abril 23, 2012

Fin a la guerra: Fox

Rubén Aguilar (@RubenAguilar)
Consultor y profesor de la Universidad Iberoamericana
raguilar@eleconomista.com.mx
El Economista

Las declaraciones y puntos de vista del Presidente Vicente Fox (2000-2006) siempre resultan polémicos y provocan todo tipo de reacciones, pero nunca son indiferentes a los medios y a la sociedad. En la pasada VI Cumbre de las Américas hizo llegar a los líderes ahí presentes el mensaje “Basta de guerra, alcancemos la paz”.

El texto manifiesta que “es un imperativo acabar con la guerra y alcanzar la paz”. Desde hace dos años que Fox ha insistido de manera pública, mediante declaraciones y artículos, en la necesidad de abandonar la lógica de la “guerra” en la lucha al narcotráfico y también se ha pronunciado por la legalización de las drogas como lo han hecho otros que también fueron presidentes en América Latina.

En el comunicado insiste en la necesidad de cambiar de paradigma, para terminar con la prohibición de las drogas y “pasar a un régimen con leyes” que con reglamentos ordene y regule su consumo, como ocurre con el alcohol y el tabaco, en el entendido que “la persona en el ejercicio de su libertad debe hacerse responsable de sus actos” y “el Estado debe garantizar su seguridad”.

Fox insiste, ya lo había dicho en otras ocasiones, que “la guerra se da en nuestros países”, pero que Estados Unidos es el gran consumidor y de ahí también provienen las armas de los narcos. En su visión se debe “separar violencia y crimen” del tema de la salud como ya lo han planteado muchos especialistas y otros países, incluido Estados Unidos, que siempre mantienen un doble discurso. Los exorbitantes montos de recursos que hoy se utilizan en la guerra “deben emplearse en educación y desarrollo”, dice Fox, y que abatir la violencia requiere de un cambio de estrategia que exige, entre otras cosas, la “aplicación rigurosa de la ley” y los métodos policiacos profesionales en el marco de una “seguridad democrática” que garantice a los ciudadanos “el pleno respeto de los derechos humanos y debido proceso jurídico”.

Me consta que desde los primeros meses del actual gobierno, en marzo del 2007, Fox planteó al presidente Felipe Calderón buena parte de las ideas aquí expuestas. Él vio, al anuncio de la estrategia de la “guerra” adoptada por Calderón, que no era la decisión correcta y previó lo que iba a ocurrir. El nuevo Presidente, está a la vista, no escuchó los razonamientos de su antecesor.

De los escasos acuerdos de la VI Cumbre, se pide a la Organización de Estados Americanos (OEA) que analice la estrategia prohibicionista y punitiva, que para muchos ha probado su fracaso, y busque alternativas que resulten mejor para hacer frente, reduciendo al máximo la violencia y los muertos, al problema de la producción, trasiego, distribución y consumo de las drogas. El mensaje de Fox camina en esa dirección.

Pasearse para esconderse

Jesús Silva-Herzog Márquez (@jshm00)
Reforma

Si la elección fuera un premio a la mejor producción, no habría la menor duda de que el trofeo lo merecerían los productores del PRI. Los realizadores de la campaña priista han planeado con anticipación una estrategia clara, han convocado a los mejores profesionales, han construido un discurso de cambio relativamente coherente y preciso. Sus productos son impecables Comerciales magistralmente iluminados, con buen ritmo en los que el candidato se pasea por los rincones de México para conectar con los problemas locales: elogio de una comunidad y reconocimiento de sus problemas. El vocabulario visual de los mensajes es fácilmente identificable: proviene de esos promocionales turísticos que hemos visto durante años en la televisión para conocer la "hermosa república mexicana". De hecho, podemos constatar el parentesco directamente en la televisión. No es raro encontrar dos comerciales, uno pegado al otro. Tomas y secuencias gemelas; enfoques similares; ritmos semejantes, iluminación afín. Uno invita al voto, el otro al viaje. Un modelo fue miss universo, el otro quiere ser presidente de México.

Pero el gran éxito de los productores de Peña Nieto no son sus anuncios de televisión sino el haber logrado el encapsulamiento del producto. Hasta el momento han conseguido un objetivo complejo: pasear a su candidato, mostrarlo, exhibirlo por todas partes y, al mismo tiempo, esconderlo. Es claro que los realizadores ensalzan a un producto que menosprecian: saben bien que en aguas abiertas se ahogaría. Por eso desfila en estuche de plástico. Quieren que al candidato se le vea y que se le oiga decir solamente lo que el libreto dispone. Los productores no han dejado detalle al azar. Saben bien que el candidato es vulnerable si no se le instruye en qué momento debe mover el brazo derecho y con qué ángulo debe inclinar la cabeza al pronunciar la palabra "compromiso". Recuerdan bien el abismo que para el candidato es la improvisación. En estas semanas de la breve campaña, el candidato no ha sido sometido en ningún momento a una entrevista exigente; no ha confrontado auditorios críticos, no ha concedido entrevistas serias. Se pasea para esconderse. Se le puede ver rodeado de los suyos, se le puede escuchar respondiendo preguntas apresuradas y superficiales, está presente en todas partes por sus anuncios televisivos y radiofónicos. Peña Nieto: tan ubicuo como inasible. Mientras el candidato priista se niega a ser entrevistado por Carmen Aristegui, conversa con Maxine Woodside. La periodista de espectáculos, para que no hubiera duda del tono de la conversación, tuvo a bien presentarlo como "galán de galanes" y celebrar cada palabra suya como una revelación. Que conceda esa entrevista no es motivo de crítica, pero que la tónica de esa conversación sea la única que resista el candidato puntero me parece escandaloso.

¿Es aceptable que un candidato a la Presidencia se pasee triunfalmente sin acceder a los escasos espacios de crítica y de reflexión que se han abierto en el país? Una campaña debe ser un tiempo en que los ambiciosos son confrontados por los críticos. No digo que se exponga al escarnio, que se encierre con leones para disfrutar de un circo. Creo que es deber elemental de quien busca gobernar a México dar la cara al periodismo independiente y a la opinión crítica. Quien busca democráticamente el liderazgo debe estar abierto al desafío del cuestionamiento. Los ambiciosos querrán controlarlo todo, naturalmente. Querrían eliminar los riesgos y dedicarse a coleccionar elogios. Pasearse sin peligro. Pero tendrían que admitir que sólo en la confrontación con la exigencia se encuentra la medida de su talento. Y que rehuir la pregunta seria confesión de incompetencia.

Ha salido recientemente el candidato priista con una buena expresión de su libreto: "No voy a dividir a México". Sus productores lo han puesto frente a la cámara para decírnoslo con voz grave y solemne, como si la magnanimidad del gesto salvara la concordia de la república. Está en una oficina donde todos trabajan sin distraerse un segundo con las provocaciones del adversario. Nuevamente: producto impecable. Pero lo que se le pide a Peña Nieto no es que insulte, que provoque, que agravie a sus adversarios. Se le pide que debata, que se exponga al cuestionamiento, que acepte el reto de separarse del guión. Debatir no es dividir. Tal vez quisiéramos ver que el candidato del PRI diera muestras de confiar en sí mismo. Que ganara autoridad frente a sus manejadores para caminar por su propio pie. La cápsula en la que los productores han encerrado a Peña Nieto no hace más que ratificar el prejuicio: el candidato como un muñeco hueco.

La causa de mi muerte

Pedro Ferriz (@PedroFerriz)
El búho no ha muerto
Excélsior

En un evento en Sonora, el gobernador panista Guillermo Padrés dijo vehemente, en arenga proselitista para Josefina Vázquez Mota: “¡El país está ante un inminente riesgo, porque 70 años de malos gobiernos amenazan con regresar!” Eso que suena tan electorero, es en esencia la disquisición más compleja por la que atravesamos los mexicanos conscientes del presente, pero también del pasado. Conflicto inexistente, para un enorme segmento del padrón electoral, que por su juventud, no conoció la estructura de un priismo que abusó de las mieles de un partido único que enriqueció a los que navegaron en su “mare nostrum”, como referían los romanos al Mediterráneo, haciéndolo suyo y de nadie más.

La base de nuestras dudas, está en discernir si 12 años de panismo han sido mejores o peores que 70 de PRI. Si la familia heredera de la Revolución, luego del Partido Nacional Revolucionario de Plutarco Elías Calles y después el PRI de Lázaro Cárdenas, Adolfo López Mateos, Luis Echeverría, José López Portillo, Carlos Salinas de Gortari y los demás, nos dejaron un sabor de boca menos amargo que Fox y Calderón. Saber si la estructura del PAN y su politburó, es menos aborrecible que la nomenclatura del PRI, sus negocios y red operativa. ¿A quiénes debemos tener menos desconfianza para este siguiente tramo de nuestra joven historia en la democracia?

Conocí a Enrique Peña Nieto en su campaña por el gobierno del Estado de México. Antes me había pasado inadvertido. Sólo sabía de él, que era el hombre de las confianzas de su tío, Arturo Montiel, gobernador que le antecediera y a la sazón uno de los hombres más despreciables que me ha tocado conocer en el mundo de la política; por ineficiente, rupestre y ratero.

Enrique llegó a mi oficina para invitarme a sobrevolar el Estado de México, a fin de que juntos contáramos los anuncios espectaculares y propaganda visible que había desplegada, para que yo constatara que estaba al parejo de su rival, el entonces panista Rubén Mendoza Ayala. Por cierto, pájaro de cuenta, nada defendible por sus antecedentes, proceder y resultados... Pero en fin, yo alegaba que la pelea era desigual a favor del de Atlacomulco. Peña y yo contamos uno a uno los anuncios desplegados. “¡Allá, en esa barda!”, le decía. Enrique reviraba “¡Mira esa de Mendoza!” Así nos la pasamos horas, hasta que hubo que regresar ante la evidente escasez de turbosina en el helicóptero. Han de saber que llevó un notario y todo. Certificó que la pelea resultara pareja ante mis ojos. No me quedó más que aceptar que había un balance entre su propaganda y la de su rival.

Pasó el tiempo, Enrique fue gobernador y yo esperaba un evidente, lógico enjuiciamiento de Arturo Montiel, por parte de su sucesor. El juicio nunca llegó, haciendo a Enrique, cómplice de las atrocidades de un mentecato como Montiel, que gobernó por seis años al Edomex, habiendo tenido siete tesoreros... No hubo uno que le aguantara el paso a su desmedida ambición.

Enrique salvó a Montiel de entrar a la cárcel, garantizándole un retiro dorado. Su ascenso a los primeros planos fue discreto y consistente. “Siempre lo sentí como un gerente que le administraba a Montiel. Lo entrenaron perfectamente para hablar ante los medios. Quítale las tarjetitas y no puede. Tiene que aprender las cosas de memoria. Creo que hay una mafia muy fuerte detrás de él”, advierte Mendoza Ayala, su otrora rival.

Debo ser franco. Me da la impresión que Enrique Peña Nieto es un hombre de formas y poco fondo. Sus recursos son escasos pero estudiados. No se sale del guión y resulta sagaz para regresar a “sus dominios”. Me preocupa que prevalece en su equipo de campaña; más que un deseo de llegar al poder para servir, el sentimiento de revancha que raya en el mareo. No tengo base alguna para sentirme cómodo ante el inminente arribo a Palacio, de un batallón que percibo guiado por la apetencia al dinero y la manipulación. Mi compromiso es decir esto hoy, no obstante conozco la ventaja que Enrique goza en las “supuestas” preferencias electorales.

A los habitantes del Estado de México les pregunto: ¿Su entorno es verde o gris? ¿Queda algún bosque o ya todo lo vendieron para hacer casitas que se las lleva el viento? ¿Qué fue de los lagos, ríos y riachuelos? ¿Vives en Valle inundado?... Perdón, ¡Dorado! o tal vez en Neza bordo. ¿Se te han metido a robar? ¿Las autoridades te resolvieron algo? ¿Tienes coche? ¡Cómo que te lo robaron! ¿Te enteraste quién mató a Paulette? ¿Me avisas?

Peña Nieto acabó consumando el proyecto Atlacomulco. Aniquiló, empobreció y se adueñó de los restos del Estado de México. Ahora, la nomenclatura va por el país.

Sé que AMLO ya está afuera de la contienda. Sé también que Josefina no ha sido todo acierto. No obstante eso, sigo pensando que está en la pelea; por la inercia del panismo, del hecho de ser mujer y de un antipriismo que no alcanzo a dimensionar.

Mi mente revolotea en preguntas. ¿Qué resulta mejor, el PRI o el PAN? ¿Qué prefiero: cáncer o diabetes? ¿Cómo quiero vivir? O... si tengo derecho a escoger la causa de mi muerte.

www.revoluciondelintelecto.com

Preguntas de las que solo tú, tienes respuesta.

Votar AMLO es votar PRI

Luis González de Alba
La Calle
Milenio

“Ni modo: el PAN no me está dejando otra alternativa: iré vestida de luto a votar por López Obrador”, escribió una lectora en FaceBook. La conclusión es temible si consigue adeptos… y es errónea porque, huyendo de quien es el candidato oficial del PRI, caen al PRI que-no-se-atreve-a-decir-su-nombre. El odio al PRI nos ha llevado a borrar matices. ¿Se imaginan estos desesperados votantes al presidente López Obrador, en 2018, apareciendo en tv, horas después de cerradas las casillas, para anunciar que le ganó la oposición, cualquiera que sea ésta? ¡Si jamás en su vida ha aceptado una derrota!: le hicieron trampa en Tabasco, primero con la candidatura para alcalde de Macuspana (tan barato que nos habría salido), luego al no lanzar a su patrón, González Pedrero, luego a él mismo. Y por último, tras de aceptar en su lujoso cuartel de campaña, varios pisos del hotel Marquís-Reforma, que había perdido ante Calderón, llegó al Zócalo a gritar que había ganado.

Pero admitir “mi partido perdió” ya lo hizo un presidente miembro del PRI. En 2000, el presidente Zedillo esperó el anuncio del IFE para salir a reconocer la derrota ante el PAN. Lo hizo porque no es verdad que el PRI sea un partido monolítico. Así como el PRI de Zedillo aceptó su derrota en nada menos que una elección presidencial, otro PRI donde reinan Bartlett y similares, hoy en el PRD, inventó el “fraude patriótico” de 1986 para impedir que en Chihuahua tomara posesión un gobernador del PAN, Francisco Barrio.

La dirección del PAN se encuentra tan profundamente extraviada que no parece darse cuenta de que, si Peña Nieto firmó 600 compromisos a cumplir como gobernador del Estado de México y “sólo” cumplió 599.5 es un inmenso elogio, el mejor, el superlativo, para Peña Nieto. Vimos a los dirigentes del PRI y del PAN alegando si un puente a medio construir era el prometido o era otro, completo, en otro sitio. El PAN debía saber que destacar cómo Peña no cumplió 5, 10, 30 compromisos significa que cumplió 570. Y eso pasaría a ser parte de la campaña de Peña. Ni siquiera es el asunto del vaso medio vacío o medio lleno. No: es que el vaso está lleno pero le falta una gota. “Tok, tok”, suene usted en la calva de Gustavo Madero, y luego grite al oído: “Hola, hola, ¿hay alguien allí dentro?”. No responderá nadie.

Votar AMLO es votar Bartlett, su actual maestro de ceremonias en mítines, y Bartlett es a quien el PRD ha acusado, por 24 años, del fraude contra Cuauhtémoc Cárdenas en el 88. Fue notorio, por breve, el acercamiento de Cárdenas a López: en cuanto bautizó a Bartlett en su Jordán redentor, Cárdenas volvió a desaparecer de escena. ¿Es tan difícil verlo?

Votar AMLO es votar René Bejarano, extorsionador de contratistas a quien vimos llenarse maletín y bolsillos con fajos de dólares por sobornos; es Martí Batres, que le vendía a los pobres un líquido blancuzco que, analizado por Salud, resultó contener excremento. Es Dolores Padierna, acusada con Bejarano en varias ocasiones de fraude con vivienda popular después del sismo del 85. Es Porfirio Muñoz Ledo, embajador empistolado, joven rapsoda del patriotismo del presidente Díaz Ordaz por haber salvado a la patria en 1968. Y son el priista Arturo Núñez, el priista-salinista Camacho, el priista Ricardo Monreal que gobernó Zacatecas bajo la franquicia del PRD con todo su equipo emigrado del PRI.

Sobre todo es votar por el poeta macuspano que escribió: “Avanzar, avanzar con el PRI/compañeros, avanzar./Libertad, unidad/democracia y justicia social…”. La gente cambia… Pero ¿tanto? Y sólo cambió cuando el PRI no le dio hueso. Es el que llamó “pirrurris” al millón de personas que marcharon en el DF para exigirle seguridad en una ciudad acosada por el crimen. El que hace con 50 mil pesos mensuales la multiplicación de los panes para cubrir el país. El que acusa de corruptos a sus representantes de casilla sin prueba alguna. Y jamás les pide perdón, porque no se equivoca.

De verdad, ¿creen ustedes que esa bazofia regurgitada por el PRI es mejor que Peña Nieto? Cumplió, en el peor de los casos, 599 de 600 compromisos de campaña… ¿No es su mejor presentación, su mayor elogio, su bandera? El PAN le dio vuelo a ese dato envuelto para regalo. Ni cómo ayudarlos.

Como jarro DE atole, botella DE tequila, taza DE café, cartón DE cerveza, así vaso DE agua: porque es una medida, uno lleno y no sólo mojado. Glass of water, verre d’eau… etcétera.

Novedad: Agápi mu (Amor mío) en eBook: http://www.amazon.com/dp/B007LX0TPU