pocos creen en la palabra de un político que ayer denostaba a todos y todo lo que no coincidía con su pensamiento mesiánico y con sus ambiciones delirantes de poder, y que hoy dice amar todo y a todos los que ayer odiaba.
Y muchos menos se creerían ese engaño, si se atrevieran a repasar la historia del encumbramiento en el poder de personajes como Hitler y Chávez.
Porque muy pocos se creen el cuento de la unidad y del amor, cuando durante toda una década, AMLO actuó como un parricida político que mató políticamente a su padre, a Cuauhtémoc Cárdenas, al mismo al que hoy adula sin límite porque necesita su voto.
Porque nadie se cree la farsa de la unidad con Los Chuchos, cuando a lo largo de una década los traicionó, los combatió, llamó a votar contra ellos y los colocó en el retrete de la política.
¿Qué hace que un político que vociferaba contra los “ladrones de cuello blanco”, contra “la chachalaca” presidencial, que lanzó el odio de la plaza pública a los periodistas que lo criticaban, hoy alabe a su padre político, luego de que lo mató políticamente?
No, Andrés Manuel López Obrador no es ni un loco y menos un desequilibrado. Tampoco es un político esquizofrénico. No, más bien parece un político profesional desesperado porque se le escapa el último tren de su ambición presidencial. Y es que, luego de años, entendió que entre 2000 y 2006 se equivocó, y hoy cree, también equivocadamente, que puede ganar la contienda presidencial, caminando de cabeza. Al tiempo.
Excélsior
El reencuentro entre Andrés Manuel López Obrador y Cuauhtémoc Cárdenas debiera ser visto como la sublimación del oportunismo

Entre los expertos del comportamiento humano, una conducta como la descrita permite ver señales de esquizofrenia o pinceladas de bipolaridad, lo que de suyo sería preocupante.
Sin embargo, para los conocedores de la política y, sobre todo, de la peculiar política mexicana, un político que, como Andrés Manuel López Obrador, cambia de manera radical su visión de las cosas y sus amores políticos, no debe ser visto más que como un profesional de la simulación y del engaño; un oportunista que dice a cada quien, a cada audiencia y en cada momento, lo que esas audiencias quieren escuchar.
Viene a cuento el tema porque el reencuentro que ayer nos regalaron los señores Andrés Manuel López Obrador y Cuauhtémoc Cárdenas en realidad debiera ser visto como la sublimación del oportunismo, la farsa y la simulación que, de tanto en tanto, nos ofrecen los políticos profesionales mexicanos.
¿Por qué oportunismo, farsa y simulación?
Porque nadie en su sano juicio —además de los que por convicción cierran los ojos, los oídos y anulan las neuronas— puede creerse el cuento de la reconciliación entre Cárdenas y López Obrador; como tampoco nadie se creyó el engaño del reencuentro amoroso de AMLO y Los Chuchos; como tampoco, cada vez menos incautos, se tragan la simpática farsa de la República Amorosa.
En realidad asistimos a una grosera puesta en escena —si no es que a un espectáculo de circo—, en donde payasos, magos, ventrílocuos, trapecistas, y hasta los tragafuego y los domadores de fieras, pretenden convencer a los espectadores y potenciales electores de las bondades de una falsa y falsificada unidad de las “modernas y progresistas izquierdas” mexicanas.
Como si no hubiéramos visto esa misma película apenas en la unción de AMLO como candidato presidencial, y similar espectáculo el pasado 16 de mayo de 2011, cuando Cárdenas y AMLO ungieron a Alejandro Encinas como el impuesto candidato al gobierno mexiquense.
¿Y que aconteció en los dos espectáculos en donde, igual que ayer, se expresaron loas a la unidad y se vitoreó a las fuerzas progresistas?
No sucedió nada. Peor aún, la de Alejandro Encinas resultó una elección fallida —con la menor votación de la izquierda, en su historia mexiquense—, mientras que el abrazo y el beso de AMLO y Los Chuchos no elevó ni una décima la maltrecha imagen y credibilidad de López Obrador, en tanto candidato presidencial. Como tampoco subieron gran cosa las encuestas a favor de AMLO, luego que se inventó la chabacana campaña de la República Amorosa.
¿Por qué no han funcionado las estrategias extremas empleadas por López Obrador para engatusar a los potenciales electores?
Más allá de los que prefieren cerrar los ojos, los oídos. La razón parece elemental.
Porque, en la realidad, pocos creen en la palabra de un político que ayer denostaba a todos y todo lo que no coincidía con su pensamiento mesiánico y con sus ambiciones delirantes de poder, y que hoy dice amar todo y a todos los que ayer odiaba.
Y muchos menos se creerían ese engaño, si se atrevieran a repasar la historia del encumbramiento en el poder de personajes como Hitler y Chávez.
Porque muy pocos se creen el cuento de la unidad y del amor, cuando durante toda una década, AMLO actuó como un parricida político que mató políticamente a su padre, a Cuauhtémoc Cárdenas, al mismo al que hoy adula sin límite porque necesita su voto.
Porque nadie se cree la farsa de la unidad con Los Chuchos, cuando a lo largo de una década los traicionó, los combatió, llamó a votar contra ellos y los colocó en el retrete de la política.
¿Qué hace que un político que vociferaba contra los “ladrones de cuello blanco”, contra “la chachalaca” presidencial, que lanzó el odio de la plaza pública a los periodistas que lo criticaban, hoy alabe a su padre político, luego de que lo mató políticamente?
No, Andrés Manuel López Obrador no es ni un loco y menos un desequilibrado. Tampoco es un político esquizofrénico. No, más bien parece un político profesional desesperado porque se le escapa el último tren de su ambición presidencial. Y es que, luego de años, entendió que entre 2000 y 2006 se equivocó, y hoy cree, también equivocadamente, que puede ganar la contienda presidencial, caminando de cabeza. Al tiempo.
Josefina se enojó y tenía toda la razón
Ciro Gómez Leyva
gomezleyva@milenio.com
La historia en breve
Milenio
El 4 de noviembre de 2010 publiqué aquí un texto titulado “¿Por qué no hay una Dilma en la política mexicana?” Dilma Rousseff acababa de arrasar en las elecciones presidenciales de Brasil y ocuparía el lugar del mítico Luiz Inácio Lula da Silva.
El razonamiento era sencillo. Un número considerable de mujeres había ocupado significativas posiciones de poder en la era democrática. Ninguna, sin embargo, se perfilaba para ser Presidenta de la República en 2012. Chile había tenido a Michelle Bachelet, Argentina a Cristina Kirchner y Brasil estrenaría a Dilma. ¿Qué pasaba con las mexicanas?
Pese a que referí, con escepticismo, que la baraja se limitaba a Beatriz Paredes y Josefina Vázquez Mota, la entonces coordinadora de los diputados del PAN se molestó y dijo en entrevistas que yo estaba muy equivocado.
Tenía razón Josefina. Reconozco. Apenas antier escribí que si conseguía superar tres premisas (unir al panismo, mandar rápidamente al tercer lugar a Andrés Manuel López Obrador y ofrecer una seductora continuidad corregida del calderonismo ante el eventual retorno del PRI), podría pelearle el triunfo a Enrique Peña Nieto.
Josefina ganará, no por ser mujer: creo que México está más adelante del soso debate de géneros. Ganará si, ante dos tiburonazos, es capaz de convertirse en una gran candidata, con una oferta clara y creíble en seguridad, empleo, productividad y combate a la corrupción e impunidad. Si le pone una sonrisa realista a sus promesas.
Como sea, y peleando a contracorriente, es ya una candidata fuerte, de peso, atractivo. Y eso la vuelve, de alguna forma, en una Dilma mexicana.
En la primera Dilma mexicana.
gomezleyva@milenio.com
La historia en breve
Milenio

El razonamiento era sencillo. Un número considerable de mujeres había ocupado significativas posiciones de poder en la era democrática. Ninguna, sin embargo, se perfilaba para ser Presidenta de la República en 2012. Chile había tenido a Michelle Bachelet, Argentina a Cristina Kirchner y Brasil estrenaría a Dilma. ¿Qué pasaba con las mexicanas?
Pese a que referí, con escepticismo, que la baraja se limitaba a Beatriz Paredes y Josefina Vázquez Mota, la entonces coordinadora de los diputados del PAN se molestó y dijo en entrevistas que yo estaba muy equivocado.
Tenía razón Josefina. Reconozco. Apenas antier escribí que si conseguía superar tres premisas (unir al panismo, mandar rápidamente al tercer lugar a Andrés Manuel López Obrador y ofrecer una seductora continuidad corregida del calderonismo ante el eventual retorno del PRI), podría pelearle el triunfo a Enrique Peña Nieto.
Josefina ganará, no por ser mujer: creo que México está más adelante del soso debate de géneros. Ganará si, ante dos tiburonazos, es capaz de convertirse en una gran candidata, con una oferta clara y creíble en seguridad, empleo, productividad y combate a la corrupción e impunidad. Si le pone una sonrisa realista a sus promesas.
Como sea, y peleando a contracorriente, es ya una candidata fuerte, de peso, atractivo. Y eso la vuelve, de alguna forma, en una Dilma mexicana.
En la primera Dilma mexicana.
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