Pedro Ferriz (
@PedroFerriz)
El búho no ha muerto
Excélsior

En un evento en Sonora, el gobernador panista Guillermo Padrés dijo vehemente, en arenga proselitista para Josefina Vázquez Mota: “¡El país está ante un inminente riesgo, porque 70 años de malos gobiernos amenazan con regresar!” Eso que suena tan electorero, es en esencia la disquisición más compleja por la que atravesamos los mexicanos conscientes del presente, pero también del pasado. Conflicto inexistente, para un enorme segmento del padrón electoral, que por su juventud, no conoció la estructura de un priismo que abusó de las mieles de un partido único que enriqueció a los que navegaron en su “mare nostrum”, como referían los romanos al Mediterráneo, haciéndolo suyo y de nadie más.
La base de nuestras dudas, está en discernir si 12 años de panismo han sido mejores o peores que 70 de PRI. Si la familia heredera de la Revolución, luego del Partido Nacional Revolucionario de Plutarco Elías Calles y después el PRI de Lázaro Cárdenas, Adolfo López Mateos, Luis Echeverría, José López Portillo, Carlos Salinas de Gortari y los demás, nos dejaron un sabor de boca menos amargo que Fox y Calderón. Saber si la estructura del PAN y su politburó, es menos aborrecible que la nomenclatura del PRI, sus negocios y red operativa. ¿A quiénes debemos tener menos desconfianza para este siguiente tramo de nuestra joven historia en la democracia?
Conocí a Enrique Peña Nieto en su campaña por el gobierno del Estado de México. Antes me había pasado inadvertido. Sólo sabía de él, que era el hombre de las confianzas de su tío, Arturo Montiel, gobernador que le antecediera y a la sazón uno de los hombres más despreciables que me ha tocado conocer en el mundo de la política; por ineficiente, rupestre y ratero.
Enrique llegó a mi oficina para invitarme a sobrevolar el Estado de México, a fin de que juntos contáramos los anuncios espectaculares y propaganda visible que había desplegada, para que yo constatara que estaba al parejo de su rival, el entonces panista Rubén Mendoza Ayala. Por cierto, pájaro de cuenta, nada defendible por sus antecedentes, proceder y resultados... Pero en fin, yo alegaba que la pelea era desigual a favor del de Atlacomulco. Peña y yo contamos uno a uno los anuncios desplegados. “¡Allá, en esa barda!”, le decía. Enrique reviraba “¡Mira esa de Mendoza!” Así nos la pasamos horas, hasta que hubo que regresar ante la evidente escasez de turbosina en el helicóptero. Han de saber que llevó un notario y todo. Certificó que la pelea resultara pareja ante mis ojos. No me quedó más que aceptar que había un balance entre su propaganda y la de su rival.
Pasó el tiempo, Enrique fue gobernador y yo esperaba un evidente, lógico enjuiciamiento de Arturo Montiel, por parte de su sucesor. El juicio nunca llegó, haciendo a Enrique, cómplice de las atrocidades de un mentecato como Montiel, que gobernó por seis años al Edomex, habiendo tenido siete tesoreros... No hubo uno que le aguantara el paso a su desmedida ambición.
Enrique salvó a Montiel de entrar a la cárcel, garantizándole un retiro dorado. Su ascenso a los primeros planos fue discreto y consistente. “Siempre lo sentí como un gerente que le administraba a Montiel. Lo entrenaron perfectamente para hablar ante los medios. Quítale las tarjetitas y no puede. Tiene que aprender las cosas de memoria. Creo que hay una mafia muy fuerte detrás de él”, advierte Mendoza Ayala, su otrora rival.
Debo ser franco. Me da la impresión que Enrique Peña Nieto es un hombre de formas y poco fondo. Sus recursos son escasos pero estudiados. No se sale del guión y resulta sagaz para regresar a “sus dominios”. Me preocupa que prevalece en su equipo de campaña; más que un deseo de llegar al poder para servir, el sentimiento de revancha que raya en el mareo. No tengo base alguna para sentirme cómodo ante el inminente arribo a Palacio, de un batallón que percibo guiado por la apetencia al dinero y la manipulación. Mi compromiso es decir esto hoy, no obstante conozco la ventaja que Enrique goza en las “supuestas” preferencias electorales.
A los habitantes del Estado de México les pregunto: ¿Su entorno es verde o gris? ¿Queda algún bosque o ya todo lo vendieron para hacer casitas que se las lleva el viento? ¿Qué fue de los lagos, ríos y riachuelos? ¿Vives en Valle inundado?... Perdón, ¡Dorado! o tal vez en Neza bordo. ¿Se te han metido a robar? ¿Las autoridades te resolvieron algo? ¿Tienes coche? ¡Cómo que te lo robaron! ¿Te enteraste quién mató a Paulette? ¿Me avisas?
Peña Nieto acabó consumando el proyecto Atlacomulco. Aniquiló, empobreció y se adueñó de los restos del Estado de México. Ahora, la nomenclatura va por el país.
Sé que AMLO ya está afuera de la contienda. Sé también que Josefina no ha sido todo acierto. No obstante eso, sigo pensando que está en la pelea; por la inercia del panismo, del hecho de ser mujer y de un antipriismo que no alcanzo a dimensionar.
Mi mente revolotea en preguntas. ¿Qué resulta mejor, el PRI o el PAN? ¿Qué prefiero: cáncer o diabetes? ¿Cómo quiero vivir? O... si tengo derecho a escoger la causa de mi muerte.
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