abril 04, 2012

Las campañas y la economía

Arturo Damm Arnal (@ArturoDammArnal)
arturodamm@prodigy.net.mx
La Crónica de Hoy

Formalmente han dado inicio las campañas electorales, y no faltan los ilusos (producto de cierto keynesianismo trasnochado), que creen que las mismas traerán como consecuencia, dados los gastos que generan, un impulso a La Economía, considerada así, con mayúsculas, como si realmente existiera tal cosa como La Economía Mexicana, misma que no pasa de ser una abstracción, ya que lo que existe son las actividades económicas de los distintos agentes económicos: empresarios, productores, inversionistas, trabajadores, comerciantes, consumidores, ahorradores, especuladores, etc.

Las campañas electorales no tendrán como consecuencia un impulso económico generalizado, sino un impulso económico focalizado en determinadas actividades económicas, que tendrá como contraparte un freno en otras actividades económicas, impulso que se verá contrarrestado por el freno, impulso que supone ciertos ganadores, freno que supone determinados perdedores, todo ello consecuencia de que lo que se gaste en bienes y servicios para las campañas electorales dejará de gastarse en otros bienes y servicios, todo ello como que dos más dos son cuatro. En pocas palabas: el dinero que se gaste en bienes y servicios para las campañas electorales, desde espectaculares (bienes) hasta encuestas (servicios), dejará de gastarse en otros bienes y servicios, todo ello, insisto, como que dos más dos son cuatro, de tal manera que los gastos de las campañas electores benefician a quienes ofrecen el primer conjunto de bienes y servicios, pero perjudica a quienes ofrecen el segundo.

Habrá, consecuencia de las campañas electorales, una reasignación de gastos (se gastará más en X y menos en Y), pero no un aumento en el gasto agregado (el gasto de todos), de tal manera que habrá ganadores (quienes ofrecen los bienes y servicios demandados en las campañas electorales) y perdedores (algunos de quienes no ofrecen las mercancías demandadas en las campañas electorales), motivo por el cual quienes creen que las campañas electorales traerán como consecuencia, dados los gastos que generan, un impulso a La Economía, no pasan de ser unos ilusos. Las campañas electorales traerán un impulso a ciertas actividades económicas y, consecuencia de ello, generarán un freno en otras.

¿Qué se requeriría para que el gasto generado por las campañas electorales sí ocasionara un impulso a La Economía y no solamente a ciertas actividades económicas en detrimento de otras? Que los partidos políticos gastaran más, tal y como sucede durante las campañas electorales, sin que nadie más gastara menos, para lo cual se necesitaría que ese mayor gasto de los partidos políticos fuera financiado, no con recursos provenientes, o del erario gubernamental, o de donaciones privadas, sino con emisión primaria de dinero, es decir, con impresión de billetes y acuñación de monedas, proveniente del Banco de México, algo que sería un fraude monetario que le restaría poder adquisitivo a nuestro dinero, fraude que, afortunadamente, no le está permitido, por la Constitución, al banco central. Dado que esta práctica está prohíba es que las campañas electorales no ocasionarán un impulso a La Economía, sino solamente a ciertas actividades económicas, que tendrán su agosto en abril, mayo y junio. ¡Qué aproveche!

Los famosos estímulos

Manuel J. Jáuregui
Reforma

Lo que tenemos es un estudio en contrastes que mucho nos debe servir para decidir cuál de los dos "sistemas" es el bueno para México.

Por un lado tenemos lo que está sucediendo en Brasil, en donde la Presidenta Dilma Rousseff y su Secretario de Hacienda han dicho "haremos todo lo que esté en nuestras manos" para estimular la producción industrial, ello incluye la aplicación de ESTÍMULOS directos e indirectos, reducción de impuestos, levantar barreras a las importaciones y hasta devaluar el real para fortalecer el mercado interno.

Tras el anuncio, tanto la bolsa brasileña como el real se apreciaron, como señal de aceptación por parte de los mercados.

En contraste, tenemos lo que sucedió ayer mismo en Estados Unidos al hacerse públicas las minutas sobre las deliberaciones de la Reserva Federal y las consideraciones de su presidente, Ben Bernanke, quien en corto considera que en el corto plazo "no es necesario" aplicar a la economía norteamericana ningún tipo de ESTÍMULO.

La BOLSA norteamericana CAYÓ como consecuencia de este anuncio, que coincide con estudios revelados sobre el estado del mercado hipotecario norteamericano, y la perspectiva de que el precio de la vivienda continúe deslizándose, lo cual los mercados interpretan como la persistencia vigente de uno de los factores que causó la ruptura de la burbuja expansionista que generó la crisis financiera de finales del 2007.

A nadie sorprendió la profundidad de la respuesta del Gobierno brasileño a la desaceleración de la economía y a la pérdida de dinámica de su sector industrial, sobre todo el exportador.

Tiene tiempo la Presidenta Rousseff señalando en diversos fórums que su Gobierno intervendría directamente para fortalecer la economía interna ante los factores externos que la merman.

El caso de Bernanke sí parece haber sorprendido a muchos, esto es, no entienden su renuencia a aplicar una nueva ronda de estímulos para impulsar el crecimiento económico y volver a tasas de crecimiento elevados y a un mercado interno de construcción y CONSUMO vigoroso.

Este contraste necesariamente nos lleva a insertar el comportamiento de las autoridades mexicanas en torno a este tema.

Si en Brasil hay la presencia de estímulos vigorosos, incluyendo la INYECCIÓN de recursos al sistema financiero para fortalecer el CRÉDITO, y en Estados Unidos tienen la decisión de NO APLICAR ESTÍMULOS, ¿qué es lo que tenemos en México?

Aquí tenemos no sólo la ausencia de estímulos, sino la presencia de un factor opuesto: prácticas que DESALIENTAN el crecimiento económico y la inversión.

Entre ellas podrán enlistar factores como el alto costo de la energía, el burocratismo, las trabas, la corrupción, tasas impositivas altas, un régimen fiscal complicado y otros factores adicionales que se suman a los mencionados.

En las páginas de este su periódico seguramente habrán visto algunas evidencias de a qué nos referimos.

Por ejemplo: informa la COPARMEX que han CERRADO sus puertas, esto es, dejado de operar, CIENTO SESENTA MIL negocios a nivel nacional.

En el caso de Nuevo León, la razón es la INSEGURIDAD que ha hecho presa de ese antes pujante Estado industrial. Presa éste de los fenómenos arriba mencionados y el adicional de contar con autoridades locales (estatales y municipales) que se han mostrado incapaces de contener la violencia, frenar la impunidad que la fomenta, y restaurar la paz y el orden.

Antes Nuevo León era líder en producción industrial, hoy es líder en actos de delincuencia.

Estarán de acuerdo que la situación ideal, desde el punto de vista del ciudadano, es contar con autoridades como las brasileñas, las cuales evidencian con HECHOS su disposición por APOYAR a la industria nacional.

Los estadounidenses quizás desearían que sus líderes económicos fueran más proactivos y menos reactivos, pero allá es cuestión de grado: si crecen su PIB al 2 o al 3.5 por ciento.

Mas los mexicanos nos encontramos en la peor de las situaciones, pues no sólo no nos ayudan con ningún tipo de estímulo nuestras autoridades, sino que NOS ESTORBAN activa y pasivamente.

¡Y luego quieren que compitamos!

Campañas anticuadas en la era de la Internet

Román Revueltas Retes
revueltas@mac.com
Interludio
Milenio

Una pregunta ingenua: en esta época de comunicaciones instantáneas, en la era de la Internet y las redes sociales ¿deben los candidatos ir en persona a todos y cada uno de los rincones de este país? Ciertamente, lo que ocurre ahí, en esos actos de campaña, es trasmitido por los medios y, de tal manera, amplificado. Pero, por favor, ¿cuánta gente acude, en primer lugar, a los antedichos “eventos” como para conformar una mayoría determinante de millones y millones de votantes? Hagan cuentas: tres mil en un auditorio, por la mañana; cinco mil, al mediodía, en la plaza del pueblo; 30, por la tarde, en encuentro semiprivado con empresarios de relumbrón. No acabas de completar las cuotas en toda una vida. Y, a ver, ¿cuántas de esas personas que sí van no son, de cualquier manera, simpatizantes de la causa? Esto último lo digo, estimados lectores, porque no tengo la menor intención de aparecerme en ningún mitin (a menos que me lo pida algún amigo entrañable y, de todas formas, terminaré votando por quien a mí me dé la gana).

Luego entonces, estamos hablando de otra cosa: de un ritual, señoras y señores. El acto de campaña es una arcaica misa republicana escenificada para consumo de la prensa y los espectadores de la tele; oportunidad para soltar algunos mensajes y poco más. Pero la imagen queda y el desempeño del artista, después de todo, termina siendo sabrosa comidilla diaria del respetable. Hasta ahí. Lo malo es lo colosalmente improductivo (y costoso) de los numeritos. Pero, ya lo sabemos, la política es lo último que se moderniza